José Luis Pardo nació en Buenos Aires pero hace ocho años ya que vive en España y viaja por todo el mundo con el blues como estandarte, tocando con artistas de primer nivel y destacado por la crítica anglosajona por sus virtudes con la guitarra. Su noveno disco, Ruccula for Dracula, salió a la luz, y esa será una excusa más que placentera para tocar en su tierra natal y presentarlo el próximo martes 6 de diciembre en Boris Club.
El músico palpita ya este show que marcará su regreso a nuestra ciudad luego de un largo tiempo: “Veo que por suerte el disco está gustando y se está compartiendo mucho, hace más de un año que no toco en Buenos Aires, así que espero con ansias el show, una nueva oportunidad para volver a tocar con músicos amigos, ver amigos en el público y conocer nueva gente”.
-¿Cómo fueron gestándose las canciones de este nuevo disco?
-Mi disco anterior de 2014 era un compendio de muchas canciones que no habían encajado en ninguno de mis otros trabajos por estar bastante alejado del blues. Eran temas en español, no siempre con una base negra detrás. Era una necesidad que tenía de no dejar que eso se muriera en un cajón. Después de eso, me fue mucho más fácil componer material con raíces negras, de soul, blues o funk y cantado en inglés. La mayoría de las canciones surgieron entre 2014 y 2015, salvo tres temas que son del disco anterior pero regrabadas y adaptadas al inglés.
-Si bien el blues marca el camino de tu música, hay un abanico grande de estilos que rodean las canciones. ¿Cómo fue desarrollándose la incursión de varios estilos?
-Me puse a full con la música de la mano del blues. Con el tiempo fui conociendo el blues muy a fondo, por estilos, por épocas y demás. Algunas cosas las sé interpretar o tocar bastante bien y otras un poco menos. Pero al fin y al cabo, siempre fui amante de toda la música, y me tocó la adolescencia de los ‘90 con los Beatles, los Stones, Marley y Nirvana como soundtrack. A la hora de componer, por alguna razón, todo eso aflora y no lo reprimo. Hay mucho blues muy bien grabado y tocado ya.
-¿Cómo se gestó lo musical en tu niñez?
-Tengo muchos recuerdos de muy chico, con cinco o seis años, pegado a un Noblex de mi abuela con los cassettes de Michael Jackson y Europe. Los escuchaba hasta gastarlos. También sonaba en casa Los Abuelos de la Nada y Charly García, y siempre me quedé atrapado en la música. Tenía un vecino hippie que tenía una guitarra criolla y para mí debía ser amigo de John Lennon. Me alucinaba pero no entendía mucho.
-Y en la adolescencia ya fuiste más a fondo.
-Ya con 14 años había hecho el ingreso al conservatorio y había insistido mucho para que me compraran mi primera Strato. Pero como no sabía tocar nada con ella, quedó bajo la cama por dos años, hasta que escuché una publicidad de Shot que tenía un tema de Stevie Ray Vaughan. Ese sonido cambió literalmente mi vida y con mucha cabeza dura pasé noches y años sacando licks hasta que al final, sin saberlo, con 16 años ya estaba dando algunos conciertos en algunos bares de Buenos Aires, y con poco tiempo más pasé a formar parte de algunas bandas que iba a ver algunos años antes.
-Eso te llevó a tocar con artistas de la talla de Pappo, por ejemplo.
-La primera vez que toqué con Pappo fue en Club X en Palermo. Recuerdo que el primer solo que hice rompí cuerda, pero sobre todo recuerdo que en cuanto Pappo tocó su primera nota en un solo, el lugar se vino abajo. Fue una buena enseñanza de lo que es poder transmitir con la guitarra, y como no todo tiene que ver con técnica ni velocidad. Había gente que para mí tocaba mejor que él, pero no había visto que un lugar se viniera abajo con la primera nota.