Interpretación de señales femeninas

Muchísimos hombres han confundido a lo largo de la historia comportamientos femeninos que podríamos ubicar pura y exclusivamente en un marco de buena onda con “esta mina me tira onda”. Hoy intentaremos reducir al mínimo el margen de error para que los hombres no caigan en situaciones incómodas de las que sea difícil salir.

Plantearemos tres situaciones diferentes donde puede presentarse una situación de levante y cómo un hombre debe comportarse para no caer en una insalvable confusión:

Primera situación: Viaje en colectivo. Lunes 9.15 am nos tomamos el 92 que va a Retiro y, como de costumbre, está hasta la manija. Luego de pagar el boleto, hacemos el típico paneo del colectivo y vislumbramos una hermosa mujer sobre la izquierda. Nos hacemos los dolobus y caminamos hacia el asiento donde está sentada. Esperamos el famoso cruce de miradas y la sorpresa se produce: cuando nos mira nos guiña un ojo. El entusiasmo nos invade y volvemos a intentar generar el encuentro de miradas y nuevamente nos guiña el ojo. La emoción va en aumento y baja la incredulidad. De repente la mujer en cuestión se levanta de su asiento y debemos pensar rápidamente: le pido el teléfono, la acompaño hasta la puerta del fondo para bajar o le tiro un pico, nos inclinamos por la primera y nuevamente la sorpresa nos invade: cuando estamos a punto de pedirle el teléfono vemos que aquella guiñada de ojo en realidad era un tic nervioso que acompañaba a otro más llamativo en donde la mujer estiraba su brazo con fuerza hasta que hacía un pequeño ruido.

Segunda situación: Reunión de amigos. En las noches con amigos se puede multiplicar la mala interpretación de señales femeninas en función del levante, por lo que hay estar muy atento y cuidadoso. Por ejemplo, de repente se arma una de esas sub-rondas en una reunión donde nos encontramos hablando con dos o tres mujeres que hasta ese momento nos eran desconocidas. Comenzamos a desplegar algún pseudo dote de anfitrión/gracioso y notamos que una de ellas, sorprendentemente las más linda, se ríe continuamente. Cada vez lo hace más seguido incluso antes de que uno termine la anécdota/chiste/relato. Cuando se rompe la sub-ronda, le preguntamos a Fernando que lo tenemos al lado: ¿qué onda la rubia? A lo que Fernando responde “me parece que `ta con vos”. Ojo con basarse en la percepción de Fernando. Hay que corroborar lo ocurrido en la charla por lo que nos dirigimos a buscar a la rubia. De repente nos percatamos de la aparición de una nueva sub-ronda, donde la chica en cuestión estalla de risa frente a cada comentario de un nuevo anfitrión. Estamos frente a la típica simpaticona, la más peligrosa de todas…

Tercera situación: Amiga que nos llama para armar programa. Este es el punto más delicado de todos porque cualquier confusión finaliza una amistad. Supongamos que una amiga reciente nos llama todo el tiempo para armar programa: ir al cine, a tomar algo, a comer, a tomar mates, a jugar un fútbol 5, etc. En algún momento, en nuestra cabeza, surge la pregunta sobre la actitud continua de nuestra amiga: “¿está conmigo?”. La sugerencia desde este espacio es que antes de cualquier acción estúpida como intentar abalanzarnos sobre ella en el cine, en el parque o en la cancha de fútbol 5 (?) hablemos con ella de manera sutil como por ejemplo: «¿tenés algún sentimiento que roce el cariño o el aprecio conmigo y pueda desembocar, más adelante, en una relación o últimamente te quedaste sin amigas y no te quedó otra que romperme las bolas a mi?”

Faaaaaaa.