Pez: Las noches poderosas

Después de muchos años de seguir a una banda no todos los recitales son memorables. Más aún si la banda en cuestión saca un disco por año y toca relativamente seguido tanto en Capital como en el Conurbano. Si vivís en Buenos Aires, casi siempre estás a un subte o dos colectivos de distancia de ir ver a Pez. La posibilidad está ahí, latente. Es sólo cuestión de ganas y en última instancia –quizá cada vez menos última- de plata.

Probablemente sea injusto pensar que seguir a una banda es bajar los discos el día que los lanzan (siempre y cuando se trate de un grupo generoso), verlos en vivo de vez en cuando, comprar un cd cuando te queda un vueltito. La continuidad tiene más que ver con unir canciones con momentos muy preciosos de tu vida, imprimir imágenes mentales a los versos, saber qué recitó Ariel Sanzo antes de tocar “Post-Crucifixión” aquel febrero, agradecer que los diez años de Frágilinvencible hayan empezado con tres temas random y haber podido llegar a escuchar el disco entero en vivo, acordarte en qué pizzería te olvidaste los póster que compraste en el kiosko de la banda una vez, no sacar fotos con el celular porque es mejor respirar hondo, abrir los ojos y sentir. Así y todo, después de muchos años de seguir a una banda no todos los recitales son memorables. Pero algunos sí.

El último sábado Pez dio un show para el recuerdo en Vorterix, uno más para sumar estampillas al álbum de la memoria emocional: la presentación oficial de Pelea al horror. Este disco tiene algo especial. Lo más determinante no tiene que ver con que esté vinculado a la coyuntura socio-política de Argentina 2017, este presente también podría estar musicalizado con “Bancate ese defecto” (Charly García, 1983), “El diablo de tu corazón” (Fito Páez, 2000), “Clonazapan y circo” (Andrés Calamaro, 1999) y un largo etcétera. Tampoco que a los “seguidores” de la banda los interpele precisamente por ser una música que habla de su tiempo, Pez es desde hace 25 años una banda de su tiempo. Lo interesante de este nuevo álbum es que una banda que nunca quiso conformar a nadie los termina conformando a todos.

Pez es una banda de rock, pero sobre todo ecléctica. Hoy (2006) no tiene absolutamente nada que ver con Nueva era, viejas mañas (2013), pero en Pelea al horror conviven “La balada del niño mudo, el perro blanco y la señorita Bettie” con “Parte de la solución” y al final todos tienen ahí enfrente eso que fueron a buscar. Es un disco súper Pez en su indefinición, que habla de bancar la posición en presente, pero la letra de “Carne roja” recuerda a “Siesta” (1998), “La balada…” es la continuación de “Bettie al desierto” (2006, ambas compuestas junto al escritor Fabián Casas), “1986” tiene su correlato en “Casette” (2010) y “Parte de la solución” está hablando del fassssso como “Los caretas del reggae” o “El temible hongo Fusarium”. La discografía de Pez es heterogénea y por eso en su público conviven los que prefieren las canciones fogoneras que se pueden tocar en la playa con una guitarra, y los que se quieren romper la cabeza y poguear como si no hubiera un mañana. En la presentación de Pelea al horror quedaron todos contentos: hubo folklore y palmitas y hubo headbanging desaforado.

Además de tocar todas las canciones del disco, los Pez hicieron un recorrido por su discografía que incluyó canciones siempre bienvenidas por el público como “Queseaelvientoelquenferme” (1996), “Phantom Power” (2000), “El cantor” (2001) y “Por siempre” (2004). El show fue largo (2 horas y 20 minutos) y se dividió en dos bloques: las sorpresas llegarían después, luego de una pausa acompañada por una pieza musical grabada por Juan Ravioli quien se incorporó a Pez en 2015 en piano, órgano, guitarra y voz.

La segunda parte comenzó con un homenaje al rock nacional: “Seminare” de Serú Girán, “Ando Rodando” de Gustavo Santaolalla, “Atado a un sentimiento” de Miguel Mateos y una versión demoledora del “Blues de Cris” de Pescado Rabioso. Inmediatamente después, llegó el momento de la canción que da nombre al disco, “Pelea al horror”, y los puños en alto agitaron ese estribillo que deja bien en claro que “no podemos entregarnos sin bancar la posición / es difícil, se hace duro, pero impera  / darle pelea al horror”. PAUSA. Más allá de la música y lo que ella imprime en el cuerpo, el álbum de la memoria emocional se llena con otro tipo de recuerdos: la sensación de estar en el lugar indicado o eso que algunos llaman pertenencia. Con el último acorde de “Pelea al horror” un pequeño grupo inició el fuego: “Yo sabía, yo sabía / que a Santiago, lo mató gendarmería”. El incendio se expandió como en un bosque y todos los presentes se unieron en un grito de rabia que vale la pena sacarse del cuerpo únicamente porque en el fondo hay esperanza. Pez respondió con “Espíritu inquieto” (2000) y el primer verso (“Eolo me enseña analogía para resistencia”) se hizo carne con la gente: esas son las verdaderas estampillas que completan la serie.

Cerca del final, subió al escenario el único invitado de la noche: Martín del Zotto, quien grabó versiones folklóricas de algunas canciones de Pez y se las hizo llegar a la banda. Primero con la quena y después con el bombo interpretó junto a ellos “El viaje”, “La sin nombre” (2006) y “Caminar” (2004), el último de los grandes momentos de una de esas noches poderosas, donde todo puede pasar.

 

FOTO: PH Sombra

 

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