Expulsados y Bulldog: Expulsado el perro, expulsada la rabia

Los treinta y pico de grados, los afiches que no anunciaban a las bandas soportes, y las criminales cinco de la tarde fijadas como horario de arranque, atentaron contra las tres bandas que telonearon a Expulsados y Bulldog en el Teatro de Flores. Así, un escaso público escuchaba a la última de las tres, cuando ya cerrando su lista interpretaron covers de Sin Ley, Cadena Perpetua y algunas otras bandas argentinas.

Con bastantes más presentes, pero lejos de llenar el recinto, Expulsados apareció en escenario al compás de “Quiero entrar”. No es noticia que el cuarteto imita a Los Ramones, como tampoco que lo hacen a la perfección. Cuanto más lejos del escenario se los presencia, más se hace uno la idea de que en algún punto está disfrutando al cuarteto de Forest Hills. Para los que miran de cerca, algunos guiños también demuestran que la propuesta de Expulsados es más que respetable, laburada y profesional. Johnny Expulsado sopla con la mirada fija en alguna parte del horizonte, tal cual lo hacía el original. Dee Dee Expulsado debe pasar horas estudiando videos, se mueve electrocutado por el mismo rayo que le pegaba al más grande de Los Ramones en sus inicios. Vestidos los cuatro con rigurosa campera de cuero, y tocando en segundo término “Se fue a Berlin”, Expulsados encendió la noche.

Gabriel Rios, Marky o Tommy Expulsado (No jodan con Richie), hace una de las partes más complicadas, lleva el hi-hat a la velocidad adecuada, una clave de la formula Ramones. La naturaleza lunga de Sebastián Expulsado y su menjunje vocal, lideran la agrupación, dándole razón al trapo que dos fanáticos abren entre el público: “son lo mejor del punk ramone”.

Luego del quinto tema, bien estudiada la actuación, todos menos Joey se sacan las camperas de cuero. “Vamos”, “¿Quién soñó en tu almohada?” y “En el baile de graduación”, hasta ahí lo más coreado por el público, que muy lentamente comenzaba a llenar el piso del sauna. La primer parte de la presentación cerró con “Time Bomb”, impecable en la voz de Dee Dee, corte y desaparecieron por cuatro minutos del escenario.

Será tan distinta la propuesta de Expulsados y los rosarinos que vendrían después, que algunos no podían soportar y ya cantaban “oh, vamos los Bulldog”. Eran pocos, como la cortesía que mostraban.

Los Ramones volvieron para hacer otros 10 temas. Su actuación fue creciendo en emotividad, con varios clásicos de la banda que fueron recibidos con euforia por su público. En el final lo mejor: “La granja de los Gardner” (con algunos problemas de guitarra), “Nada cambió mi amor”, explosiva versión de “It´s gonna be alright” y final a toda velocidad con “Tarde de Sol”. Entre otras cosas, Expulsados logró hacer olvidar el calor de la puta madre que hacía en El Teatro, que ni a palos te prende el aire acondicionado. Y recordar a los cuatro magníficos, o cinco, o seís, pero siete no. No jodan con Richie.

Muchos pensaban que les metieron el perro, y cojo, cuando Bulldog sin Willy y su guitarra salieron al escenario. Solo con la viola de Mantu, los rosarinos iban a sonar flacos toda la noche, perdiendo melodías importantes en varias canciones, hasta dejando vacíos insostenibles en otras que hubiese sido mejor dejarlas fuera de la lista, que exhibirlas desnudas como lo hicieron.

El panorama fue complicado: deficiencias de sonido en la única viola, y el evidente nerviosismo de los músicos que sabían que no mostraban la mejor cara del perro. Para muchos fanáticos todo vale, y por eso festejaron cada canción. Por los fondos del teatro todo un poco más calmo, calor y cervezas desfilando.

Los picos más altos de la presentación estuvieron siempre de la mano de canciones viejas: “Circo calesita”, “Más que diez” o  “El campo de los sueños”. El pico más bajo en las palabras del cantante, que se olvidó que debe haber pasado la barrera de los cuarenta, y le insistió a una piba de veinte cortos subida a los hombros de otro pibe: “Dale, sacate la remera, siempre lo haces”. La piba se quedó en corpiño, con las tetas desbordando el sostén insuficiente, incómoda, atajándoselas.

Chupa un huevo los temas que vinieron después. Chupan un huevo los chispazos en el techo, las luces que se quemaron y todo siguiendo su curso. Dos pibas más se pusieron en corpiño. Desde el escenario avisaban que “aunque al perro le falte una pata sigue igual”.

Es de vigilante señalar que un cuarentón no debería insistir a una pendeja a que se ponga en bolas. Es retrógrado pensar que a esa piba le puede ir mal si se expone así. Algún barrilete pensará eso. A todos nos gusta coger y que se nos pare la pija con un par de tetas, pero las mujeres no son un cacho de carne. Está todo bien, la tetona era mayor de edad, pero habría que ver si en veinte años piensa igual, si le queda algo de amor propio cuando tenga la edad del líder y responsable de Bulldog.

Cuando terminaron de sonar, y ya descansaban atrás del escenario, muchos se quedaron pidiendo que toquen un tema más. El baterista que todavía estaría guardando platillos apareció por entre el telón con una cerveza y vasos. Les sirvió un poquito a unos cuantos. Brindemos por esto que cada vez se parece más a la cumbia.

FOTO: Gux Ramone.

 

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