Gira Escatológica: Bahía Blanca-Pinamar (2da. Parte)

CONTINÚA DE LA 1ra PARTE

Desde el primer rati, o sea desde el segundo rati, los parlantes no cesaron de sonar. Y aunque varios de los discos seleccionados los tengo en casa, no son de los que más suelo escuchar, y menos enteros. Nelo tiene una capacidad especial de disfrutar lo que considero lo peor de lo mejor, igual que como dice su canción de Roñosos. Hasta el momento no me molesta mucho, aunque el parlante trasero de la combi lo tengo pegado a mi rodilla. El que seguro se quiere cortar las pelotas es Nico. Sentado delante de mí, debe tener el oído entumecido. Intenta bajarle decibeles tapándolo con un buzo, pero mucho no funciona. Yo me pongo a leer, traje “Doctor Sueño”, de Stephen King. Voy por la mitad. Es la continuación de El Resplandor, pero musicalizada por Los Gardelitos es como ponerle mayonesa al café. Qué banda de mierda Los Gardelitos. Entre los punkys se le tiene respeto, pero es porque pocos se atreven a desafiar los designios de Ricky Espinosa. No hay nada peor que no cuestionar a los ídolos.

A la rueda delantera le falta aire, aunque el tipo de la gomería dice que está perfecta. ¿Ya dije que la Hyundai no tiene quinta? Entre eso y las seis o siete estaciones de servicio que llevamos parando, pareciera que la gira es por Jujuy o Salta. Se escapó el sol, ya no se puede leer; y entre el humo adentro de la combi, lo acurrucado que vengo y el frío que hace, la estoy pasando como el culo. Es tiempo de distraerme o volverme loco.

Adelante Kike, el bajista, sigue en completo silencio desde que subió. Es un tipo bajito, se parece a un Ramiro de mi barrio, que tampoco habla o por lo menos conmigo no lo hace. No la está pasando mal, no la está pasando bien, no puedo adivinar qué le pasa, él pierde la mirada más allá de su ventana. A su derecha, Mario, baterista de Roñosos. Es la flamante incorporación de la banda, se lo nota analizando, calculador. Tiene total pinta de baterista, casi un ajedrecista. Su visera apuntando hacia arriba es como cuando te analizan la firma, si va para arriba sos un crack. A su derecha, en el otro extremo de esa fila de tres, Mariano, nuestro bajista, le decimos “El Líder”. Tiene cero filtros para decirte las cosas, pero es la persona indicada a escuchar si querés aprender música. Está en todo: las notas, el tempo, los arreglos, los horarios, la ropa, el trayecto, y por sobre todas las cosas, el hacer siempre todo del mismo modo. Es un estructurado crónico: come lo mismo, al mismo horario, en el mismo lugar. Agarra las mismas calles, se para en los mismos lugares, calca los días.

En la fila de atrás van los otros tres: de izquierda a derecha son “El Tony”, Pablo y Nico. El Tony es el guitarrista de Roñosos. También es sonidista. Fuma adentro de la combi. No sé dónde apaga los puchos. Tiene una voz entre Coco Basile y Mariano Iudica, grabe pero para arriba. Lleva toda la pinta de estar viajando al fin del mundo, y que no le importa. A su derecha, Pablo, nuestro baterista. Trae los pantalones atados por una bolsa del supermercado, cosa que irrita por demás a El Líder. Es un tipo muy sociable y excelente compañía para el caos: fuma a la par de El Tony. A su derecha, el chupete en el culo de la fila, Nico, guitarra. Sigue luchando contra el parlante, lo que es un peligro porque el enano tiene el peor carácter del planeta. En cualquier momento puede estallar y pudrir todo. Un virtuoso de la guitarra y, si le caes mal, de la cara de culo. Y atrás de todo vengo yo, fumador pasivo de este Hyundai en cuarta, ahogada como Sandro en sus últimos días, tirando a la derecha por culpa de la goma desinflada.

¿Cómo carajo voy a cantar? Tengo la garganta rota, rotísima. Mocos vedes y espesos. La cabeza me estalla, Los Gardelitos insisten con otra de sus mierdas de canción, la peor de todas, es imposible que tengan una peor. Pero Bahía Blanca está ahí nomás, en las luces que iluminan el cielo negro al horizonte, y cada vez más cerca. ¿Para qué carajo repiten el mismo estribillo treinta veces? Pretenden hacerse los músicos y no son más que cualquier banda punk. Se hacen los locos con su música jipi. Y acá está Bahía Blanca, del otro lado de mi ventana empañada. Hago la de Rose en Titanic, dejo marcada mi mano en el vidrio, pero el que me coge es el humo de cigarrillo. ¿Es humo de cigarrillo? Nelo baja la música, se le tenía que prender fuego la camioneta para que lo haga, necesita oler sin ruido. Cosa rara.

―¿Sienten? ―Nos mira a todos por el retrovisor,  mientras frunce varias veces la nariz y la frente―.

Algo se está prendiendo fuego. Y si estoy en lo cierto, Mauro tiene que bajar primero, abrirnos la puerta, bajar seis tipos más, rebatir dos asientos, y recién ahí yo pasar por arriba, para zafar de las llamas. Totalmente resignado me empiezo a imaginar chamuscado, negro. Por suerte los negros tienen buena voz. El humo es totalmente tóxico, al punto que no importaría respirarme un atado de cigarrillos entero. De pronto no diviso nada más allá de la coronilla de Nico y Pablo. La segunda y la primera fila de asientos se pierde atrás de una cortina negra. Unas cuadras de suspenso y Nelo estaciona. Bajamos todos en el orden de siempre.

No tenemos más correa de no sé qué, se quemó y esa era la razón del humo. No preocupa mucho, porque llegamos a la casa de un tal Cristian, quien nos brindará hospedaje y quien supongo tiene que ver con la organización del recital. Entramos a su casa mientras Nelo se queda con el capot levantado y pidiendo que nadie se le arrime, que en esos momentos es lo mejor.

 

 

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