Biomas presenta Metadata, su tercer disco de estudio y el cantante y guitarrista Danilo Miocevic charló con Al Borde Del Tiempo para indagar aún más en esta nueva obra plagada de pop oscuro y una visión de mundo muy particular.
-A lo largo de este nuevo disco hay un sonido que mantiene la oscuridad general de la banda pero con timbres un poco más luminosos. ¿Cuál fue la búsqueda en esta nueva etapa?
-Durante todo 2015 y 2016 tocamos muchísimo A le la, nuestro primer álbum, pero en 2017 cuando se fue Lionel, el bajista, fue como que esa maquinaria se detuvo abruptamente. Nos recluimos casi todo el año en nuestra sala. Una cuarentena autoimpuesta. En 2018 plasmamos todo ese luto en El retorno de los brujos, que fue nuestra primera experiencia en un estudio de la talla de Kimono. Y la primera vez que trabajábamos con un productor como Martín Misenta, un tipo de un talento muy particular y con una data invaluable. Una vez que masterizamos, y el disco salió a la luz, fue como que ese luto terminó repentinamente. Ahí mismo, a fines de 2018 empezó el proceso de creación del universo Metadata. Toda esa masa de miedo, tensión, crisis, de ese periodo de ostracismo ya estaba alineada y tenía forma de algo. Creo que con Metadata entendimos algo muy poderoso: que para nosotros la música no era un medio para «decir» algo, no queríamos manifestar lo que nos pasaba para que otros repliquen nuestro mensaje, jamás pensamos en como lo va recibir «la gente», para nosotros la música era para «buscar» algo. Son cosas muy distintas. Y es tremendo lo liberador que es eso. Tal vez ahí apareció la parte más luminosa. Si El Retorno… fue el manotazo que tiró abajo todo ese jenga que habíamos levantado, Metadata empieza a acomodar las fichas de nuevo, pero con un horizonte mucho más claro. Y es un álbum que está plagado de pistas, indicios, por todo el disco, cada frase o arreglo, para el que quiera venir con nosotros las descifre.
-El álbum está atravesado por la idea de un mundo distópico. En estos tiempos actuales de coronavirus, ¿ven alguna salida de ese mundo hacia un lugar mejor? ¿Creen en el arte como una válvula de escape de esa distopia?
-Creo que el Arte es un instrumento, y como todo instrumento, no es más ni menos que lo que hacemos de él. Puede ser un instrumento de opresión, de liberación, y también de escape, como bien decís. Pero el que busque un escape en Metadata no lo va a encontrar. La música como escape implica dos cosas. Por un lado, pone el foco de atención en lo que hay atrás de uno, es decir, en ese «algo» que te persigue. Y por el otro lado, quien escapa no tiene rumbo, corre hacia cualquier lugar, lo más alejado posible del sitio del que se escapa. Sé que la música en gran medida es diseñada y consumida así, como escape, lo que puede ser muy destructivo. Puede alejarte kilómetros de lo que en realidad buscás. Incluso puede darte un estado de confort estático y peligroso, dejándote permeable ante lo que otros quieren que seas y que sientas.
Prefiero ver la música como un instrumento anti-escape. Como un instrumento de búsqueda. Perseguir en vez de escapar. Metadata es eso, un deseo de buscar. Y ese escenario distópico que bien observás no es más que la oscuridad que siempre rodea a los que son buscadores. Los caminos siempre son pedregosos. Hace tiempo venimos charlando sobre esto con los chicos. Observando como todos estamos presos de una tensión entre dos fuerzas: la pregunta y la respuesta. Todo ser humano, apenas tiene un instante en soledad, se hace preguntas y está deseoso de respuestas. Querés respuestas de inmediato para calmar la ansiedad, la respuesta es un placebo, es cálida y es adictiva. Cuando crees tener la respuesta de algo que te aquejaba, sentís un poder impresionante. En cambio con la pregunta no pasa. Es dinámica, es incómoda, es incierta, es una carga, tenés que sacártela de encima. Por algo la página web más visitada de todos los tiempos es Google ¿no? una máquina de picar carne de preguntas, te saca la pregunta de encima, no importa que la respuesta en realidad esté orientada a venderte un pasaje a Punta Cana. ¿Y qué es eso sino un escape? No encontraste la verdad de nada, te escapaste de la pregunta.
Por eso Metadata está en el otro equipo, es una pregunta. Por eso es un disco con cierta penumbra y oscuridad. No es un disco lleno de mieles y canciones fácilmente digeribles. Pero ojo, al mismo tiempo es un manifiesto furioso para los que sean buscadores. Los estamos convocando. Es una especie de canto de guerra, por eso abre con “Día Rojo” y los gritos de ese ejército apenas empieza la canción. Esa es la salida que yo veo, ser soldados de la búsqueda.
-Hacia el final del disco hay una trilogía de temas integrada por «Brazil», «Los pájaros» y «Ovejas eléctricas» que están influenciadas por películas de culto. ¿A qué se debió la elección de esas referencias cinematográficas?
-Bueno, para nosotros son tres grandes referentes de esa búsqueda de la que hablamos antes. Es que este disco está plagado de pistas, por todos lados, lleno de referencias a nuestros héroes de la Pregunta. Y Hitchcock es un maestro fuera de serie. Desde chico me fascinó ese ataque sin sentido, caótico, de Los pájaros. Y lo que más me volvía loco era que jamás había una explicación de ese ataque repentino. ¿Por qué carajo los pájaros empiezan a matar gente? Es decir, parecían tan inofensivos, casi invisibles, posados en las ramas. La verdad es que sólo te acordás que los pájaros están ahí cuando te cagan encima, si no son sólo escenografía. Tal vez Hitchcock nos quiere empujar a que busquemos cuáles son nuestros propios pájaros. Cuáles son esas amenazas invisibles que nos miran todo el tiempo esperando para salirse de control. Bueno, hoy por hoy no hace falta ni decirlo, están ahí, a la vista, ¿no? Estás encerrado en cuarentena mientras un algoritmo te escanea y te dice: «vos tenés cara de que te gusta la serie Mad Men», y lo peor es que tiene razón. ¿Hasta dónde llega eso?
En el caso de Brazil se plantea un peligro similar, sólo que en este caso es menos metafórico. Más real. Una burocracia monstruosa en la que una mosca que se mete en una máquina de escribir inicia una cadena de eventos que lleva a que chupen a un tipo inocente de su casa, lo torturen y lo maten. Básicamente con la misma irracionalidad que el ataque de los pájaros. No hace falta ir a un futuro distópico para ver ese efecto dominó absurdo y demoledor. Es el día a día de las oficinas, colegios, bancos, familias, barrios. Entonces tenemos de nuevo el terrible poder de lo invisible, asechando ahí afuera. Te aplasta, te obliga a quedarte en tu «safe zone», a no arriesgar.
-¿Cómo eligieron los invitados que aparecen en las canciones?
-Bueno, finalmente Sueñan los androides con ovejas eléctricas, es un libro que me voló la cabeza en todos los sentidos y una película que me voló la cabeza más todavía. Y lo único que podía mejorar ese combo era la voz de Delfina Campos que es de una singularidad de esas que te obliga a escucharla 200 veces. Ella había grabado en Kimono Estudio un EP y ahí la conocimos. La invitamos a cantar y no dudó un segundo en participar. Nosotros extasiados, porque es una artista de primer nivel. Fueron tres segundos, se prendió el mic, grabó, y ya está, era perfecto. Y después, lo de «La Vieja» Barrios (histórico asistente de Luis Alberto Spinetta) fue surrealista. Un personaje de la talla de él, con lo que implica en la historia del Rock Nacional. Aníbal frecuenta Kimono Estudio desde hace muchos años, solía venir con el Flaco Spinetta. De hecho varios temas del disco los grabamos con equipos que el flaco le donó al estudio. Y bueno, entre anécdotas, Aníbal se copó para grabar la intro de «los Pájaros», un Aníbal futurista, medio androide que presagia un apocalipsis. Un fenómeno.
-La banda cuenta con cinco años y tres álbumes, lo cual es algo llamativo en esta época donde los grupos suelen tomarse varios años para editar discos. ¿Disfrutan del trabajo en estudio? ¿Sienten que deben plasmar sus canciones en formato disco luego de un determinado lapso de tiempo?
-El estudio es como un templo. Nos apasiona. Es como el salón de juegos en el jardín de infantes, pero con liturgia. Lo que nos suele pasar es que cuando maquetamos alguna idea, y esa idea nos convence, no pasa mucho tiempo hasta que empezamos a sentirla un poco vieja, y surgen nuevas ideas. Somos un poco manija en ese sentido, por eso le metemos toda la disciplina posible para poder cristalizar cada etapa y que no quede en el olvido. Ojo, muchos temas lamentablemente quedan descartados de ese proceso pero bueno, haremos algún álbum con esos retazos para currar dentro de 10 años. Cuando armamos la banda, le propuse a Maxi (guitarrista) que este proyecto tenía que tener 10 discos, después lo podíamos disolver. Y ahí estamos… en un 30%.
-El consumo de la música hace rato pasó a formar parte de esta tecnología global y en muchos casos los algoritmos son los que guían las predilecciones de los oyentes. La música de Biomas propone una escucha más atenta y menos ligera de la que se acostumbra hoy en día, lo cual plantea un desafío debido a la rapidez con la que circula la información. ¿Tienen alguna estrategia para lograr llegar al oyente que desean?
-Tal cual como decís, la aceleración de la información es exponencial. Ya no es una autopista, es la hipervelocidad como tiene las naves en Star Wars. Creo que por eso todos consumimos ese escape del que hablábamos antes, porque estamos abrumados. Tal vez por eso no vemos a los pájaros, porque son tantos que pasan desapercibidos. Es decir, hace 25 años era una locura poder hablar con un Japonés en tiempo real, o la idea de una vídeo llamada, era ciencia ficción pura. Hoy puedo comunicarme con gente de casi cualquier país del mundo con mi celular, y no hablo con más de diez personas, y nueve están acá en Buenos Aires. Estamos sobrepasados y achanchados. Perdió valor salir a ver qué onda. Esperamos que nos llegue la info y la consumimos. En ese contexto ¿qué estrategia puede jugarle a las multinacionales que te ponen un millón de dólares para que youtube te muestre su canción? Difícil. Una vez leí un cuento en el que hablaban de algo que le decían «la lógica del bosque«. Un tipo le explicaba a su hijo que el bosque parecía quieto, pero que en realidad, si se pudiera acelerar el tiempo, convertir los años en segundos, los árboles se están matando, las enredaderas están ahorcando a otras plantas, etc. En realidad el bosque es súper violento pero a otra velocidad. No sé si es la forma, pero nosotros estamos intentando jugar en ese otro plano. Desgajando la música con rigor, abriéndola como un fruto, para ver que hay adentro, mientras todo lo demás pasa a velocidad supersónica, pero no vamos a entrar en esa porque es una batalla perdida. Pero tal vez, cuando el humo se disipe haya un bosque en pie, imposible de ignorar. No lo sé, pero estamos en esa.