Tener veintipico y vivir en Capital no es una tarea sencilla. Y sí se es del interior más costoso se vuelve todo. Esa etapa es un proceso de experimentación acorde a las dudas existenciales que se tengan. Se definen formas, valores, conceptos y hábitos. La construcción del estilo de vida se la intenta defender con lo que se puede. Con paciencia, con errores, con insistencia. Y mientras se pretende hacer lo que los deseos mandan, se negocia con lo que ofrece el mercado. Trabajos mal pagos e infinidad de carreras de grado para seguir alimentando los verdes bolsillos de otros. Entonces, se es un anfibio que nada y camina con vaivén. Se tiene una doble vida. La que nos gusta y la que no. Al llegar en 2004 de Trelew, la banda Falsa Cubana se instaló en Bs. As. y se sumergió en dichos senderos. Hoy tienen tres discos. El último se llama Picante (2012) y en la tapa tienen una rana. Un batracio perteneciente al reino de los anfibios.
Petru es el cantante de Falsa y se mueve medio desprolijo. Arriba del escenario hace que baila. Mueve las manos a la altura de su cintura y salta de un lado a otro, como los sapos. Las columnas del Konex no impiden que el frio no cumpla con su naturaleza. El, igual, está con bermudas y una musculosa. Agarra un vaso de birra tamaño XXL y se toma la mitad. Un chorro le cae por el cuello hasta su pecho lampiño. Curiosamente, las ranas y los sapos tienen piel desnuda. Respiran a través de ella. Por lo tanto debe estar bien hidratada. Mientras las gotas caen, Petru se mueve con el micrófono en la mano. Baila mal, ríe bien.
La banda oriunda de Trelew propone entusiasmo y espontaneidad. Hacen lo que les pinta y son creíbles. El público es igual. En la mayoría de los recitales el mundo se divide entre los que bailan y los que no. Acá todos bailan. En el ska cumbiero “Te falta cumbia” nadie quiere pisar el suelo. Se elevan sin control. Poguean, brutos, como en un cumple de 15. No saltan uniformes. Son pibes menores de 30 años que se identifican con las anécdotas de las canciones y saltan eufóricos abrazados a los amigos. También, pegado a la valla, hay un canoso que agita las manos de un lado a otro. Es panzón y cuando levanta las manos queda al descubierto su ombligo. Se da vuelta y se pone de cara al público e incentiva. Luego, le dedica sus dos pulgares para arriba al saxofonista y lo aplaude como si fuera el hijo.
Falsa son diez tipos arriba de un escenario y se puede decir que musicalmente hablando comparten árbol genealógico con Los Auténticos Decadentes y Karamelo Santo. Pero generalizar y concluir suele ser reduccionista. Tienen virtudes propias. Son dueños de naturalidad. Con el público forman familia. A través de ritmos bailables pegajosos le dedican canciones a anécdotas bizarrescas, cotidianas, y las trasmiten en clave del nuevo lunfardo. Y eso gusta y genera risa para ellos y para los demás. Así se evoluciona, con jóvenes que hagan lo que les gusta.
La canción “Negrita” reza “Arte, amor y placer”. Los tres son conceptos abstractos. Imposible ambicionar un acuerdo para sus definiciones. Lo cierto es que Falsa Cubana mucho no se preocupa en encontrarle la vuelta a esas valoraciones. Ellos directamente lo practican y abajo del escenario siempre tienen pibes que sienten y practican parecido. Un Carpe diem en todo momento.
Foto: Melina Aiello