El Mató A Un Policía Motorizado: El fuego que han construido

“¿Te acordás la tarde que nos dimos cuenta de nuestro amor?”
No, claro que no te acordás.
En cambio, yo puedo volver a ese momento cuantas veces quiera.

Los últimos rayos del sol caían sobre las vías del tren Mitre. Las calles de Coghlan se tiñeron del naranja tono “filtro natural del cielo”. La estación estaba desierta como parecen estar todas las estaciones de todos los barrios cuando la gente está ocupada en los edificios abarrotados del centro. La Dinastia Scorpio de estreno, las canciones todavía se estaban estirando para salir del letargo, recién descomprimidas en un dos ambientes de Villa Urquiza. De los auriculares salían sonidos que llegaban al cerebro en forma de imágenes: los amigos, las noches, los sábados, la nada… todo lo que es la vida.

Él Mató a un Policía Motorizado es una de las bandas indispensables para conocer de qué va el rock argentino desde el año 2000. El nuevo milenio significó un quiebre que caló muy hondo en la economía, la política, la cultura y en todos los aspectos que hacen a la vida social de un país. Cuando una nación se derrumba, las viejas fórmulas de hacer las cosas se dejan de lado. Hay que empezar de cero, pero con la historia a cuestas. Y así como hubo movimientos sociales, políticos e intelectuales que fueron más allá desde principios del siglo XXI, los artistas también se animaron a hacer a un lado esas “viejas fórmulas” para reinventar el rock argentino una vez más (como pasó en los ’80). Entre todos esos grupos para los que este nuevo panorama fue tierra fértil están los platenses de El Mató.

Doce años después de la salida de su primer disco, la banda está realizando un ciclo de cuatro recitales –uno por cada semana de julio- en Niceto Club. El viernes 22, la expectativa era grande. A contraluz, entre el humo de colores y con la música como única protagonista, El Mató a un Policía Motorizado dio una clase magistral de cómo combinar letras de repeticiones simples, que refuerzan una idea de pop para divertirse (“si despierto quiero ver la luz, quiero ver la luz de nuevo” / “y si te invito a jugar me dirás que no, me dirás que no”), con momentos de distorsión intensos, de esos en los que el sonido cae como una masa pesada que cambia el ritmo de la respiración. De eso se trata este viaje, del pogo de los borrachos y los bailes de las mujeres bellas y fuertes, pero también de la introspección, las guitarras que mantienen una tensión en el ambiente, la nostalgia del presente: esa que anuncia que todo lo que somos hoy no va a durar para siempre.

El Mató a un Policía Motorizado es una de las bandas que marcan a fuego una generación, la de los confundidos, esos que vivimos la crisis pero no fuimos del todo concientes. Esos que sentimos el quiebre de todas las estructuras sin ser responsables de nuestra vida material. Esos que amamos las canciones escritas veinte años antes de que hayamos nacido y aún así sacamos las garras para defender lo que es nuestro: los discos contemporáneos, nuestros sábados, las buenas noches.

 

 

FOTOS: Melina Aiello.

 

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