La banda platense presentó su último trabajo Posguerra el pasado viernes en el local de San Telmo. Dos horas de rock bien fusionado y buenas letras. La Caverna se afianza en la escena a fuerza de compromiso social y sobre todo, grandes canciones.
La noche se presta ideal para una camita por Balcarce, microsistema del pintoresco barrio de la Capital Federal donde conviven los trajeados turistas que bajan de a pares de las combis y la gente como uno, los que aguardamos trago mediante, el horario de apertura de las puertas frente al lumínico de entrada del conocido teatro. Viernes 5 – 23:30 hs. La Caverna, anuncia. Reafirmando una vez más para qué estamos acá. Hoy la banda que tiene su origen en el barrio de Gonnet allá por comienzos de milenio, nos viene a declarar su Posguerra en La Trastienda.
A escasos diez minutos de la medianoche suenan los primeros testeos, las luces bajan, así como la banda sonora del lugar. Hay movimiento, algunos toman el último trago y se enfilan para ver de cerca como el escenario corre su cortina para saludar con un “Hola, que tal?”. Sonaba “Hombre de Humo”, tema apertura del flamante disco y bien pegadito “Que me mate el rock” de Un nuevo Motor, producción del año 2005.
La banda suena sólida, con buenas bases a cargo del dúo Juano Falcone – Nicolás Tierra Nieto, en batería y bajo respectivamente, y un aporte fundamental a la melodía de cada tema que realiza Facundo Ferreira en teclados, coros y algunas guitarras. Acompañan las bases rítmicas de guitarra y la notable voz de Diego Fauci que va desde los más melódicos registros hasta una rasposa y sentida garganta rockera. Por último, pero no por menos importantes, cabe destacar a Roman Kudric en percusión y accesorios y un bien logrado colchón de vientos que nos ofrecen Juan Manuel Candali y Gastón Peñalva.
Seguido a la apertura del show, Diego se calza la acústica, aprovecha para saludar a la gente y anuncia “Vales de besos retornables”, corte de Posguerra y ya con videoclip oficial propio. La gente corea y surgen los primeros caballitos en el campo. Transcurre así la velada y La Caverna ofrece temas para todos los gustos. Desde reggaes como “Bicho de pasto” (del álbum A la sombra del por qué, 2009), “Cielo opaco” y el veraniego “Milagro de otoño”, pasando por buenas dosis de funk con “Resolana”, algunos acercamientos a la cumbia como con “Ahora qué le digo a la vida” y los temas más rockeros de riffs potentes como “Culpables de no morir”, “Un nuevo motor” y “Nacer para Vivir”.
Promediando la lista, se hace mención a la reciente aparición de Guido Carlotto, y se lanza como primer punto fuerte de la noche la cruda “Cinco Horas”, cuya letra refleja el gran compromiso que tiene la banda con la causa de Abuelas de Plaza de Mayo. Juano, nieto de Estela de Carlotto y primo de Guido pone todo en cada golpe y lo culmina con señas de cierto alivio. “Vamos a seguir buscando a los 400 que faltan” afirma Diego.
“A ver si nos matamos de a poquito/ Y hacemos su deseo realidad / les ahorramos leyes/ les ahorramos disparos/ ¡Y nada de ponerse a protestar!”. Suena “De a poquito” y se torna en fiesta el lugar, con un estribillo que incita por si solo a la rebeldía y un lindo quilombito en el campo. Queda tiempo para la chacarera con distorsión “Por el nombre del rock”, dedicada a las víctimas de la tragedia de Cromañon, como para demostrar que la fusión de estilos en La Caverna es algo serio.
Se aguardaba y llegó a tiempo “Ese o ese”, que contó en esta ocasión con la participación como invitado de Santiago Aysine de Salta la Banca. Toda la energía desplegada en este tema se sumó al baile con una cumbia bien festiva, “Cuatro de Copa”, para finalizar la noche a puro festejo, tomar un trago más y disfrutar una linda canción con aires folclóricos como bis. “La canción que precisaba”, vaya paradoja encierra en su nombre. La Caverna necesitó de esta última para finalizar su posguerra en la Trastienda, ese tiempo inmediato a la terminación de una guerra y durante el cual subsisten las perturbaciones ocasionadas por ellas.
Finaliza el show, pero en ese momento inmediato, donde los platenses se despiden de su público sigue vibrando vestigios de una gran noche de rock y comunión, y así será, hasta la próxima.
Fotos: Daniela Milana.
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