Promediaba la primera hora del concierto. Un tipo canoso, ubicado en el fondo del campo del Luna Park, no aguantó más y lanzó un potente alarido, una voz ronca, más víctima del cigarrillo y los años vividos, que de haber cantado desaforadamente en la noche: “¡Quiero saltar!”. Los más cercanos lo escucharon y esbozaron una sonrisa que significó lo mismo pero sin palabras.
Y es que así fue el comienzo de la presentación de Brindando Por Nada (2016), nuevo disco de Las Pelotas. Tan claro como tranquilo. Tan exquisito como denso. Tan relajado como despojado. Las nuevas canciones saludaron, y brillaron las perlas que son el corte “Víctimas del cielo”, o la claroscura “Nada es real” con el tecladista Sebastián Schachtel bien al frente, que por momentos expulsaba nostalgia de aquellas viejas “Sombras”. Y si hablamos de recuerdos, un tranquilo Germán Daffunchio minutos después cantaba “no importa cómo fue, porque aún hoy vives” y erizaba la piel a más de uno.
A pesar de que las viejas “Combate”, “Desaparecido” o “Qué podés dar” electrificaban de a poco la noche, otras nuevas canciones que pasaban sin tanto entusiasmo se mezclaban con “Como se curan las heridas” y “Pasajeros”, hits que tendieron más a escuchar y cantar en voz baja que a lo que aquel canoso reclamaba.
Y así también lo sintió el público en general: tan encendido como apagado, tan atento como expectante, tan sereno como impaciente. Una especie de murmullo entre el disfrute de la calidad y calidez que brotaban desde el escenario, y las ganas de rabiar con el histórico y rico repertorio. Si bien el nuevo público es el que aporta el número total para llenar una vez más y agotar el Luna Park, también se caracteriza por ser más cauto, más escucha. No son adolescentes, no están adelante pogueando ni atrás cantando. Y entonces sobresalen los viejitos, que además de ser amplia mayoría entre las ocho mil personas, son los que quieren cantar y saltar aunque sepan que esta (ya no tan) nueva etapa de la banda es diferente. Es que el público de Las Pelotas es de los más fieles de la música nacional: sabe a qué se atiene, respeta lo que no comparte, disfruta lo que ama, acepta con gusto lo nuevo que lo emociona y canta con euforia lo viejo que va a buscar. Y va, siempre va.
Entre tanta paz llegó, para sumar más murmullos, el bloque acústico en el que igualmente maravilló la interpretación de “Será” con la participación de Kola Canga, corista de la versión original y ultra conocida. Allí a un espectador se le escapó un “enciendan los equipos”, que fue el preludio para cuando Daffunchio anticipó “Escondido bajo el brazo”, gritando “So-so-so soy un pato” y obteniendo como respuesta un tímido pero multiplicado “noooo” desde abajo del escenario.
Pero para ese momento, por suerte, ya había pasado unos minutos antes el siempre esperado y disfrutable bloque reggae, con los súper coreados estribillos instrumentales de “Si supieras” y “Hawaii”, más el bailable temazo nuevo “Hasta el fondo del río”. Ya entonces todos sabían que luego vendrían las canciones que vinieron a buscar.
“Cuando te busco no estás, cuando te encuentro te vas”. Nada más hizo falta decir. Una pareja cincuentona cantó desaforada, a dos chicas sub 20 no les quedó otra que meterse al pogo de gente mayor, y un grupete de muchachos y muchachas de treinta y pico de años derrochó felicidad. Arrancó el espíritu del Bocha que se completó con “Sin hilo”, “Escaleras” y “Ya no estás”, y se volvió escalofriante cuando subió el amigo de la banda Gabriel Dabhar a cantar “Muchos mitos” y “Día felíz” con su voz y su actitud tan abrumadoramente parecidas al querido cantante fallecido que dio miedo y emoción por partes iguales.
Tan tristemente actuales resonaron las letras de “Esperando el milagro” y “Capitán América” (esta última con Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar, aquel que en el 5×5 en el Estadio Malvinas descollara con “Hola, que tal”), que la rabia de las voces de arriba y abajo del escenario expulso más ferocidad que de costumbre y hasta se esbozó un retraído pero numeroso “vamos a volver” desde el campo.
La gente pidió la añeja “Movete” y Las Pelotas la regaló junto con “Brilla (Shine)” de yapa. Y cuando muchos empezaron a abandonar el recinto, creyendo que ya no había más, la banda volvió para ofrecer el mejor momento de la noche y dejarle a su público un mensaje clarísimo. La perfecta “Mañana en el Abasto” de Sumo interpretada con belleza pura nos dijo a todos: ¿así que no querían más temas lentos? Tomen este lento, disfrútenlo y no jodan más. Y así nos fuimos todos bien satisfechos, contentos y totalmente hipnotizados por el poder de las canciones. Dos horas y media de disfrute. Las Pelotas lo hizo de nuevo. Gracias.
FOTO: Gentileza de prensa.