Afortunadamente, el viernes 22 de septiembre Palermo lucía más que turistas con guita, imbéciles autóctonos y vidrieras con anuncios en inglés. El barrio en el que Borges situaba sus duelos a faca, hoy le teme al impuesto a las ganancias, a los travestis y los trapitos. Con el ejemplo/advertencia de Metrópolis en frente, el Salón Pueyrredón resiste en un barrio que si le caes mal, te da un golpe y olvidate de tus nietos.
Hay que estar atentos como con Gizmo: si uno escucha bien, esos bichos raros que pasan por entre las lacras perfumadas escuchan punk rock. Se divierten con menos, hablan variantes del castellano, se bajan de bondis. Vienen de otros barrios. Millonario no es el que más tiene, sino el que menos necesita.
Ningún local de ese Palermo y barrio yanqui adjetivando, se llamaría como las bandas que tocan en el Salón: Alerta Roja o De Puta Madre (ex Mal de Parkinson). Los DPM que se presentaban en el Salón, lo hacían con Chueko de Los Mentirosos en la batería, cuya banda tocaba más tarde en el Especial, sobre Avenida Córdoba, en el límite máximo para los autos que giran llenos de “bienvestidos”, “cools” y como poronga le digan ahora.
La lógica indicaba que hasta que el Chueko no terminara con Mal de Parkinson no empezarían Los Mentirosos. La data era que la entrada al Salón valía 50 pesos, al Especial gratis. En el Salón dos bandas con mucha historia, en Especial una banda con mucho presente. Y los cincuenta mangos hacen la diferencia en este cronista, y garantiza que nada condiciona todos estos renglones.
Mensaje de whatsapp: “Temendo Alerta Roja, todavía Mal de Parkinson así q’ todavía no van a arrancar allá”, la noticia que Mati Chacapunk envía desde el Salón empieza a navegar por El Especial, repleto de gente ante bandas teloneras. Las escaleras con gente, gente en la calle que prefiere respirar hasta que arranquen Los Mentirosos. “Sí entra el chueco lo vamos a ver, quedate tranquila”, le dice un pibe a su novia que tiene miedo de perderse el recital.
Adentro el piso empapado de cerveza, una botella de tinto revienta contra el piso y su perfume se combina con el faso, el cigarrillo y tufo característico de cualquier lugar donde no hay espacio para caminar. Un tuco diabólico espera en altas horas de la noche. De pronto una melodía de bajo conocida para todos y pasadas las cuatro de la mañana, o las cinco, salen Los Mentirosos, sin el Chueko y la parejita que espera atenta en la calle. Era clavado.
No te podías caer al suelo, imposible, un quilombo de gente pegada salta y festeja trabándose entre sí, comprimidos entre las paredes que como un lavarropas sacude a todos. El enemigo de las mujeres de sus amigos canta como un gurú para todos los presentes. No solo se emocionan las pibas que están adelante, pegadas a Juan de Madrugada y su bajo, se emocionan los pibes que se hermanan en estribillos sencillos, festivos, tristes, oscuros, dramáticos y cómicos, con todos los sabores de la vida.
No molestó que los primeros temas sean tocados por un baterista auxiliar, pero para el quinto o sexto cuando llegó El Chueko, se completó en escenario la formación que la gente quiere de Los Mentirosos. Es la fiesta del Under punk, o de la canción Under, de un tipo muy sincero, sinuoso y poco correcto. Juan De Madrugada describe como la san puta, como Borges, pero sin la elegancia y virtuosismo elitista y sin sentido.
Whatsapp de Mati Chacapunk: “Claro, ¡cómo nos ibas a ver visto si nosotros nos separamos cuando vos nacías!, ¿Cuántos años tenés, 33? Je, la edad de mi hijo”, dijo el bajista de Alerta Roja. Rememora desde algún lugar en la noche que afuera empieza a terminar. Adentro, Juan de Madrugada, El Chueko, Mauro y Matías siguen tocando para los que tienen los calzones rotos, para los que no se hacen problema de enamorarse de la persona equivocada, para los borrachos, los sucios, los drogados. Serán poco correctos, como quizás esta nota, pero gusten perderse en ese infierno, cuando Los Mentirosos nuevamente incendien ese paraíso de mierda, del Barrio de Palermo.