El sábado 29 de Julio, No Somos Nada finalizó, lo que sería, para muchos, un doblete inolvidable. A pesar del frío inaudito que se estrellaba en la puerta del Bar Mutar, nada era un impedimento para que aquellos fieles seguidores se apagaran. Al contrario, estaban más despiertos que nunca, esperando por una noche, que sin dudas, traería más fiesta que ninguna.
En ambos shows, las listas prometían un camino por toda su discografía. Pero no sólo eso, sino que también compartirían las noches con amigos, como lo son Cuesta Arriva Y Alma Bouquet. Promediando las 22, la gente iba entrando para ser partícipe de la fabulosa noche que esta segunda banda nos brindaría.
Con un estilo peculiar y con un recorrido por sus canciones –tanto viejas, como nuevas- el grupo se metió de lleno en un viaje repleto de emociones que parecía (ni quería) tener final. Aunque “De estanques y Banquinas” haya sido el tema encargado de cerrar con esta presentación, Alma Bouquet sigue demostrando estar a la altura de las circunstancias, y por eso, hoy les toca viajar volando más alto que nunca, y las sonrisas presentes en el público son gran prueba de ello.
Envolviéndose en un clima casi familiar –y ya de medianoche- No Somos Nada salió a comerse el escenario (y sí, al mundo un poquito también). Las luces fueron innecesarias, porque este grupo de amigos se encargó de brillar desde el comienzo hasta el final. Disfrazándose de colores y pintando sonrisas, las emociones no se vivían sólo abajo, sino que era casi imposible no emocionarse al ver la efusividad con la que ésta banda iba definiendo la noche.
El sendero de canciones fue trayendo en el público reacciones totalmente diferentes. Desde risas y festejos, hasta lágrimas llenas de recuerdos. Cada estrofa se deslizaba con total suavidad desde la voz de Marcos Matarazzi (voz, charango y guitarra), y en sus seguidores generaba un reencuentro con la montaña rusa de sensaciones interiorizadas que más de uno cree desconocer. Fue en “Monstro” cuando esto salió a luz, a gritos de “Este monstro no puede dejar de crecer”. Esta frase no sólo nos remite a algo en particular propio, sino que también a algo ajeno. A ese sueño llamado “No Somos Nada” que se estaba bancando. Y no, no para de crecer y el aguante es cada vez más grande.
La noche no iba a ser infinita, pero los momentos que se estaban viviendo dentro de éste bar, iban a perdurar en la cabeza y el corazón de muchos. La lucha ideológica, el compromiso con los sueños, el amor y esfuerzo constante por lo que se hace. Esas también son cosas que parecen querer perdurar en este grupo de amigos. Y demostrando que hay que “hacer de cada acto: corazón cabeza y manos”, “Un poco más humano”, se vivió con una magia nunca antes vista. Entre lágrimas repletas de orgullo, las voces llenas de nudos, y un par de abrazos sinceros, la fiesta llegó a su fin. Otra noche más donde No Somos Nada se encargó de demostrar que el límite es el cielo, y que hasta a veces, eso les queda corto.
FOTO: Mica Rodeiro de No Somos Nada.