Los Auténticos Decadentes: Vivirán por siempre

El señor de anteojos y calvicie casi completa está intratable. Agita y pide que el show empiece de una vez de la mano de su mujer y al lado de sus tres hijos adultos y sus dos nietos. Es el grupo más alborotador del campo del Luna Park y cuando se apagan las luces y suena “Como me voy a olvidar” poguea sin importar quien esté al lado. Ni hablar cuando al toque arranca “Entregá el marrón” y corean todos juntos abrazados el estribillo sin tapujo alguno.

La dupla de calidad y calidez que conforman cuando cantan sus canciones Diego De Marco y Jorge Serrano es insuperable en la música popular argentina. El primero te puede llevar a recordar a tu prima lejana o a pasear por Temperley con una simpleza irónica irresistible. El segundo cuenta todo lo que hubiéramos querido decir pero mejor, mucho mejor: “El fin de semana la pasamos encerrados en la cama mirando televisión, prendemos el turbo, cerramos las ventanas y miramos El Crucero del Amor”. Como dicen los jóvenes de hoy, la poesía de Serrano es todo lo que está bien en este mundo.

El rockero barbudo de treinta y muchos está solo, casi escondido en el fondo con su campera azul Adidas y su pañuelito stone. Tal vez en otro tipo de shows lo veamos en el pogo chivando pero acá se muestra tímido. Sin embargo canta todas, absolutamente todas las canciones, llegando al pico máximo con el combo “Corazón” y “Diosa”.

Cucho Parisi puede estar la mitad del show fuera de escena pero nunca dejará de ser el dueño del circo. Cuando se disfraza de payaso y canta junto a de Jorge de Los Sultanes y Gustavo de Los Tulipanes demuestra que es el alma de la fiesta decadente. Como casi nunca en treinta años, repite varias veces su desacuerdo con la realidad política del país y desnuda la actualidad de las letras de “El dinero no es todo” o “Gente que no”.

Las chicas llegaron en grupete, son casi una decena y entre todas promedian aproximadamente los 16 años. Bailan, saltan, poguean, cantan, se emocionan según lo pida el hit en cuestión. Se ríen y cantan abrazadas por igual la dulce “Un osito de peluche de Taiwan” o la divertida y ahora polémica “La marca de la gorra”.

Se asocian invitados de todo tipo para el megafestejo: desde Juanchi de Los Pericos como compañero de viaje desde siempre hasta la mujer de Serrano para cantar “No me importa el dinero”, pasando por Maikel y El Mono de Kapanga, el Pepo, y el Suizo Sayans (cantante del hitazo “Cyrano”). También aparece Dr. Shenka de los mexicanos Panteón Rococó (exquisita versión del viejísimo no hit “Skabio”) para demostrar la supremacía y el poderío latinoamericano de los Deca. Sin embargo, el invitado más presente en alma y canciones es Alberto Castillo, para que suenen enganchaditas las históricas “Siga el baile” y “Por cuatro días locos”.

Al punky no le importa nada. Todo de negro se mete en cada pogo que se arma, tira alguna que otra mano, transpira, baila cuarteto, cumbia y hace trencito detrás de una joven con pollera, tacos altos y cartera. Delante de ellos viaja un adolescente en cuero que al rato lagrimea al escuchar “El pájaro vio el cielo y se voló”, tal vez por haber perdido su primer amor, pero sin saber todos los que estarán por venir.

El caos escénico decadente es lo mejor. Nada es igual. En cada concierto pasa algo totalmente diferente. Esto en gran parte se debe, extrañamente, a la sección rítmica. Sacando a la base fija conformada por el guitarrista/manager Nito Montecchia, el batero Mariano Franceschelli y el bajista Pablo Armesto (el culpable de que todos quieran ser “Los piratas”), los percus descontrolan todo: Eduardo Trípodi es el amo del zurdo pero va y viene con todo tipo de accesorios, La Mosca Lorenzo deja los timbales constantemente para cantar, corear y hasta para disfrazarse de perro y presentar a toda la banda, y el Francés Bernardou casi nunca toca las congas pero salta por todos lados, agita, filma, saca fotos, tira agua y alegra nuestros corazones.

La parejita veinteañera ríe, llora, se abraza, se empuja. Viaja por todos los estadíos y siempre termina en un abrazo. A su lado tres amigos parecen gozar más cuando gotean los Lados B. “Auténtica”, “El vino triste” o la nueva “Tanta soledad” son coreadas por pocos pero destilan calidad compositiva para el deleite de los adoradores de la discografía decadente, quienes se sienten privilegiados al ser tan solo un pequeño grupo selecto.

Los vientos son el corazón de la melodía. Se lucen Daniel Zimbello, Capanga Eijo y especialmente Pablo Rodríguez (brilla el saxo en “Loco, tu forma de ser”). Son los que nos delatan qué hitazo está llegando y nos preparan para recibir la canción de la forma que ella quiera.

Dos horas y media de hits. Treinta y siete canciones, muchas sonando en clave medley cual si fuera un show de una banda de cumbia pero XXXL. Todos los climas envueltos en desprolijidad (a veces oportuna, a veces inoportuna) desembocan en una sonrisa de oreja a oreja. “La guitarra” llega a la cumbre de la canción de los reyes de la canción. “Y la banda sigue” termina la noche dejando en claro que los festejos por los treinta años ya pasaron pero vendrán mucho más. Este mundo sin dudas es auténtico y decadente.

 

 

FOTO: Fernando Agra.

 

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