Creo que a veces nos dejamos llenar los ojos con elementos o personas que vienen de afuera. Léase el afuera como aquello que no es propio o nativo de este territorio. Con los artistas suele pasar algo así. En Buenos Aires hay un flujo continuo y permanente de artistas que vienen de todas partes del mundo a mostrar lo que tienen para ofrecer, lo cual está buenísimo. No obstante, en algunos casos el hecho de que no sean de esta tierra les otorga algún agregado cultural misterioso que hace que la percepción que se tiene de ellos o ellas esté un poco distorsionada. Podríamos hablar aquí de un residuo de las décadas de los ochenta y los noventa; décadas en las que se hizo mucho hincapié en destacar lo proveniente de otras tierras (lo extranjero, lo importado) en detrimento de lo nacional.
En este marco, el artista (en especial el que ya sabe que tiene un público fijo acá) juega con esos preconceptos que señalé en el párrafo anterior y se tranquiliza. Sabe que hay una fórmula que funciona. Ahora, esta es un arma de doble filo: puede relajar y liberar al artista para manifestar formas diversas e innovadoras de arte; o puede sedimentar elementos que ya se saben que son exitosos, que “garpan”.
Alpha Blondy, quien ya ha venido en reiteradas ocasiones, hizo gala de esta segunda posibilidad. Yo entiendo todo. Que es viejo, que es africano (lo cual siempre da un toque especial), y que es una suerte de profeta del mensaje de luz del reggae. Pero no me pasó nada con el show. Las progresiones me parecieron todas muy similares, la cadencia de los temas también y lo sentí vacío de imaginación. Eso faltó: espíritu de innovación y de autenticidad. Faltó arriesgarse. Estaban todos muy contenidos. Y eso se nota a la legua.
Pese a esto, sí rescato la positividad del mensaje y el papel que interpreta Alpha en el escenario. Tiene un recorrido gigante en la música, y desde ese punto de vista no hay nada que reclamarle. Todo lo contrario. Pero creo que sólo con esto no alcanza. Creo que la única forma de respetar al arte es tratando de ser original, de mezclar cosas impensadas, de romper un poco las barreras de géneros. Más allá de lo que la gente interprete. Uno mismo debe sentir que lo que aporta es nuevo, y que no se quedó estancado en una época o en un momento. Alpha Blondy creo que piensa distinto a mí. Y está perfecto.
Por último, y retomando el eje que planteé al principio, quiero señalar que Nonpalidece fue, por lejos, lo mejor de la noche. Una banda súper aceitada, con un eximio cantante, y con una capacidad de moverse rítmicamente por cualquier lado. Eligen hacer reggae, pero nunca olvidando que para que se mantenga vigente hay que sacudirlo. A veces debemos sentarnos a pensar que lo que tenemos en esta tierra es de primera calidad. Los artistas de acá son de los mejores del mundo. Miremos para adentro, siempre.
FOTOS: Melina Aiello.