Antorcha, un attaque de culpa

Subís al subte. Te sentás. Pasan dos estaciones y aparece una nenita pequeña, de tez morena y trenza desarmada con una muñeca en una mano y en la otra, un papelito fotocopiado que apoya sobre tu falda. Dice que necesita dinero, que el alquiler, los hermanitos, la comida. Te da lástima. Te preguntás por qué la vida es tan injusta. Por qué esta nena pequeña, de tez morena, tiene una trenza desarmada y una muñeca –quizá la única que tenga- rota… Y sí. Te decidís. Sacás $2 (dos pesos) de tu billetera, esperás que vuelva y se los das con una sonrisa. Te bajás del subte. Te sentís bien.

Culpa de clase. Ni más ni menos. Esta actitud típica de oficinista, que se cree que haciendo un mínimo asistencialismo va a cambiar algo, es de lo que trata la siguiente canción que analizaré a la luz de la teoría marxista.

 

“Antorcha”, de Attaque 77.

Sí, ya se. Me metí con un indiscutible, pero bueno, ya era hora de que a alguien se le ocurriera pensar un poco más allá y pasar por el tamiz del materialismo histórico a estos chicos. “Antorcha”, a simple vista, es una canción linda, sentida y hasta tierna. De un chico que le canta a una mina. A una buena mina.

Sin embargo, y lamento por los que todavía no se habían dado cuenta, es una gran apología del lavado de culpas propio de la clase media. ¿De qué hablo? Prestemos atención a algunos versos:

“Yo no quiero pensar que sería de la vida sin vos. 
Nadie te ve pasar, sos un ser perdido en la multitud. 
Y nadie imagina el bien que causás a tu alrededor”

Primero, pará de exagerar. “Qué sería de la vida sin vos”. Hasta donde yo entiendo este sujeto no es Jesús, ni Mahoma, ni siquiera Messi. Evidentemente se trata de algún ser humano cualunque, pareciera que de sexo femenino, que ayuda en algún lugar a gente que “presuntamente” la necesita. Esto estaría relativamente dentro de los parámetros de lo aceptable (es decir, ok, lo que te enamora de la mina es que sea “hospitalaria”) pero todo se torna distinto cuando dice:

“Sin pedir a cambio nada más que el regocijo de sentir que ayudás”

Y acá es donde muestra la hilacha. Esto del regocijo propio es lo que debe alertarnos: no se trata de una salida política a la injusticia, de ayudar para cambiar las bases del sistema para que no haya más nenas de trenzas desarmadas.

No. Se trata de lavar culpas de clase, esas que sentimos muchas veces los que pertenecemos a la clase media o media-alta y no sabemos qué hacer cuando nos encontramos con la gente que no tiene un mango y que fue excluida por este sistema que precisa de la pobreza para subsistir. Nos da culpa no ser pobres, entonces claro, les damos $2. Y nos creemos Juan Carr.

E insiste:

“Con tu antorcha nos iluminás, y también así te iluminas vos…”

Bueno, chicos, no. Basta de reivindicar el asistencialismo y el estilo Camila Speziale de vivir. El sistema ya neutralizó los voluntariados y convirtió a miles de fundaciones en la mejor forma de evadir impuestos que encuentran las grandes empresas. ¿Querés donar tu vuelto para la Fundación Ronald McDonald? No, gracias, prefiero que paguen ganancias, deberíamos contestarles todos.

Todo lindo, somos luz y hacemos bien y es mejor eso a nada, pero no pequemos de Claudio María Domínguez. A veces más que iluminar hay que empezar a incendiar.

Como decía Karl, justicia es una sociedad sin clases. Y el asistencialismo es una excelente forma de confirmarlas.

 

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