Una vez más, la vida se esfuerza en reafirmar que está diagramada de tal forma que lo bueno, casi siempre, dura poco. Después de 5 años, 3 discos y 28 shows, llegó el fin de la superbanda tal como la conocimos hasta hoy. Adiós, amigos.
«Esos silencios del público del Siempreterno… me gustaría saber qué están pensando»
Sergio Rotman
El sábado en Palermo Club estaba el que en algún momento del show siempre grita «Suena como la conch* de la lora» (al que, esta vez, Ariel Minimal bautizó «El hombre parlante») y Mimi Maura tenía puestas sus medias de red. Hasta ahí, era un show del Siempreterno con todo lo que tiene que tener, un recital como todos los otros que dieron en estos cinco años; pero, en realidad, era el último del grupo tal como lo conocimos hasta hoy.
Minimal, uno de los miembros que le dio el mote de «superbanda» al monstruo siempreterno, tocó por última vez con ellos. Y nosotros, los que siempre estuvimos mirando, escuchando y cantando desde las entrañas, bien sabemos que el todo casi siempre es más que la suma de las partes. Minimal es un guitarrista de los buenos, pero además, la complicidad y la empatía con Sergio Rotman hacen parecer que se trata de una figura aún más difícil de reemplazar. Si bien «algo se sentía, en la atmósfera del sitio…», la despedida fluyó entre chistes (“¿Alguna vez vieron una banda que se despida tan feliz?”) y agónicos «¡No te vayas Arieeeel!» que gritaban desde el público. Seguramente, muchos se van a poner tristes después, cuando escuchen “Bebiendo ansiedad” mirando desde la ventana de un colectivo o busquen videos en YouTube de algunas de las mejores noches que vivimos en estos años.
Desde el mítico Buenos Aires Club y aquella Trastienda en la que nadie podía creer estar bajo la nube de humo escuchando covers larguísimos de Kraftwerk y Neil Young, El Siempreterno fue una de las bandas más interesantes para ver en vivo en Buenos Aires. La formación del equipo (Sergio Rotman, Mimi Maura, Ariel Minimal, Fernando Ricciardi y Álvaro Sánchez) prometía tanto que agotó entradas en su primer show en vivo en San Telmo, y durante todo el año siguiente salió victoriosa de cuanto escenario pisó con un disco de estudio en la mochila que dura sólo ¡23 minutos! Por eso, desde un principio las versiones de canciones de otros artistas fueron moneda corriente en los recitales de una banda que cada vez fue subiendo más la apuesta y pasó por Décima Víctima, Lou Reed, Black Flag, Flopa Manza Minimal, David Bowie, Joy Division, The Who, Los Fabulosos Cadillacs y por supuesto Cienfuegos, entre otros.
En esta última noche, la lista repasó canciones de sus tres discos de estudio (El Siempreterno, Hacia el mar de carbón y Para siempre) con un final épico: la banda tocaba “Baba O’Riley” y la voz de Sergio repetía, como en un espiral hipnótico, “¿Fueron 5 años o 5 minutos?”. No sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo pasó realmente. Tampoco sabemos qué va a pasar en el futuro. Pero sí tenemos una certeza: en todas esas noches de El Siempreterno estuvimos más vivos que en la mayor parte del tiempo que hayamos vivido hasta hoy. Cantando, gritando, saltando, bailando, concentrados en la música, emocionados, empujándonos, abrazándonos, salpicándonos del sudor y la cerveza ajena. Probablemente, la vida se trate más que nada de sentir cosas, y en esas dos horas sentíamos muchas y muy diferentes; por eso nos gustaba tanto.
Algún día, les contaremos a los adolescentes punks y a los adultos incomprendidos del futuro que en Buenos Aires existió una superbanda que hacía canciones “Contradios” y María santísima, y no lo van a poder creer.
Les juro que no lo van a poder creer.
FOTOS: María Paula Villagra
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