Rifle Pandolfi: «Con la música era feliz»

“Por ahí termino cantando tangos…. Pero quiero cantar. No sé si mis canciones, o canciones de otro, pero quiero empezar a cantar porque sé que me hace bien.”

De haber nacido en la década del 30’, “El Rifle” Pandolfi hubiera sido tanguero. No hay duda de eso. Quizá también compartiría la delantera de Vélez con Agustín Cosso y Victorio Spinetto, pero seguramente después de cada entrenamiento partiría rumbo a algún café porteño a calentar la garganta. Su manera pausada de hablar y la mirada un tanto triste, como si siempre estuviera recordando algo, delatan que Fernando Daniel Pandolfi (exjugador de fútbol de Vélez, Boca y el Perugia de Italia), es un nostálgico. Basta escucharlo cantar “Nada”, una excelente versión del tango de Julio Sosa, para darse cuenta de eso.

 

“Lo más sano del fútbol es el futbolista”

28 años tenía Fernando cuando decidió colgar los botines. Atrás habían quedado varios títulos (entre ellos, dos copas libertadores y dos intercontinentales, con el fortín y el xeneize respectivamente), varias gambetas y varias patadas recibidas a manos de algún leñador rival. Pandolfi siempre fue de esos jugadores a los que los periodistas deportivos suelen ponerle el inexplicable mote de “bichos raros del fútbol”. Quizás, porque en la cabeza no tenía únicamente una pelota y un billete.

-¿Cuándo arranca tu recorrido por la música?

-A los 16 me compré una guitarra, un equipito, pero a esa edad ya empieza el entrenamiento más fuerte y la verdad que mi pasión era el fútbol. Quise agarrar la guitarra y se me hizo tan difícil que me frustré enseguida, no quise aprender más. Pero iba a ver los shows que podía, y cuando empecé a jugar en primera conocimos al manager de Los Piojos, que era hincha de Vélez, y a partir de ahí en un cumpleaños los conocimos a todos, empezó la amistad con Tavo, que era muy futbolero, y después con todos. Yo tendría poco más que 20 años, me compré una criolla y empecé a intentar tocar la guitarra. No me gustaban Los Piojos, los conocí y los empecé a escuchar,  y me encariñé de las personas. Después cuando los fui a ver en vivo entendí por qué eran Los Piojos y por qué de verdad eran los Rolling Stones argentinos, en cuanto al show: un cantante que era un showman… y me hice fanático. Después ya con años de una amistad cosechada, me invitaron de gira a Santa fe y toqué en el Luna Park una vez. En el medio de todo esto, empecé a tocar con una banda amiga que se llamaba Actitud Sospechosa, y cuando se disuelve, con los que teníamos onda nos seguimos juntando y en 2005 nace Mil Hormigas.

-Los jugadores suelen entrar en crisis cuando se retiran del fútbol profesional, ¿la música de algún modo vino a ocupar ese espacio?

-Yo me retiré en el 2001, pero la crisis la tuve después de que se separó Mil Hormigas. Si bien no vivía de la música, era lo que me hacía feliz, y me hacía tener una vida organizada en cuanto a la agenda de mi banda, después todo lo demás es sacrificio. Con la música era feliz.

-Siempre fuiste muy crítico con el ambiente del fútbol, ¿por qué?

-Lo más sano del fútbol es el futbolista. Recién hoy veo que hay gente que se acerca de afuera y entiende que tienen que ganar plata todos, no ellos solamente, los que manejan el negocio. Hay un cambio, pero como siempre, el actor es el futbolista, y cuando salen mal las cosas lo critican por el lado de la cantidad de dinero que gana, sin saber que es el que menos gana de toda la torta. Representantes, dueños de empresas… todo es negocio. El jugador de hoy lo entendió y sabe manejarse de otra manera. Hoy por hoy hay gente que maneja su club sin tanto interés económico: todos los clubes que les ha ido bien en estos últimos años no por nada les ha ido bien, han manejado a los clubes como tal, con respeto, pensando en el futuro, tratando de priorizar al ser humano un poquito más. Vélez, Estudiantes, Lanús… Un montón de clubes que como no tienen la cabeza en el marketing, se dedican a lo que se tienen que dedicar, a que la institución florezca por el lado del fútbol. En los clubes grandes hay mucha política, y es difícil que se termine esa mierda.

-¿Se puede hacer un paralelo con el mundo de la música? ¿Lo más sano es el músico?

-A grandes niveles en la música yo no pude tocar, pero debe ser peor, porque también existe la competencia. Aunque uno no quiera, existe. El egoísmo… Que salgan bandas del under, se hagan conocidas y se puedan hacer medianamente populares en los barrios para vivir de eso, se hace cada vez más difícil. Porque hay muchas bandas, y hay una parte del negocio que, al igual que el futbol creció. Quiero creer que los derechos del músico están mucho mejor que hace 50 años atrás, pero siempre “te tapás el cuello y se te destapan los pies”, siempre le buscan el pelo al huevo, nunca todo puede estar bien, y calculo que hay muchos pibes que hoy sueñan con vivir de la música y se les hace cada vez más difícil porque está todo tapado por las grandes compañías, las grandes bandas. Eso siempre fue igual, y ahora se ve peor la diferencia, porque hay cada vez más bandas y más intereses, y el que gana ¿por qué va a querer dejar de ganar?

 

“No soy guitarrista, toco la guitarra”

“Extraño. Tengo ganas de tocar, de cantar y que sea lo que sea”, casi que confiesa “El Rifle”, mientras toma una sopa en su bar de Palermo. La separación de Mil Hormigas  dejó al músico en un parate indefinido: “me encerré, y no quise tocar la guitarra por mucho tiempo, y cuando se me ocurrió, no tuve banda”.

-¿Cuándo te nace la necesidad de escribir?

-Siempre fui de descargarme escribiendo. Boludeces… tenía un cuaderno donde intentaba escribir rimas. Tendría 13 o 14 años, y en mi casa se escuchaba mucho tango, Sabina, Serrat, y había cosas que me hacían volar. Calculo que ese era el sueño, y quizá por eso descargaba por ese lado. Cuando era grande lo llevé a cabo cuando empecé a tocar la viola: quería aprender para ver si le podía poner música a algo. Como quien compone una canción de cancha, con la música de una canción ya conocida, yo ejercitaba escribiendo arriba de esa melodía. Después empecé a inventar melodías con la voz, y si algo estaba bueno los pibes de la banda la aceptaban, o le buscaban la vuelta. De repente un día ya estaba todo armado, ya éramos Mil Hormigas. No estudié como un pibe que va a la escuela a estudiar guitarra, pero hubo un momento que tocando el instrumento aprendés igual, a tu manera… rasqueteando, o practicando una escala. Nunca me animé a decir que soy guitarrista. No soy guitarrista, toco la guitarra. Empezó para ponerle melodía a cosas que tenía escrito y después me vi metido en algo que me encantó.

-Tus letras son muy nostálgicas, ¿qué situaciones te llevan a componer?

-Muy tangueras, je. Soy de los depresivos, no hay nada que pueda escribir alegre. Me sale en los momentos de bajón. Empiezo una melodía y veo que va para el lado de los tonos menores, entonces últimamente no me doy mucha bola, porque va todo para el mismo lado, y sentarme y decir: “tengo que escribir algo alegre”, no me lo creería tampoco. Como espectador, a mí siempre me gustó el rocanrol divertido, pero no me sale. Soy más de la nostalgia y de querer sacar la mierda que tengo adentro. Una injusticia que veo en la calle por ejemplo.

-¿Te gusta escribir sobre temas sociales?

-Cuando me salió, me salió porque realmente me dieron ganas. Hay una canción que se llama “Para todos igual”, que la escribí en la época del 2001 y salió a flote con Mil Hormigas. Vi una familia entera cartoneando y me mató. Recién me retiraba del fútbol, tenía otra realidad, y me salió eso. Después la gente dirá: “no le creo, este está salvado”.  El otro día vi un personaje de Capusotto que hablaba de este tema, que por tener buen status no podés escribir cosas sociales… Me parece que no solo los que están en esa situación de vida pueden dolerle esas cosas… Si  vos ves una piba llorando, te duele. Es una manera de dar algo uno. Yo por suerte siempre fui de tener amigos y conocidos que han laburado en lo social, y siento que a mi manera pude ayudar, pero nunca me gustó figurar en eso.

“Buscar siempre un poquito más”

“Tal vez el jugador de fútbol profesional, acostumbrado como está a pisar su campo, no llegue a calcular plenamente cuánto daría un hincha de su equipo por saltar al pasto”, escribió el Negro Fontanarrosa en un gran libro titulado “No te vayas campeón”. Algo similar debe ocurrir con tanto pibe aspirante a músico: ¿qué no darían por tocar al menos un acorde arriba de un escenario? El Rifle, sin embargo, tuvo la oportunidad de cumplir ambos anhelos: pisar un campo de juego y tocar arriba de un escenario.

-¿Es comparable la sensación antes de salir a la cancha con la de antes de salir a un show?

-Antes de un partido pensás en el que tenés que marcar, por dónde ir, como me va a entrar en la primera que agarre el 5… Lo mismo con la música: están las ganas de que salga todo bien, pensás en todo lo que pueda cagarte el show. Si hay 100 personas es la misma responsabilidad que 50 mil, ya que esa gente está pagando una entrada para ir a verte. Cómo no me siento músico, yo me ponía mucho más nervioso: no solo pasaba por la ansiedad antes del show, sino la inseguridad. Era muy nuevo como frontman, me costó muchísimo, y cuando empecé a disfrutarlo se acabó todo.

-¿Cómo te definirías como músico?

-Malísimo. Un buen futbolista. Creo que lo que tengo de músico es la sensibilidad. Sé disfrutar la alegría de la música, pero también los silencios, pero de ahí a reconocerme de algún modo… En general soy muy autocrítico. Con todo en mi vida, no solo con la música. No me puedo ni ver ni escuchar, nunca me parece que está 10 puntos lo que hago. Y eso es lo que tiene de bueno un ser humano para no aburrirse, buscar siempre un poquito más, o saber que se puede mejorar, que tengo mis límites, muchos límites, y por eso me gusta formar banda. Yo tengo lo mío, poco o mucho, y necesito de gente que tenga su talento. De ahí nació siempre mi espíritu de tener bandas, no me veo sacando un disco solista.

-¿Qué gol te gustaría haber hecho (sin contar el de Diego a los ingleses) y qué canción haber escrito?

-Es difícil decidirse por uno, pero te puedo decir el de Burruchaga a Alemania. Por emotividad, por lo que significó… ¡por quién me dio el pase! Además por lo que era ese mundial: la selección de Brasil una de las mejores de la historia, la francesa también, el clima…  creo que como sudamericanos hasta este mundial no hemos vivido otro así. Y canción, “Let it be”, que es la que más factura hasta el día de hoy (risas). Es difícil, porque hay tantas bandas que me gustan: “Simpatía por el demonio”, “Redemption song”… “El sueño del pibe”, el tango. El otro día se lo cantaba a mi hijo y me emocionaba. Para alguien que vivió el fútbol, o soñaba de chico jugar en primera, es tremendo.