Hace unos días encontré un video en Youtube de Matthew Sweet donde, aproximadamente, el muchacho estaba con 150 kilos extra, sin exagerar. Fue un impacto porque lo tenía con otra figura mucho más esbelta, pero son cosas que pasan después de mucha carretera, se entiende. En el video en cuestión Matthew pelaba una versión acústica del rock and roll “Sick of myself” que me gustó tanto volver a escuchar y ver al tipo tocando con la misma intensidad, que pensé en dar algunas razones para que se vuelvan a desempolvar los discos de Matthew Sweet: una combinación infalible para pasar un buen día de sol tirado en el pasto tomando una cerveza.
Algunas razones para escuchar a Matthew…
1-El disco que sacó en 1991, Girlfriend, el tercero de su carrera solista, no tiene desperdicio. Hay para todos: melodías pop, guitarras rocanroleras, balas con acústicas bien claras y una voz diáfana destinada a salir en todas las radios. El tema que lleva el nombre del disco es del manual del buen rock. No se puede pedir mucho más, lo tiene todo.
2-Pasan un par de años, y en el ‘96, Sweet le saca lustre otra vez a las violas. Tira sobre la mesa 100% Fun, otro disco donde el muchacho demuestra que para esa altura ya era el maestro del power pop. Y es que si uno se sienta y escucha la polenta que le mete a las violas es una cosa de loco, no se sabe como carajo hace para que todo suene tan compacto.
3-Un año después, Sweet, no se queda tranquilo y mete otro soberbio disco. Más rocanrol, más melodías pop, y más ganas de preguntarle como mierda hace para pegarle siempre a la melodía perfecta, como si el tipo tuviera un instructivo donde está la clave perfecta.
Bueno, podría seguir, pero creo que es suficiente con esto. Meter tres discos seguidos de este calibre no es para cualquiera. Con esto tienen el verano asegurado. Así que ya saben, a todos aquellos que estén buscando armar una bandita con melodías pegadizas y buen sonido de guitarras al frente, no dejen de seguirle el rastro al blondo y rockero Matthew Sweet.
