La Franela: Una película con final feliz

Debe haber muy pocas cosas más peligrosas en el mundo que ir al cine sin saber de qué trata la película, dicha aventura es solo para gente de coraje. El abanico de posibilidades es tan amplio como la cantidad de días del calendario, o la cantidad de goles errados por Funes Mori.

Quizá sea un dramón, y entonces saldrá del cine deprimido, preguntándose el sentido de la vida y cosas por el estilo. Puede que sea una comedia barata, de esas bien yanquis, que lo hará putear al darse cuenta que desperdició dos horas de su valioso tiempo. En esos caso s en que la mala fortuna lo acompaña, abandonará la sala dolido, con un dejo de decepción en su rostro… o de furia, ¿por qué no? Se cuestionará no haber aprovechado su valioso tiempo visitando a una tía que vive lejos, ordenando su cuarto, o, simplemente, paseando al perro. “Cualquier cosa hubiera sido mejor”, pensará, y volverá a su hogar cabizbajo, pateando piedritas y con ganas de hacer nada.

Sin embargo, también está la chance de que salga la otra cara de la moneda, de que la tostada no caiga del lado de la manteca, de que el destino, por una vez en la vida, esté de su lado: porque no solo era un peliculón, sino que además la muchacha o el muchacho al que usted había invitado le dice al salir: “que buena que estuvo, cuando salga la 2 tenemos que ir a verla.” Y entonces, usted, querido amigo, sentirá en ese momento que el mismísimo Dios, Alá, Buda, o quien quiera que sea, está sentado al lado suyo acompañándolo esa noche dándole una palmada en el hombro y ofreciéndole un mate. Es por eso que emprenderá la retirada feliz, con una sonrisa marcada. Una sensación de paz interior, de satisfacción, llenará su pecho, y no tendrá ganas de volver a su hogar, sino que pasará por algún bar y se pedirá una cerveza bien fría. O bien tanteará a ver en que anda la banda de forasteros de sus amigos y se irá de copas con ellos…

Algo similar a las películas pasa cuando se asiste a un recital de una banda de la cual no conoce mucho. Un dejo de misterio, de intriga, poblarán el aire. Y eso es lo que le pasó a este cronista ignorante cuando el sábado pasado asistió al show de La Franela en La Trastienda, que hasta ese momento tan solo era conocida, injustamente, como “la banda del Piti de Los Piojos, la que toca la del puente…”

La grata sorpresa arrancó apenas pasadas las 21, con “Las horas”,  seguida por “Maikel Focs” y “Lo que me mata”, que en su momento fueron corte de difusión. Continuó con “Después de ver” y “Corre”, ritmos pegadizos de esos que quedan bailando en la cabeza todo el día. Minutos más tarde llegó el primer momento piojoso de la noche, con una gran versión de “Llega el tren”, precedido por “Vos sabés”, un temazo, y el hit “Hacer un puente.” Fue el turno luego de “Solo y en paz”, otra de la banda de El Palomar.

“Mareo” y “Todos los vientos”, dos muy lindas canciones, fueron “la calma que antecedió el huracán”: minutos después todos en La Trastienda estaban bailando cuarteto con una mezcla rarísima pero más que efectiva de “Can’t take my eyes off you” y “¿Cómo le digo?”, rapeando con “Akanakena” y coreando otro gran tema piojoso como “Reggae rojo  y negro”. La fiesta siguió con “Chan chan”, con tambores de fondo y un sonido bien latino. Más tarde, rozando las dos horas de recital, llegó la frutilla del postre.

“¿Qué voy a hacer, con tanto cielo para mí?” El inconfundible arranque de “Bicho de ciudad”, con el ex piojos Sebastián “Roger” Cardero invitado en la batería, fue el principio del final, y unos minutos después se cerraría el telón en la calle Balcarce, que poco a poco se fue vaciando. Y por esa misma calle de piedras, este inculto cronista se iría sin un rumbo fijo, pero con varias canciones nuevas en mente para bajarse el mp3 y buscando algún bar donde pedirse una cerveza bien fría, para después tantear en que andaría la banda de forasteros de sus amigos.