Cinco años no son nada pero a la vez es mucho.
Imaginemos un lustro para atrás, quizás era impensado que equipos de la talla de River Plate o Independiente perdieran la categoría, o que Brasil se comiera 7 con Alemania en Belo Horizonte y quedara afuera de las semifinales de su mundial. ¿O quién hubiera imaginado, que de la nada cayera la dimisión de Ratzinger en el vaticano, y el nuevo fuera argentino?
En este interín, allá por los inicios de la década, nacía Alma Bouquet. Banda de la ciudad de Quilmes, del sur del conurbano, como la voz de David Giarroco, un loquito de la guerra como tantos otros que se agolparon en la noche de sábado palermitano.
Se narra la historia de estos cinco años de vida de los alma en una introducción que da pie a “Milonga del umbral”, la cual junto a “Pequeña historia de un ratito conyugal” y “De abrazos inconclusos”, formaron el tridente inicial de una noche para el recuerdo.
Marcos Scalerandi, guitarra, alma y voz bouquetera, luce emocionado. Agradece, se refriega la cara, balbucea, mira a Pablo Calvagno quien, detrás de los cuerpos de su batería en el segundo piso del escenario, le sirve de cómplice. Un trapo gigante cubre a La 45, una banda fiel y desinteresada que sigue a estos pibes a donde quiera que vayan. Mauro Memmo a cargo del bajo y Guillermo Torres en las guitarras completan la escena, un cariño recíproco que va y viene desde abajo y de arriba del escenario, se manifiestan cabalmente en cada intervención al micrófono entre tema y tema.
“El tiempo no es ayer” se unió a dos viejazos en un enganchado bien pensado: “Vaso corto, noche eterna” del EP Oblicuo y vertical (2012) y “Un sueño distinto” un inédito muy celebrado y que pide una grabeta.
La noche no sólo se completó con el repaso de Las preguntas que hice siempre (2014), sino que hubo tiempo para ensayar un cover como “La soledad” de Bersuit Vergarabat, versionado en una interesantísima forma a lo Almita, y también para invitados: como es habitual el gigante Luciano Maiorana aportando su SG rabiosa en “Barro, yuyo, barrio”. Se sumaron también a enquilombar el asunto con el movidito “Borracho y redoblante”, Matías Vettorazzi y Bruno Perassolo de Cuesta Arriva.
“Corceles” cierra la lista, y la velada que conmemora el quinto aniversario de una banda que crece día a día en base a sacrificio, mucha humildad y aún mayor camaradería.
El objetivo de esta crónica es que nadie se quede sin saber quiénes son estos pibes. Sí, que se entere todo el mundo. Que el planeta entero sepa de Alma Bouquet. Es menester que la humanidad conozca a estos cuatro quilmeños. Que se empape de la frescura y la autenticidad que transpiran arriba de un escenario cualquiera. Que festeje la gente cada acorde, cada frase, cada pausa, cada silencio que generan. Que esos sueños de saco se manchen de barro, de yuyo y sobre todo de barrio, que ya no sean esquivos y se vuelvan cada vez más parecidos a logros que a inalcanzables utopías. Porque al fin y al cabo es necesario que se sepa que estos cuatro corazones latiendo y brotando, que estos cuatro pares de pelotas aguantando y empujando a la par, son las condiciones necesarias para que cualquier cosa que se sueña sea posible. Seremos entonces nosotros quienes carguemos los estandartes que nos fabriquen, y ellos el caballito más preciado, ese que siempre quisimos ver galopar.
FOTOS: Daniela Milana.