Los Mentirosos: Mirá hasta donde llegué

         Te dibujé antes de conocerte, hay que
desear las cosas bien fuerte.

Ahí estaba el Batra, al frente del Sepulcro Punk, peleando contra el sistema en todas sus letras. Revoleando acoples, pateando bolas de ruido desde el escenario hacía la Avenida Santa Fe. Catorce canciones repasaron la discografía de la banda que él lidera. “Rock y Negocios” y “Boqueteros” fueron las dos últimas. Instando a tomar el pico y la pala, se fue del escenario haciendo eco de las palabras de Kropotkin: el apoyo mutuo. Ahí la razón de su presencia en la fiesta mentirosa.

Con algunos billetes y algunas canciones correctas, zurdas, que huelan a Rio de Plata, es más o menos lógico asegurarse una buena cantidad de público fiel. Pero tocando Punk Rock, sin saber cómo llegar a fin de mes, y siendo políticamente incorrectos, la tarea puede resultar ardua, para muchos imposible.

Los murcielaguitos llegaban averiados, de todas partes. Saber que el ingreso antes de las veinte era gratuito, bastó para que unos quinientos chupasangres se arriesguen a esquivar los rayos del sol, que teñían de atípico al concierto.

¿Cómo no enloquecer? Juan de Madrugada sube al escenario, con la clásica media en la cabeza y campera de cuero negra, y toma por asalto Groove. Vuelan papelitos como en la cancha, y arranca una sucesión de veintitrés canciones, que los presentes repetirán como mandamientos. El público es heterogéneo, algo poco común para una banda de punk rock. Muchas pibas excitadas, punkys esponjas,  algunos viejitas con remeras de fútbol, y una franja etaria que arranca muy abajo, y se pierde arriba de los treinta, un golazo.

En las letras está la cuestión. Divierten, emborrachan. Ahí se unifica el público. Se identifican en consignas domésticas de un tiro al aire, de un descarriado a mucha honra. Se hermanan en la indiferencia a cuestiones políticas. Y como reza en uno de los hits de su último disco 3er vencimiento, “las penas compartidas, son menos penas”, entonces vale sacarse toda la mierda de adentro, y ahí aflora que todos somos mentirosos.

Como siempre, invitan amigos en casi todas las canciones. Cuando alguno de ellos agarra el bajo, Madrugada queda más libre. Su andar errante y gesticuleo irónico complementan actoralmente las letras. Como en “Flores Vomitadas”, sentado a la orilla del escenario, con las piernas colgando, como subido a un balcón, o sobre un paredón de su Boulogne natal. Otro golazo fue que en esta ocasión anduvo más entero, al igual que toda la banda, que para muchos brindó uno de los conciertos más prolijos que se les recuerda. Aunque es muy difícil quitarle los ojos de encima a Madrugada, Los Mentirosos gozan de salud en toda su base. Le Mauri y Ramses llevan sonora y estéticamente bien las guitarras, y el Chueko aporta su impronta bonachona y festiva en cada golpe de tacho.

Veintitrés canciones se sucedieron, dieron forma a una fecha que Los Mentirosos venían dibujando hace algunos años. Un recital que los murcielaguitos desearon bien fuerte. Y que como todas las anteriores, terminaron bailando comandados por el Jagger argentino, el Chori Bentancourt, el fletero mentiroso, que cantaba más orgulloso que nunca “mirá hasta donde llegué”.

 

 

FOTO: Gusi Ramone.

 

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