El 2024 trajo, por fin, nuevas canciones para Tierra de Fuego luego de once años de silencio. En el medio, parate, proyectos diferentes de cada integrante y una reunión en vivo en 2022. “Lograste sonreír” y “Ciudad fantasma” son el preludio a un nuevo show antes de fin de año y un nuevo álbum en 2025.
“Tierra de Fuego es una alegría compartida, una ilusión de mantener vivo un proyecto”, relata entusiasta el bajista Ignacio Bianchi en la previa de lo que será la presentación en Lucille el 22 de diciembre dentro del gran festejo de Al Borde del Tiempo por nuestros veinte años de existencia.
“Nos escribimos todos los días, charlando sobre la producción del disco, estamos con otras actividades todos, ligadas a la música, pero son otras cosas. Esta es una actividad más, con el honor de tener a la banda en un altarcito de nuestros corazones”.
―Con Agustín (batería) son hermanos de sangre, con Fernando Aguirre (voz y guitarra) hermanos de la vida. Fueron diez años sin tocar, pero se vieron constantemente. ¿Como rondaba el fantasma de Tierra de Fuego en esos años?
―Fue súper diverso el sentir. A veces te querías escapar un poco de eso. Yo tenía la suerte de no ser la voz, me focalicé un poco más en cantar mis canciones, participar en otros proyectos. Entonces la convivencia fue un poco nostálgica y siempre con un entorno amistoso que quería que nos juntáramos, un público lindo con el que construimos una amistad gracias a la música. Siempre fue un “dale, vuelvan”. Las canciones sonaron en su interín, estuvimos latiendo.
―¿Y entre ustedes lo charlaban?
―De a tres muy pocas veces. Alguna vez Fer vino a tocar en un recital mío de Ignacio Despacio, alguna vez lo fuimos a ver con ese show hermoso de jazz gitano, ahí charlamos algo y fue medio incómodo, y eso que no fue hace tanto. Al principio Fer se fue a México y con Agustín hicimos Ciencia Fricción. Entonces nunca nos vamos del todo, somos como Troilo, siempre llegando (risas).
―¿Cómo es la actualidad de Ignacio Despacio?
―En definitiva, soy yo. Los chicos me habían sugerido que termine mi trilogía de álbumes y me convierta en Ignacio Bianchi. Yo siento que cuando puedo cuidar toda la propuesta estoy muy orgulloso de lo que se logra. Tengo otros anhelos, me gustaría hacer algo más performático, más plástico, pero voy de a poco. El último recital fue con un ilustrador, Mauro Vargas, quien es dibujante y autor de comics. Hay algo visual entonces ahí, y me dio ganas de hacer más. Es como estar en un mini laboratorio: bajo, viola, grabar un poquito, tecladito virtual, cantar a capella, una lista flexible. Una especie de caos, pero cuando el blend es justo y me hago bastante caso en la previa… porque a veces me voy traicionando a mí mismo, que en definitiva es hacerme caso porque vas sintiendo. A veces llego limado de tantas autopropuestas, pero cuando me acomodo más, esos shows salen mejor.
―En Tierra de Fuego, desde tu rol de bajista y como de costado, eras muy charlatán y arengador, ¿cómo fue ese cambio a estar al frente de tu proyecto?
―Con la historia escrita yo me hubiera callado la boca mucho tiempo antes la verdad (risas). Eso no lo podía evitar. Me gustan más las últimas versiones de los Tierra. No me costó ir al frente, lo que sí me costó fue encontrar lugares donde se arme todo, me cuesta imponer. A mí me gusta que sucede.
Escarbando bien abajo en el baúl de los recuerdos, Nacho nos cuenta que la primera vez que el trío se juntó fue para grabar unas canciones de Fernando. “Eran tres temas de un cassette que Fer hizo con su apellido materno y tocábamos ahí Agustin y yo. Estaba buenísimo eso, es sagrado, es un cassette chiquitito, lo tengo y lo miro, pero no sé que hacer porque no lo puedo escuchar. Es brillante, sarpado, él estaba bajo el influjo de Zappa y Steve Vai, medio celta, grababa con afinaciones distintas, tipo Jimmy Page, increíble. Guitarras en Re, afinaciones abiertas. El Triángulo Perfecto, así se llamaba el disco. Todavía me acuerdo melodías”.
―¿Cuándo llega el primer show?
―Así como trío, sin nombre aún, con este coletazo de lo de Fer, fue en un barcito que se llamaba Baires, en Libertador y Sturiza, al lado de la estación de Olivos, la famosa cortada que da a la estación. Estuvo buenísimo, mucha juventud, siempre muchos amigos, arengando, últimos años de secundaria o primeros años post. Una locura de lindo. Y con el nombre de Tierra de Fuego fue en Tigre, Little Wing, ahí fue Guille, siempre presente, estuvo desde ese show. Tenemos fotitos y todo.
―Hubo un tiempo en el que Tierra de Fuego fue un cuarteto.
―Laburábamos en Musimundo y ahí conocí a Diego Natalio, un personaje hermoso, nos hicimos muy amigos. Fue una época donde teníamos una búsqueda de un sonido más hard. El primer disco es una mezcla de diez temas más cinco. Cinco sin él y después diez con él, y creo que un poco se nota cuáles son los distintos.
―¿”Místicos animales” fue el disco bisagra de la banda?
―Nos dio un contexto dentro de la escena de lo discográfico, junto a Barca, de laburar con radios, de intentarlo básicamente. Desde la difusión, desde organizar una propuesta. Elio Barbeito, su director, remasterizó Místicos y produjo Mil Días después. Nos enseñó lo del palo y a la bolsa. Místicos es un mostro de mil cabezas, con detalles por todos lados, nos gusta más eso. Mil Días Después es más directo, probamos ese dulce de lo conciso y quizá no suena como nos gusta, pero sí nos dejó muchas enseñanzas, y creo que las tomamos para el camino. Además, Barca nos organizó un trabajo de una banda que quería vivir de tocar. Y lo intentamos, hicimos giras, nos organizamos para las radios, para conocer más gente, viajar, aspirábamos a ser una banda que se consagrara en las grandes ligas.
―En un momento Tierra sonaba en la Mega, veías canal 13 y se iban a la pausa con un tema (recuerdo a “Caramelos para quebrar la soledad”), tocaron en algunos Pepsi Music, muchos shows repletos con más de 300 personas. Había una base ahí.
―Barca nos apoyó, pero era una discográfica independiente, chiquita. Había mucho trabajo, pero tal vez podía haber un techo. Pero se trabajó mucho. Hay muchas autopistas que dan en ese choque.
―Los caballitos de batalla de Barca en ese momento eran Tierra de Fuego y No Te Va Gustar. Uno ve que capaz, ese poquito que había para invertir, tal vez terminó yendo para No Te Va Gustar.
―Con el diario del lunes la pegaron (risas). Me parece que No Te Va Gustar es una banda más antigua, con más raíz, venía más establecida y había como un reflejo en la fuera, con una base y un recorrido en Uruguay. Era todo más sólido.
―Algunos por esa época también los catalogaban como los sucesores de Divididos.
―Cuando las performances se ponían jugosas en el groove y venía esa cosa de estirar los temas con base puede ser. Pero somos más cancioneros, más redondos, Divididos tiene una poesía muy particular, la resignificás y la flasheás, no todo es “Pepe Lui”. Igual “Cuadros colgados” te das cuenta… (risas). ¡Qué lindo tema, qué banda espectacular!
―En 2013 llegó “Súper Imposible Máquina Espacial”, y se escuchó muy poco en vivo. Rápidamente llegó el parate. ¿Estaban como desencantados del momento?
―Yo creo que algo de desencanto o de realidad puede haber pasado. Un poco de todo. Pero lo intentamos, quizá ya para esa época ya habíamos crecido, estábamos conviviendo con nuestras parejas, había pasado una forma de hacer las cosas más aventurera. Ya estábamos más grandes, imagino que estábamos aceptando eso. Fue suficiente capaz para esa época, tal vez también hubo un estrés.
―¿El click para el final fue en los ensayos para festejar los 15 años de la banda?
―No creo cometer ninguna infidencia. Creo que al ser la voz cantante Fer y tener que conectar con lo que habíamos sido a fines de ‘90, principios de 2000, dijo “no quiero cantar esto”. Yo me acuerdo, vio la lista de temas y dijo “no”. Todo muy consentido, claro, por los tres.
―Por qué eso decantó el final en ese entonces de la banda y no solo la no realización de ese show?
―No sabría decirte. Trabajamos tanto para el disco, que estaba calentito, se tocó re poco. Las canciones seguían hirviendo. Por mi parte, puedo decir que lo de Ignacio Despacio se gestó muy tímido y cada tanto cantaba un poquito, estaba también la banda Fanfarrón en ese momento donde pasé de ser bajista invitado a titular y compositor, muy ladero de Fabio Rey que lideraba el proyecto. También estaba con amigos en Under Garmaz, había muchas cosas y muchas canciones como para quedarse quieto. Y ahí, la duda de saber si decir basta te iba a dar más fuerza a vos, porque nos encantaba mantenerlo vivo a Tierra en un punto, pero también había que matarlo para que pasaran otras cosas.
FOTO: Luz y Gama