Gira Escatológica: Bahía Blanca-Pinamar (6ta. Parte)

CONTINÚA DE LA QUINTA PARTE

La camioneta avanza por la ruta incorrecta, aunque al momento nadie lo sabe. El vómito y la mierda unieron a las bandas que ahora viajan como una sola, recordando el instante anterior, la sincronía desagradable y perfecta. El líder se animó a pedirle el volante a Nelo, quien aceptó y disfruta de la alta velocidad que ahora se le imprime a la chata. Todos creemos que vamos a llegar antes, pero rápidamente nos damos cuenta que erramos la ruta, y que para peor, no nos va a alcanzar la nafta. Nos vemos obligados a retomar, alejarnos aún más, y entramos en un pueblo callado, que nos brinda combustible pero ni la más puta idea de dónde estamos.

Preguntando se llega a todos lados. Así logramos enderezar el rumbo y por fin convencernos de que estamos acertados en la ruta a Pinamar. Cuando la tranquilidad se apodera de la combi, reconfirmo que no tengo voz, que no puedo respirar, que me duele la garganta y que mi cabeza es el doble bombo de Sepultura.

Ya tocamos otra vez en El Refugio de Pinamar, pero en el local anterior, uno que era más chico que este en el que entramos. Me siento mal, pero por primera vez desde que salimos de Lanús, me siento cómodo. La dueña de El Refugio es la persona más copada que te podés cruzar en la noche. De toque advierte mi estado y me prepara un té. Me hierve una olla y me mete mi cabeza ahí, tapado por un trapo para que el vapor me limpie. Siento el vapor quemándome mientras otro laburante del Refugio prepara unas pizzas al lado mío. Estamos en la cocina, me tratan como en casa. Cuando me siento aliviado, y salgo de la cocina para reencontrarme con el resto, descubro que la dueña nos preparó pizzas y nos da cervezas y gaseosas. No escatima, y están riquísimas. El Refugio de Pinamar es el paraíso. Me siento como el orto pero no importa. Sé que si muero ahí, esta mujer me va a poner unas flores, hasta incluso improvisar unos segundos de silencio. Como desaforadamente. Tengo mucha hambre, y la ilusión de que con estas porciones se me pase el dolor de cabeza. Pero no hay caso.

Ya comido, subo al entrepiso que oficia de camarines. Tony duerme en un sillón con los pies colgando. Nico me sigue y se sienta junto a mí. En la suela del borcego de Tony está pegada media provincia de Buenos Aires. Nico dice que tiene una paloma pegada. ¿Es una paloma posta? ¿Un pajarito aplastado? ¿Eso otro es la tirita roja de los paquetes de galletitas, pero con un cacho de Merengada? Sea lo que sean, cuando Tony despierte y camine, va a renguear, tendrá una pierna varios centímetros más alta que la otra. Estoy incómodo, enfermo, agotado. Bajo, no sé lo que quiero, pero lo quiero ya.

El Refugio nuevo es mucho más grande, largo, como veinte metros entre la barra y el escenario. Dieciseis entre el baño y el escenario. A medio metro de la puerta del baño, dos chicas, una con rastas, están sentadas tomando una cerveza. O tienen la nariz muerta, o ese olor viene de otro lado. Hay una atmósfera de olor a mierda importante, indescriptible. Y sí, la morbosidad y las ganas de mear ratifican la procedencia. En el baño de atrás de la de rastas cagó Godzilla. Desearía pedir las cintas de seguridad para averiguar quién fue el desgraciado. Pero no para reprocharlo, sino para advertirle que le queda poca vida, que algo está mal, si ese culo expulsó semejante bomba.

Sí, tenemos que tocar. Nada de lista de temas, nada de hablarnos antes de subir. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, y ahí estamos con total profesionalismo, ante la cantidad exacta de público que según Mauro asegura cubrir todos los gastos de la gira. Pero no está mi voz. Sería el frontman perfecto si hiciéramos Death Metal. Estoy muerto. Pero como diría Pablo Escobar al respecto de tu abuelita, te la resucito y te la vuelvo a matar. No me importa nada, voy a romper cada hilo de esta garganta. Voy a acabar con este sufrimiento ya.

Es increíble la potencia del desgraciado del baño, que yo con la nariz tapada y congestionado como la 9 de julio a las 5 de la tarde, lo huelo desde el micrófono. Estamos todos envueltos en una nube tóxica pero nos hacemos los boludos. La piba de rastas es fija que perdió la nariz. A ella le dirijo algunas de mis clásicas muecas cuando “canto”. Bromeo por el micrófono: “buenas noches, nosotros somos Napalm Death”. No me importa nada. Raspo las canciones. Me sale como un eructo constante y bien grave. Hasta que se apaga definitivamente. Y el público aplaude. Algún día me voy a pegar un tiro en el escenario y me van a ovacionar.

 

CONTINÚA EN LA 7ma. PARTE

ILUSTRACIÓN: Charly Manuel Álvarez – Instagram: @cmaart13


CAPÍTULOS ANTERIORES:

GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (1ra PARTE)

GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (2da PARTE)

GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (3ra. PARTE)

GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (4ta. PARTE)

 

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