El Siempreterno: Somos sombras de la noche

Sergio quiere ir a pasarla bien un rato con sus amigos. O mal, pero eso es lo que menos importa. Ahí se siente libre y viaja en una de las tantas variantes de su maravilloso mundo. Se envuelve en el costado punky-rebelde de aquel viejo tema de los Cadillacs, agarra el whisky, la camisa negra, tal vez alguna que otra cosita más y enfila para Niceto. Mimi lo deja ser, lo acompaña y se viste para la ocasión, disfruta y probablemente recuerda sus viejos tiempos metaleros. Su hijo Leroy esta vez no se pierde la jodita y se suma a la salida ubicándose como espectador en la parte superior del boliche palermitano.

Abajo nos encontramos todos nosotros: están los que pasearon por sótanos noventosos para ver la primera etapa de Cienfuegos; los que vivieron el comienzo de siglo en este mismo lugar siguiendo los pasos de esa banda, de Mimi Maura, o Dancing Mood; los que añoran la faceta cadillac más sucia y desprolija; los que hace veinte años hacían pogo, mosh y slam.

El viaje ya puede comenzar. “Para siempre no es suficiente” pero nos invita a consumir “Más de lo mismo” y nos encanta. El costado oscuro de Sergio Rotman es sencillamente brillante para los adultos adolescentes que quieren sufrir un buen rato. Las letras pegan. La pelea contra la religión, automutilarse con excesos y sentirse “Full coma”, el camino “Hacia el mar de carbón” (“cómo decía Lou Reed en “Cremation”, nos enseña) para volver a ser nunca nadie junto a la reencarnación de la banda que no existe. Cuestionamientos existencialistas que los de treinta o cuarenta y pico ya parecen no tener tiempo de hacerse. Pero acá, en estas dos horas, se dan el lujo de volverse a preguntar para qué mierda es todo esto que se hace llamar vida.

“A principios de los ’80 escuchábamos mucho esta banda que por entonces no conocía nadie, y ahora tampoco”. Suena el primer cover, “Noviembre” de los españoles Décima Víctima, un número puesto en las noches de El Siempreterno, editado en Hacia el Mar de Carbón (2012).

Después del punk extremo de “El secadero”, Rotman por enésima vez consulta si alguien tiene una pregunta, toma un trago de whisky, nos gasta por encontrarnos demasiado quietos, y nos acusa, con razón, de que ya estamos viejos para subirnos al escenario y tirarnos encima de los demás. “Ustedes iban a ver a Fun People, pero leían Baudelaire” apunta, y una fuerte voz desde abajo dispara con mucha más razón: “Íbamos a ver a Cienfuegos. El consuelo para los nostálgicos llegará un rato después con la perfecta versión de “Moonage daydream” de Bowie pero antes “Bajo este sol” se entromete y se convierte en uno de los temas más coreados de la noche.

“Leroy, decile a tus amigos que tu papá no siempre se porta así… o sí”. Un Sergio endiablado intenta en vano (y en joda) excusarse ante su hijo mientras Mimi le reprocha algo. Es así, entre tanto recreo que parece ser por momentos El Siempreterno, las miradas se las lleva la pareja perfecta. Se abrazan, se besan, bailan, se toman de la mano, se pelean, se vuelven a abrazar, se miran, se buscan, se lucen y disfrutan. Son dos enamorados que cantan frases como “esta raza nunca sintió amor”, “si hubiese entendido que la soledad no es estar solo” o “tuve una vida feliz o fue todo un infierno y por eso lo olvidé”.

En el público parecen estar los mismos de siempre. Es una reunión de amigos, quienes tal vez se vean solo en estos shows, pero todas las caras te suenan. Y los integrantes de El Siempreterno no quedan al margen de esta juntada, con Rotman y Nando Ricciardi (el mejor batero de este país, vengan de a uno) a la cabeza, pero también con el bajista Ruso Sánchez y el nuevo violero Hernán Espejo, personaje histórico del indie, quien cumplió con creces en esto de tener que reemplazar nada menos que a Ariel Minimal, o Sanzo, o como se quiera llamar ahora. Y por supuesto también está Mimi que hace muchos años ya es una más de toda esta linda vorágine. Nos conocemos todos, arriba y abajo. Es otro de los chistes de este viaje, nos encanta y no queremos que se termine.

Pero llega la última estación. Ya casi son las 12 y la aguja nunca miente. Se acaba el “Periplo cósmico” con un último recorrido exquisito que hace que todos se vayan tristes y nostálgicos a pesar de haber disfrutado al máximo. “Abandona toda tu vida y metela en una taza”, dice en inglés The Velvet Underground en voz de Mimi y Sergio cantando “Pale blue eyes”, envueltos en una banda de negro que termina sus últimos acordes de espaldas, con la lúgubre tenebrosidad que propone el amigo Lou.

¿Cómo sigue todo ahora? No sabemos. Mientras tanto algún siempreterno amanecerá en el bar a las seis, seguramente.

 

FOTOS: Melina Aiello.

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