Mustafunk: Olor a música fresca

Llegó el gran día y con la promesa de “romperla toda”, Mustafunk nos invitó a su fiesta más ambiciosa. La excusa, nada menor, el estreno en vivo de su segunda placa discográfica y sucesora de Salpica (2013), Laboro Chamanik.

El comienzo de la noche en Niceto Club tuvo en su entrada un momento tanto impreciso como engorroso: el simple hecho de  mostrar la entrada en puerta creó un clima de confusión que generó dos colas interminables y cruces poco claros, cuando toda la gente que tenía las entradas anticipadas no podía ingresar sin antes pasar por la boletería para que le cambiaran la original por un ticket que rezaba un simplón “Free Pass”, dato un tanto molesto para los coleccionistas. Ya adentro, el puestito de merchandising empezó a llenar de colores los pechos de los chicos y chicas que orgullosos se unían al montón de público que comenzaba a abarrotar el lugar.

Con poca malta y lúpulo en nuestro organismo (el precio en las barras es el principal impedimento) nos sorprende el inicio del espectáculo. Los 5 de Paso del Rey arrancan con una intro con aires de vidala acompañados de un instrumento que se llama Didgeridoo (es una especie palo largo con un sonido profundo y grave). “Sapo Rey”, nos da una piña en el plexo diciendo que Mustafunk tiene una robustez rockera más polenta que antes. “Turviolencia” es un rock riffero con referencia a algún integrante de la banda y su “gualicho” al que no se lo vio para nada pálido encarando las violas. El primer tramo, todo de temas del nuevo disco, muestra a la banda en su faceta de funk violento.

Luego comienzan a intercalar temas viejos dando lugar a otra sección del show que empezará a tomar el formato de Big Band en el que intervendrán coristas, vientos, percusión, teclados y demás. En “Yogurt”, una balada funk, Martín Pedernera (voz) nos da una clase de doble sentido y picardía para así poder entender su “humor chabacano”.

El mejor momento más esperado en la noche ocurre cuando suena “Cuidad Albinogólpica”, que a pesar de arrancar un tanto accidentado con el micrófono de la flauta traversa y un breve problema de volumen con la guitarra de Pedernera, la banda respeta los arreglos incluidos en el disco, redondeando una gran interpretación.

El clima bailable de la noche se lo lleva la mezcla entre “No Me Mires” (tema del primer disco) y el cover “Uptown Funk” (de Mark Ronson) haciendo danzar hasta al más pata dura, pareciendo una versión criolla de los clásicos Eart, Wind and Fire.

“Fever” se destaca con una divertida apología que se burla de los botones de seguridad con láser verde que no dejan fumar ni ver a los que no fumamos. A partir de aquí, la banda da lugar a “Hispanoparlantes” a quienes definen como “amigos que siempre nos ayudaron”, una formación que es una fusión entre los invitados del disco y Mustafunk. El final y de previo paso por una estupenda y rockera versión de “Cementerio Club” del flaco Spinetta, está en manos de “Delirios”, un tema con el cual la banda suele cerrar sus shows a pura potencia y que astutamente aún no editan en ningún disco.

Laboro:

Martín Pedernera es ese guarro de barrio que tiene voz potente y que se mueve como chamán en el escenario. Interactúa, agita al público y también pone en regla a algún gil que anda molestando por ahí.

Agustín Marinelli y Serafín Rodríguez son complementarios casi a un nivel total. Sus guitarras se cruzan, se encuentran y se contestan armónicamente  sin dar la sensación de que exista un liderazgo de uno por sobre el otro. Se entienden y respetan como artistas que hablan un idioma parecido.

Agustín Pettinato en el bajo conforma una irresistible mezcla de bajista excelso con un personaje histriónico lleno de desparpajo y locura arriba del escenario. Todo esto sin perder un ápice de su excelencia como músico. Sin lugar a dudas el favorito de los fotógrafos.

Camila Marinelli en la batería obliga a dejar de lado esa estúpida y sexista pregunta que les deben hacer: ¿Qué se siente cuando una mujer toca la batería? Camila es potencia, groove y clase según lo pida el tema.

Finale:

La gran repercusión y el buen recibimiento que se le da a Laboro Chamanik es una muestra más de la madurez y el esfuerzo de esta banda que crece y se potencia montando shows que llevan al límite la imaginación y que refleja casi a perfección que la brecha entre el estudio de grabación y la música en directo es más estrecha de lo pensado.

 

FOTOS: Lucía Belén Capón