La transmisión

-Gori, soy gonza de La Pampa, un conmovido por Fantasmagoria.
-Gonza de La Pampa, muchas gracias. Mirá, acá tengo un regalo para vos.
-Muchas gracias vieja- le dije contento y le di un abrazo.

A la púa esa la perdí hace poco. No sé, nunca fui muy apegado a ese tipo de cosas. Digamos, mejor, que al valor sentimental no lo interpreto como la sociedad indica, como ese valor agregado que hace que los objetos se carguen de significado y que genera que uno se tenga que sentir mal en caso de perder o romper algún objeto así. Lo que trasciende son las situaciones y el recuerdo de ellas, no los objetos. Lo humano, por sobre lo material. Las materialidades no pueden fijar nunca todo el sentido de un encuentro o una emoción fuerte en su cuerpo.

A Gori, guitarrista y cantante de Fantasmagoria, lo inventé miles de veces antes de cruzármelo en la noche (obvio) porteña. Bah, palermitana, que no es lo mismo. A la banda en sí la conocí a través de la tele, exactamente por un show en vivo en un estudio que grabaron y pasaron por Much Music. Me encantó ese look del loco. Desparpajo para tocar esa acústica en una banda de rock, cosa que para mí es novedosa y va a serlo por años, ropa ajustada, de cuero y pelos largos y flasheros. Si no te interpela algo así cuando sos pibe, o adolescente o lo que sea, no sé qué lo hace.

Por supuesto que las canciones tienen que estar buenas, sino no hay nada. Pero ver a estos locos con esos portes y esa actitud de ir al frente por medio de canciones pensadas con guitarra acústica me llamó la atención poderosamente. Yo ya venía seducido por la acústica. Siempre me gustó bastante más que la eléctrica, pero chocarme con eso y dejar que lo que estaba viendo me conmueva y me atraviese el cuerpo es otra cosa. Además, ver a Fantamagoria me mostraba que era posible reintroducir esa figura de la guitarra acústica en el rock, o en cualquier música. Es sólo una cuestión de sacar los prejuicios estúpidos que hay alrededor de determinados géneros; que el rock se hace con tales instrumentos, que el reggae es de determinada forma, el pop lo mismo. A la mierda con toda esa mierda. En la pluralidad está el crecimiento. En todos los órdenes y desórdenes de la vida.

Escuché mucho la música que me brindó Fantasmagoria, sobre todo en mis primeros años acá en Buenos Aires. Pero no me lo crucé a Gori hasta hace unos meses. Y le metí una seguidilla. Dos veces en un mes o algo así. La segunda vez que lo vi, fue en un baño del mismo boliche de la primera, y mejor no contar todo lo que pasó ahí. Sólo quiero decir que me dijo que escuche a una banda y que con esa banda iba a entender a Fantasmagoria. Ni me acuerdo que banda era. Me acuerdo que la puse al otro día y no me gustó para nada. A mí me gusta Fantasmagoria, no quiero saber de las banditas yanquis que la influenciaron o no sé qué. En este país hay una tradición cultural tan vasta que por momentos se pierde de vista. Se ha producido música tan buena que somos comparables con cualquiera. Con cualquiera, eh. No lo digo por Fantasmagoria, lo digo por todos los que aportan a la producción artística  en general. Muchas de esas producciones encierran vida en un lenguaje raro, en códigos extraños si uno se pone a pensar en cine o teatro, o danza. Pero para mí ahí está la pureza del ser. En miles de lados, pero especialmente ahí. Y el acto de transmitir esa pureza en la forma que sea es respetar al otro, porque le estás ofreciendo lo más valioso que tenemos: el ser. No hay más valor que el emanado de una conexión a través de dos seres que chocan en una situación determinada y se dejan llevar. Pasa que tenemos, hoy todavía, los cuerpos atados y los prejuicios a flor de piel. Elijo creer que los años que vienen serán mejores, por lo menos, en ese sentido.

P.D: Siempre, como dijo Fito, es una cuestión de actitud. La vida es una cuestión de actitud, y el Gori la tiene. Los que no lo asimilen seguirán en prisión perpetua, esperando una solución mágica o divina que los emancipe. 

*Este artículo fue escrito originalmente el 11 de marzo de 2015.

 

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