Hace casi cuatro meses atrás, todo estaba confirmadísimo: “El Bordo vuelve al Luna Park después de un año”. Todas las redes habidas (y por haber) explotaban. Un viaje que concretar, sonrisas por compartir, vinos para destapar, abrazos para sentir, pero por sobre todas las cosas: otra fiesta para vivir. “El amor es compromiso”, dicen. “El amor es trascendencia y aguante”, agregan algunos. Después de lo vivido el domingo 17 de Septiembre, el amor se hizo presente (y también se sintió fuertemente) abajo y arriba del escenario del Luna Park.
El tiempo sobraba, pero para algunos el reloj corría lentamente. El día se hizo esperar, e indudablemente, desear. Cualquier malestar existente se alejó con la llegada de la mañana del domingo.
Algunos recuerdos ya internalizados en el mismo lugar, volvían a despertar viejas –pero también nuevas- emociones en unos cuantos. Había sonrisas que abarcaban rostros completos, ojos vidriosos, y expresiones que dejaban en claro algo muy particular: el dulce encuentro había llegado y más de uno ya tenía el corazón entibiado.
Con un simple parpadeo de ojos, la noche ya se había asomado, y esa plaza que era puras risas que rebotaban entre sí, había quedado vacía. En esta instancia tan sólo se podía escuchar el ruido de los fuertes pasos que resonaban cerca del Estadio. Gente que corría para hacer la fila. Gente entusiasmada. Gente que, tal vez, recién se encontraba. El principio de otro sueño que se volvía a desenvolver con la astucia de un simple reloj.
Después de tantos días tachados, la distancia ya se había acortado. Con las luces, ya encendidas y sumergidos en una escena increíble, El Refugio de nuestras almas, se volvió el Luna Park.
Con la promesa de un reencuentro mágico, la espera se hizo trizas cuando el grupo de amigos pisó el escenario, haciendo sonar “Corazones Olvidados”. Sí que se pudo ver como los rostros cambiaron, y aquellas sonrisas dejaron de ser unas simples muecas de nervios para convertirse en simples gestos faciales; llenos de admiración y orgullo.
El Bordo es una banda con casi 20 años de trayectoria, llena de alegrías compartidas entre hermanos que buscan reflejar lo que ellos sienten en un par de canciones. Con la misma esencia, tras el mismo sueño, en el mismo andar. Con un nuevo material bajo la galera, se decidieron plantar en este segundo round con el objetivo primordial de disfrutar. “El Refugio” fue la libertad de expresión de todos aquellos que se definen con un par de acordes y letras. Ale Kurz (voz y guitarra) se tomó el tiempo de explicar alguno de los temas que tenían como fin llegarle a una persona en particular. Así fue como “Carta para un amigo” fue gritada a los cuatros vientos para el gran Pato Fontanet. Con una emoción incontrolable y un par de lágrimas escurridizas, sus seguidores sintieron ésta canción, más que nunca. “Deporte Nacional”, fue otras de las dedicadas, pero en este caso, para el querido jugador de Boca Juniors, Fernando Gago.
Nosotros estábamos ahí, disfrutando de un recital que saciaba todos nuestros corazones, pero no nos dejamos de preguntar: ¿Dónde está Santiago Maldonado? Y al parecer, no fuimos los únicos, ya que con la llegada de “La Patada”, El Bordo dejo deslizar un pedido de aparición urgente. Si hay algo que los define y caracteriza, es el compromiso social que parecen nunca querer abandonar. Una lucha constante con sus convicciones en la mano. Una lucha que a todos nos marca de un lado distinto pero siempre tirando para el mismo lugar.
Una de las cosas más deslumbrantes de la noche, fue el juego de imágenes y videos que corría en la pantalla, atrás de los músicos. Imposible no hacer incapié en los gritos que produjo “El Traje” con Ale Kurz como protagonista. La química y la complicidad existente entre la banda y su público, es algo imposible de no destacar. Una energía incontrolable y difícil de no adquirir compartiendo el mismo espacio.
Con un excelso agradecimiento por este camino compartido, entre música, pasión, amor, y por sobre todo amistad, los amigos de Las Pastillas del Abuelo fueron invitados a compartir el escenario del Luna Park en “Noche Extraña”. No fueron los únicos afortunados en vivir esta fiesta desde la misma perspectiva, sino que Fernando Ruiz Díaz (voz en Catupecu Machu) también se encargó de acompañar a la banda en “Existir”, donde una ronda inmensa se formo y el agite fue indescriptible. Para coronar, Manu Varela de La Renga, brindó su armónica a «Metafísica suburbana».
Con la noche llegando a su fin, el cansancio era algo efímero, porque el disfrute era constante. Colgándonos de una frase hermosa, como lo es “Tanta magia y no estar en el cielo”, nos gustaría terminar de explayarnos con lo que se terminó de vivir y sentir. Lo que se vivió fue magia, y si eso no es el cielo para aquellos que soñaron con ver a la banda de su vida, arriba de ese escenario, por segunda vez, no entendemos qué es entonces el cielo. Son muchos Los Perdidos que buscan encontrarse en el mismo camino. Y este tan solo fue un paso más (uno bastante gigante) de los muchos que quedan por vivir. Un sueño más de los que quedan por sentir. Los amigos de El Bordo se encargan de soñar despiertos y nadie los va a dormir.
FOTOS: Carla Lucero Tobar.
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