Cantaba sin premura, porque el alba tarda en clarear.
Jorge Luis Borges
La conciencia sobre la fortuna de haber nacido al sur del sur del continente americano vuelve al cuerpo, entre otras ocasiones que suelen incluir el arte y la historia, en un recital de Liliana Herrero. Como escribió Eduardo Galeano “Recordar: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”, la entrerriana trae a la memoria canciones que forman parte de nuestro ADN cultural, zambitas y chacareras que viven en algún rincón del inconsciente, aún cuando nunca antes las hayamos escuchado. Cuando Liliana abre la boca y canta, dispara letras y músicas con ternura y eficacia, directo al corazón latinoamericano.
La cantante comenzó el primer Ópera de su carrera hablando sobre las márgenes y el centro, sobre la importancia de traer canciones que nacieron, vivieron y fueron posibles en lugares remotos, que nada tienen que ver con las marquesinas de la calle Corrientes (“Con estas músicas que portan una memoria, que son piedras preciosas de la cultura popular, estamos en el Ópera, en el centro de esta puta ciudad, como dijo Fito Páez”). Desde el principio, su recital desafió completamente los códigos socialmente establecidos en un show: habló todo lo que quiso, saludó y agradeció a todos sus amigos desde el escenario y hasta tocó dos veces una misma canción, “La catamarqueña”, de Eduardo Falú, ya que la versión era demasiado corta para ser tan linda. A lo largo de la noche, Liliana dedicó palabras a Milagro Sala, a de Severino di Giovanni, a Rodolfo Walsh, al Estudio ION, a bibliotecas, artistas, políticas públicas y pueblos a los que nadie trae a un escenario del centro de Buenos Aires.
Junto a su ajustadísima banda, integrada por Pedro Rossi (guitarra), Mario Gusso (percusión), Ariel Naón (contrabajo) y Martín Pantyrer (vientos), comenzó la presentación del disco Imposible (2016), cantando la vidala de Juan Carlos Franco Páez que da nombre al álbum. Con el tiempo como tema recurrente de las canciones y del renacer de cada una de estas músicas populares en su voz, en algún momento del show explicó: “Imposible también es la promesa de darle al futuro la capacidad de poner al pasado adelante, eso es este disco”.
De las preciosas versiones que lo integran se destacaron especialmente “Carita morena” (Juárez / Quiroga), “Luna tucumana” (Atahualpa Yupanqui), “Lavanderas del Río Chico” (Gustavo “Cuchi” Leguizamón) y “La noche” (Buenaventura Luna). Y si bien Liliana propuso un viaje federal que atravesó Tucumán, Catamarca, El Chaco y Jujuy, la geografía del río fue protagonista indiscutible con “Tiempo del río largo” (Chacho Müller) y “Villaguay, vidalita de la vuelta” (Juan Ortiz), que invita a conocer parte de la esencia del municipio entrerriano en el que ella misma nació.
En vivo, Liliana es un pájaro del litoral que abre sus alas y recorre los ríos con un vuelo suave, pero al instante siguiente, esa ave calma se transforma en una chamana que aviva el fuego con sus manos y la potencia de su voz. Es que cuando las voces con tanta identidad se materializan y encuentran canales de expresión en formas de cantar tan intensos, la emoción se multiplica al infinito. Uno de los momentos más altos de la noche llegó con “El tiempo está después” (Fernando Cabrera), una canción hermosa que la voz de Liliana se apropió como ninguna otra. Para este momento, la cantante trajo a la memoria las palabras de Jorge Luis Borges en Los Gauchos (“Cantaba sin premura”) y afirmó: “Cantar de esta manera es desafiar al tiempo, el orden establecido de las cosas”.
Para el final, la entrerriana desempolvó “A San Javier” (Julio Migno / José Maggi) y “Bagualerita”, la hermosa canción que Luis Alberto Spinetta le regaló antes de grabar su propia versión que vio la luz en el disco póstumo Los amigo (2015). En el Ópera, Liliana hizo una advertencia “El día en que encuentre la forma de cantar como el río cesaré la búsqueda y cesará la vida”. Silencio entonces, que nadie le diga que hace tiempo lo logró.
FOTOS: Melina Aiello.
MIRA LA GALERIA COMPLETA DE FOTOS HACIENDO CLICK ACA
