Florencia Ruiz y Mono Fontana: Música del alma

Florencia Ruiz y su guitarra parecen no necesitar a nadie en este mundo. Con ellas dos, superheroínas de lo real, basta y sobra para todos los fines que se propongan. Salvo, por supuesto, que se trate del Mono Fontana. La unión de dos universos musicales diferentes pero que se complementan tan bien sólo puede dar como resultado un show como el que tuvo lugar el último domingo en El Quetzal: íntimo, lindo, emocionante.

Florencia Ruiz canta con toda la cara. Es de contextura mediana y rasgos pequeños, pero desde que abre la boca su presencia en el escenario se va haciendo cada vez más grande, cada vez más linda. Canta y cierra fuerte los párpados, quizás para que no se le termine de escapar toda el alma en cada palabra, o porque su propia música la invita a un viaje para ella sola (como les pasa a todos los que la escuchan). Su voz es de una dulzura atípica, profunda e hipnótica: una dulzura auténtica, que parece venir de mucho tiempo atrás.

Juan Carlos Fontana se sienta ante las teclas como un científico ante docenas de tubos de ensayo que contienen líquidos de todos los colores, o como un artista ante una paleta que contiene acuarelas de todos los colores. El Mono –como todos los conocen- es así: un artista y un científico, que con todo el tiempo de su lado parece improvisar sabiendo de ante mano qué es lo que quiere lograr en oídos y mentes ajenas. Sus efectos, arreglos y ruiditos sorprenden y proponen climas inesperados y bellos, que muchas veces son el escenario y tantas otras la acción; pero siempre igual de relevantes para la construcción de un todo musical mágico.

La lista repasó canciones de los 15 años de música de Florencia, con momentos instrumentales en los que Fontana se lució especialmente, como en “Viviré” cuando Flor no pudo ocultar estar tan conmovida como el público; “Esa melodía me hace llorar”, le dijo a su compañero mientras se pasaba la mano por los ojos. Desde un tema que compuso cuando terminó el secundario hasta un estribillo en japonés (“Según me dicen canto bien, canto palabras que existen”), Florencia otorgó un pantallazo de su repertorio en una docena de canciones. Para el final del show, versiones de quienes –para muchos de nosotros- son los dos artistas más grandiosos del país: “Amo lo extraño” de Charly García y “Parlante” de Luis Alberto Spinetta, demostrando una vez más lo lindo que es escucharla cantar canciones del Flaco.

El cierre llegaría con un momento inolvidable: lo que el Mono llamó un “karaoke” spinetteano, una grabación inédita de su amigo Luis Alberto Spinetta, a la que le agregó música en vivo para emocionar a todos los presentes. La voz del Flaco, cantando su “Bagualerita”, ocupó cada milímetro de la sala y sus “ondas en aire” hicieron que se humedecieran varios ojitos alrededor. Para todos los amantes de la música de Luis, este regalo de quien lo acompañó en las teclas durante tanto tiempo es un tesoro invaluable y eterno.

Si bien para el público siempre es un placer poder ver grandes artistas en un formato íntimo, no deja de ser una lástima que propuestas de esta calidad musical no convoquen a más de 30 personas en la ciudad de Buenos Aires. Mientras tanto, lamento informarles que las fórmulas repetitivas de la música sin imaginación seguirán triunfando en lo que respecta a su masividad y llegada. Aquí estaremos, como siempre, compositores, músicos, aficionados y también cronistas, para darle batalla.

El ciclo de acústicos El Living de El Quetzal continúa el domingo 15 con Lunesmares y Maxi Gabay, y el 22 con La Calesita y Silver River String Band. Ambos shows están anunciados a las 20.30 horas en Guatemala 4516, Palermo. 

 

FOTO: Melina Aiello.

 

 

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