SensaFilo: Necesito vacaciones de mi

Las maratónicas giras veraniegas por la Costa Atlántica son sin dudas un escollo casi obligatorio que deben transitar las bandas en su camino hacia el éxito. Entendamos éxito como cada banda quiera entenderlo y no como sinónimo de masividad o estabilidad económica. Así es entonces que tanto jóvenes principiantes como grupos de cuarentones recorren cada enero y febrero los balnearios y bares de cada lugar donde sea posible. No es fácil.

SensaFilo consolidó entre el 17 y 27 de enero su segunda gira veraniega, repitiendo lo realizado en 2013. Allí partieron entonces desde Buenos Aires, seis músicos, un actor, manager, sonidista, chofer, y algunas que otras novias que iban y venían en los diferentes días. ¿Sí o no a las novias en las giras? Ese es otro tema que tal vez abarquemos en una futura nota, pero ahora no viene al caso.

Diecisiete shows en diez días coronaron una más que redituable gira que los encontró en paradores con grandes escenarios, copados chiringuitos en medio de la playa, barcitos de moda, noches con borrachines y demás. Pinamar, Villa Gesell, Ostende y San Bernardo fueron testigos de la propuesta de rock, fiesta, ska, canción y delirios, que entre temas propios y covers, redondean un set más que agradable para todas las edades. Y así lo demostró la devolución del público ocasional en cada lugar que visitaron.

Al Borde del Tiempo acompañó a SensaFilo en su gira, y acá resumimos la experiencia vivida durante diez días:

Los mejores shows

Si bien las bandas suelen ir con contactos previos, muchas veces las fechas se arman en el momento, durante la gira misma. Así fue que el lunes 20 salieron dos grupos comando a buscar lugares para tocar. Uno enfiló para el norte de Pinamar y el otro para Villa Gesell. Sin saberlo, encontrarían en esos viajes de lunes por la mañana (no madrugada) dos de los mejores shows de la gira:

Ese mismo lunes en 112 y playa de Gesell se vio un compacto show de SensaFilo, con gran respuesta abajo del escenario, algo que se repetiría el domingo siguiente. La energía transmitida por la banda encontró el contagio que no siempre suele acompañar cuando uno va de visitante, resultando dos tardes más que gratificantes.

Por otro lado, el miércoles 22, el parador El Signo de Pinamar los recibió con un gran escenario y sonido, dejando todo dispuesto para que la banda consolide un concierto redondo. Y así fue entonces, con buenas performances ante el desafío de las cámaras.

Los más divertidos

Lluvia torrencial durante toda la noche. Había que ir a tocar al bar Blú, en el centro de Pinamar (lugar que ya habían visitado tanto en esta gira como en la anterior), pero el agua que no frenaba alimentaba las dudas. De a poco el agua fue mermando pero las dudas no. La decisión final fue “vamos”. Y por lo que vino después, fue la mejor decisión que la banda pudo haber tomado.

Pasadas largas las 2 de la mañana arrancaba el show de SensaFilo ante expectantes borrachines que de a poco iban efervesciendo la noche. Las canciones iban pasando y el desconche dijo presente: cantantes ocasionales, champagne barato, hombres y mujeres cantando y bailando, dieron lugar a un set desopilante que repartió sonrisas por doquier. Eran casi las 4 de la mañana y el show terminaba. La banda cuenta que nunca había tocado en Pinamar tan tarde. A esa hora todo es más divertido.

Segundo domingo a la noche. Cansancio. A diferencias del show del sábado anterior, esta vez había poca gente en el Restobar Casablanca de Mar de Ostende. Eso no impidió que el set acústico se vuelva completamente fiestero con el correr de los minutos. Y el bonus track fuera de libreto: cocineros, encargados, mozos, todos cantando y tocando junto a la banda cuyos integrantes iban cambiando de instrumentos. ¿Y qué sonó? Desde Serú Girán hasta Cacho Castaña pasando por cualquier cosa que te imagines. Para destacar la atención y la onda de los dueños del lugar, a esta altura amigos de la banda sin dudas.

Los días sin shows

No existe verano en la Costa Atlántica si no hay un día de lluvia. Esta vez fueron dos. ¿Y cómo se pasa el rato? Durante el día algún ensayo improvisado, cartas, dados y facturas. Durante la noche, cena, alguna bebida y ¡tutti frutti! Así es, la noche del jueves encontró a una de las dos casas donde estaban hospedados jugando al histórico juego que solo requiere lápiz y papel. Las ciudad remotas y las bandas under fueron las vedettes de una jornada en la que gracias a Freddie Mercury, se discutió (sin saberlo, claro) si Zanzíbar era un país o no. No vamos a decir quien ganó el juego para no alardear…

El viernes a la noche hubo otro no show, pero esta vez no por culpa de la lluvia. El grupo viajaba en autos muy campante hacia San Bernardo para tocar en el bar Viejo Lobo. Pero a las 21:02, en plena ruta, el manager recibe un mensaje del encargado del lugar que decía “disculpa pero me prohibieron los shows en vivo x esta semana, recién me informan!”. Ya en viaje, se decide ir al lugar y charlarlo, pero el encargado nunca llegaría ni atendería el teléfono. Mal ahí.

El borracho

En la primera visita a Villa Gesell, la banda tuvo un acompañante que fue parte de la escenografía durante todo el show. Llegó cantando un tema de Intoxicados, se tiró adelante del escenario, y cayó desmayado, quedando en posición de muerto de dibujito animado durante la hora que duró el set. Ni “El universal” de Kapanga o el estribillo punk de “La isla del sol” pudieron despertarlo. Apenas terminada la música, unas pequeñas gotas que cayeron del cielo sirvieron para que abra los ojos y se vaya, al grito de “la puta madre, se largó a llover”. Eso sí, no se le puede objetar que estuvo presente en todo el show.

El lugar

Reggaepoint. En la frontera entre Pinamar y Ostende. Un chiringuito perdido en la playa. Tres shows que podrían haber sido más. Cada tarde que llegaba la banda la gente se agolpaba más y más cerca del escenario para disfrutar de una hora enérgica. Y la mejor atención también desde el lugar para que los músicos nunca tengan sed.

Visitantes

Tres noches la banda tocó en Morena, reconocido bar del centro de Pinamar. Siempre llenas de gente, pero con una particularidad: solo el 20% (con suerte) prestaba atención. El resto eran adolescentes chetitos que solo querían tomar unos tragos. No hay que echarles la culpa, seguramente la que estaba donde no debía era la banda. Pero eso no les impidió entregarse como cada noche. Para destacar también la atención del lugar, como la mayoría de los lugares que visitamos junto a SensaFilo.

Buenos vecinos

El parador TagoMago (Ostende) tiene la particularidad de tener una casa de tres pisos enfrente, a lo lejos pero cerca. El atardecer se iba adueñando del vivo de SensaFilo y a fuerza de temas propios y covers, la algarabía de los presentes crecía canción tras canción. De repente, Tincho Sánchez (presentador de la banda) capta que desde el tercer piso de enfrente no paran de saltar y bailar. “Si bailan durante todo el próximo tema voy hasta allá y les regalo un disco”. Y así fue: bailaron y minutos más tarde, SensaFilo estaba presente en el tercer piso de la casa de enfrente. Y los vecinos tenían su merecido disco, claro.

La vuelta

Algunos el lunes, otros el martes, otros un par de días después. La banda volvió a Buenos Aires y sigue su camino, terminando su segundo disco, que ellos mismos pregonaron que va a ser mejor que el primero, y preparando su primera fecha en la ciudad el próximo viernes 21 de febrero en Niceto.

 

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