Korobá, Barbacoaj y Chau Pekín: Fuerzas centrífugas

Una banda afroargentina, una banda de música judía y una banda de rock latino. En la noche de Matienzo deberían haberse cruzado barcos por entre el público. Haber mar y puertos. Marineros borrachos, putas y gente con esperanza llegando a una tierra desconocida. Negros, judíos y  latinoamericanos llegando desfasados. Y así, con ese orden cronológico, se armó la grilla de la noche y, también, este país. Como si la noche fuera historiográficamente exigente: primero Korobá, segundo Barbacoaj y tercero Chau Pekín.

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Hay dos genocidios que mal contribuyeron a crear el mito de que somos el pueblo más europeo de América del Sur. Por un lado el genocidio indígena y por el otro lado la muerte de los miles de negros en la guerra de la Triple Alianza. Sin eso no hubiera ocurrido, Korobá no sería una banda de excepción. Habría en Argentina una influencia afro como lo hay en Brasil, Colombia e incluso Uruguay. El mundo es un lugar raro: “gracias” a toda esa sangre es posible ahora sorprendernos con Korobá. Lo más importante, como decía Oscar Wilde, es tener un estilo. Korobá ya lo tiene. Una perfecta ejecución, una propuesta innovadora con la percusión como líder y un sonido viejo hecho nuevo.

2

Antes que empiece Barbacoaj, apareció un ser raro. Desde otro lugar. Con un casco y un desodorante en cada mano. Leyó un poema y se rio como un brujo. Parecía ser lo único que no se dividió de las aguas de Moisés. Y los presentó a ellos. Así empezó todo. Parece que la mayoría son judíos y hacen música judía. Pero si los ves, en verdad en lo que creen es en la alegría.  Música rusa, ska, cuarteto, es decir, un quilombo alegre de identidades centrifugadas. Cosas que pasan acá.

3

Cerró Chau Pekin. La última oleada bolivariana y latinoamericanista en el escenario. Bolivia, Perú y Colombia pero viajados de mochila por Mano Negra, La Vela Puerca, La Bersuit y todo lo que ponen ellos. Fue evidente que la gente los esperó: hola Pekín. Y que esperan su segundo disco. Mientras tanto grabaron el show e intercalaron críticas sociopolíticas con alegría y alcohol. De vuelta cumbia, rock, ska, reggae y la intersección de todo eso que hace pogear.

4

Fue un lindo quilombo a priori heterogéneo. Un conventillo de La Boca en 1870 y hoy. Pero guiado por una sutil línea: la identidad es una mezcla rara que no para de crear algo parecido a una unidad que se desborda a sí misma. Una fuerza centrífuga que nunca cierra lo que define el ser nacional-musical. Si te fijas bien, siempre hay nuevas combinaciones posibles. Porque a la noche se siente que nada está inventado.

 

 

 

FOTOS: Julieta Lapeña.

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