Si el criterio de selección para una banda telonera es que se parezca en estilo a la principal, 107 Faunos podría ser la mejor opción posible. Así fue que esta otra agrupación platense no solo contagió a los que bien adelante respondían coreando las canciones o saltando abrazados. Cada distraído que llegaba a Groove afinaba la vista y el oído con pánico de haber entrado tarde. Los 107 Faunos aprovecharon los minutos que tuvieron y se ganaron futuros seguidores.
Atracción o repulsión, magnetismo. El Mató a un Policía Motorizado puede no gustarte, pero a los que se hicieron presentes los hermanó en una catarsis cósmica, de esas que logran abrazar desconocidos bajo frases exóticas como “por el camino de tierra”. Y pueden no gustarte porque la Rolling Stone les hace bombo en todos los números desde hace varios años, entonces cuesta creer que no son una mentira más de esos mercenarios. Pero El Mató sopla desde el escenario como un huracán, mezcla de Grunge, Indie y Punk. Y al más talibán de todos, a aquél que la casualidad lo lleve algún día frente a ellos, quizá no logren convencerlo, pero no podrá esquivar la piña psicológica que la banda propina con sus melodías nostálgicas, y una simpleza imposible de refutar.
El Mató conecta íntimamente con su público. Les acaricia la fibra íntima, lo logra mejor que cualquier otra banda. Pasan cinco canciones y Santiago Motorizado, cantante y bajista, pregunta por el micrófono “¿Cómo la están pasando?”. Y entre todas las respuestas que afirman disfrutar, se escucha que alguien retruca: “¿Y vos cómo la estás pasando?” Santiago sonríe y responde que diez puntos. Nada fingida, tan natural y simple es la química entre la banda y sus seguidores.
El décimo tema de la noche es “El día de los muertos”: varias manos acompañan con las palmas hacia arriba, como un ritual o una ofrenda. Un pibe y una piba se comen mutuamente la boca durante lo que dura “Vienen Bajando”, ella en puntas de pie, él presto a no perder la batalla. “Yoni B” levanta el pogo y “Más o menos bien” lo prolonga.
Van dieciséis canciones en una hora y tres minutos. Pasa “Chica de oro”, y es una de las más festejadas. El pibe que resistió “Vienen bajando” se las ve negras: suena “El fuego que hemos construido” y la letra repite “quiero mirarte y que me mires”. La piba captada por la prosa lo busca con la mirada, serpentea su lengua, la canción dura siete minutos. Te la regalo. El Mató desaparece tras el escenario unos minutos.
Vuelven con cuatro canciones más, de las que no pueden faltar. “Guitarra comunista”, “Mi próximo movimiento”, “Navidad de los santos” y “Chica rutera”. Una hora y cuarenta y dos minutos después de iniciado el recital, El Mató un Policía Motorizado se va definitivamente del escenario. Nadie pide otra, y no es que no la quieran. Es todo poco fingido, simple, imposible de refutar.
FOTOS: Lucía Belén Capón.