Cadena Perpetua: Un Luna picante

La voz de Frank Sinatra todavía zigzagueaba entre algunas de las butacas. Entre miradas atornilladas al piso, absortas por las piruetas de los Harlem Globe Trotters, y las palmas que desde 1984 aplauden estoicas las cuatro funciones de La Negra Sosa. El Luna Park, camuflado por dos telones que anulaban sendas populares, recibía a los primeros en llegar, quienes miraban hacia los cuatro costados sin poder creer la inmensidad del recinto.

Eran realmente pocos los que se apersonaron cuando la primera de las tres bandas teloneras salió al escenario. Con el Luna semivacío, con el sol todavía cocinando la calle, Mal Pasar inauguró el espectáculo. “Cantando contra el sistema, y toda la mierda que nos rodea”, sentenció Carlos Sassone, cantante y bajista del grupo, antes de arrancar con “Vacaciones en el Cementerio”, la primera de las cinco canciones que duraría su correcta presentación. En mismo sentido que el tinte político de sus letras, el cantante lucía una remera con la leyenda “Mi gobierno quiere asesinarme”. Y así, en el día del esperado debate presidencial, Mal Pasar escupió su bronca en cada letra durante los pocos minutos que tuvieron. Para un género acostumbrado a sonar en antros y sótanos, el sonido dejaba entenderse sin problemas, aunque Frank Sinatra quedó mudo.

Históricamente lejos del debate político, Superuva pisó el Luna con su gracia y alegría características. Con más público en frente, brindaron otra corta presentación de también cinco temas. “Hoy no me voy a bañar”, “Birome ponja”, “Felicidad”, “México regresaré” y para cerrar “Con mi guitarra mataré a tu mamá”. El cuarteto de Lanús demostró que no los incomoda ningún escenario. Arrancaron sonrisas y los primeros pogos de la noche. El escenario armado para las tres bandas teloneras, con la batería por delante de la principal, achicaba las dimensiones desluciendo lo visual, pero Checha y los suyos supieron captar la atención de un Luna que comenzaba a responder. Entre aplausos y la aprobación de muchos que los veían por primera vez, una de las bandas emblema del punk argentino se fue saludando y sonriendo.

A esta altura el Madison porteño lucía mucho más poblado, aunque con una ausencia fundamental: ¡No vendían cerveza! Porque la Quilmes Lieber no es birra, y un recital de Rock sin cerveza no es lo mismo. ¿A quién carajo se le ocurre ofrecer esa cagada sin alcohol? De yapa la botellita de quinientos centímetros cúbicos de agua mineral cotizaba a cuarenta pesos. Todo una vergüenza. Como en los antiguos cines, vendedores a gamba y con bandejitas colgantes a la altura de la panza ofrecían pochoclo y otros comestibles que, con los precios del líquido, la única opción para digerirlos era meterse en el pogo y ligarse una patada en la espalda.

La tercera banda lo liquidó en cinco rounds. Los Glober Trotters pararon la pelotita. Ringo y Carlitos se asomaron para ver los golpes de Loquero, un appercut atrás de otro. Ruidosos, demoledores, reos, los muchachos de Mar Del Plata siguen conquistando el mote de banda de culto. Eligieron entre lo mejor de su repertorio habitual, arrancando con “Fantasmas en la F.O.R.A.” y enganchando “Día perfecto”. Quizá cinco golpes, cinco destinatarios. “Showbizz”, el tercero, mientras muchos miraban de reojo a los vendedores de la mierda de Quilmes Lieber. El final con “Chocolate” evidenció en su pogo que en el Luna había dos públicos diferentes, con sentimientos antagónicos, la mayoría ajeno al género y su clásico baile. El sistema falla.

Al mismo horario que el arranque del debate presidencial se oscurecía el Luna Park. Sin desbordar, pero con las localidades habilitadas casi completas, finalmente se palpitaba el festejo de los 25 años de Cadena Perpetua, una banda con letras mayormente abocadas a la crítica social, a lo político. Atendiendo a ese juego, a esa complicidad con su público cosechada en tamaña trayectoria, asqueaban los globos que algunos adelantados contra las vallas agitaban por encima de sus cabezas. Significados, significantes, a ojo de quien no estuvo ajeno a los últimos tiempos políticos de Argentina, lo que se veía recordaba al bunker del PRO. “Hey ho, let’s go”, clamaban algunos, grito que después de Los Ramones, no suele escucharse en los clásicos reductos y recitales de punk rock.

Una melodía de máquinas presagió la aparición del trío, el compás de “Si me ves” los trajo a escena y dio inicio al tan promocionado acontecimiento. Bastó un verso en la voz del Vala para contagiar al público que como una marea golpeaba contras las vallas. Igual que veinticinco años atrás, Cadena Perpetua salió con la prolijidad y la contundencia musical que acostumbra. El público del piso del Luna, veinteañeros en su mayoría, cantaba cada canción. En la platea enfrenta al escenario, claramente en promedio mayores de 30, disfrutaban más calmos, y coronaban cada canción con aplausos.

Antes del cuarto tema, “¿Por qué?”, Vala soltó los primeros agradecimientos. Edu, con su bajo colgando y desde el otro micrófono, hizo lo propio ni bien terminado el quinto: “no sé cómo agradecer todo esto”. Por encima y a los costados del escenario dos pantallas proyectaban el recital, por momentos mezcladas con imágenes de Chaplin o niños pobres, todo invitando al debate, o a riesgo de caer en lugares comunes donde se confunden los significados y se vacían de contenidos los reclamos.

Cadena Perpetua es un caso atípico. No es una banda de hits, y esto Vala lo tiene bien claro. Semanas atrás, en declaraciones radiales para “Alza tu voz”, programa dedicado al Rock Alternativo, aceptaba esta apreciación del conductor Ernesto Acuña quién también supo ser manager del grupo. Así, entonces, en los recitales de Cadena Perpetua su público disfruta cada canción casi por igual, sin esperar el momento “más emotivo” donde se unifican todos los criterios de selección con pogo, aplausos o la aprobación que sea. Para el caso de este, su primer Luna Park, 38 canciones hicieron que el recital precise más que nunca de matices, y eso no aconteció. Sin invitados, tan solo acudiendo a los vientos que ameritan un par de canciones, lo mismo que algunas coristas, el recital fue correcto, pero sin sorpresas ni momentos que destacar, por lo menos en lo musical.

Promediando la mitad del recital, el Vala agradeció a sus familias y hizo una declaración a tono con la canción que le seguiría. “Es nuestra manera de vivir”, precedió a “Vivirás” y los clásicos “Panorama” y “No quiero flores”. Si algo indiscutible tiene Cadena Perpetua, es haberse mantenido fieles a un estilo difícil, y consolidarse en ese trío unido durante tantos años. No es la banda típica del Punk Argentino, con ellos se configura un público diferente. Lejano al estereotipo del reviente y aceptado dentro de marcos donde el clásico “bardero” es prohibido, el público de Cadena no es denostado de revoltoso, o señalado con el ya querido epíteto de “sucio y desprolijo”. Cadena logró lo que pocos iniciados en el género pudieron lograr, trascender al under sin ser tildados de “Caretas”. No obstante, un recital de Punk sin cerveza no es lo mismo, por más estúpido que se lea.

Todo muy lindo, luces, mucha gente, impecable cómo toca el trío, cómo El Chino Bisconti lleva esa batería como si fuese un tractor con motor V8, cómo Edu deja los dedos en cada cuerda y cómo se la banca cuando le toca cantar. Es de destacar también al Vala, que toca la viola y canta sin cometer errores, y que se guarda tiempo para miradas cómplices con el público. Todo muy lindo, todo muy perfecto, pero Cadena Perpetua habla de política y toca Punk Rock. Se metió hace tiempo en ese pantano donde a las cosas hay que ponerles nombre y apellido, donde quién tenga la oportunidad única de trascender o masificar el mensaje, sentirá que algunos le piden definiciones, declaraciones de pertenencia. Sin poder eludir al tema, y sin que nadie se lo pida, Cadena Perpetua intentó hacerse cargo de ese reclamo. Promediando el final del concierto, el Vala dijo: “Ya que se viene una semana bastante picante, lo único que voy a decir, es que a nuestro próximo presidente le hagamos sentir que está trabajando para nosotros y no para ellos”. En primer lugar “Picante” demuestra cierto agrado. Picante es un espectáculo que en el fondo tenemos ganas de ver, que despierta una frotada de manos o una mueca de sonrisa. Nada tiene de picante el próximo balotaje. Elegir entre Macri que promete bajarle el sueldo a los trabajadores, y que entre otras declaraciones poco felices afirmó que indultaría a genocidas, y Scioli que aunque promete proteger la producción nacional y sus laburantes, dirige a la policía que supo reprimir obreros, entre otras cuestiones también poco felices, nada tiene de divertido, entretenido ni gracioso. Nada picante. Y siendo una banda que se la pasó gran parte de sus 25 años cantando consignas políticas o denunciando cuestiones sociales, para quienes entendemos este género como de protesta y resistencia, esas escasas declaraciones, más que frías parecieron una burla. Tampoco hubo referencia a los a los atentados de Francia, la respuesta de este Estado Asesino, y la estupidez de muchos con la bandera gala en Facebook. Claro que no estaban obligados a manifestarse sobre esto último, pero se perdieron así la oportunidad de contextualizar una canción como “Imperialista”, y de reafirmar eso que también cantan, eso de que “Libertad no es solo una palabra”.

El final llegó con “Sigo acá”. Poco más de dos horas de recital para la clásica foto de espaldas con el público de fondo, a esta altura un botín para cualquier banda que quiera mostrar hasta dónde llegó. Muchos podrán quedarse estrictamente con lo musical, con la espectacular función brindada por este trío que bien merecido tiene llegar a donde llegó. Pero otros volvemos al sucucho, al antro, donde te escuchan unos pocos, donde se suena como el orto pero lo importante es el mensaje, la resistencia y decir lo que uno piensa, caiga como le caiga al otro. Lugarcitos chiquitos como en los que Cadena tocaba cuando sacaron el tema “La Ignorancia”, que dice así: “La miseria crece cuando el hombre ignora su identidad, la ignorancia crece cuando educar es idiotizar”.

FOTO: Gux Ramone.

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