Muchas veces, más de las que nos gustaría admitir, el rock de estos días es una máscara falsa de lo que fue. Se repiten las fórmulas y ya no representa las ideas que lo impulsaron a convertirse en toda una cultura. Sin embargo aún podemos ser sorprendidos y sin que encontremos un sonido totalmente nuevo, hay bandas que por su búsqueda dan una vuelta de rosca a lo establecido.
El viernes Connor Questa se presentó en el teatro Vórterix y volvió a mostrar su buen momento. El cuarteto liderado por Marilina Bertoldi sacudió los oídos del público con su sonido salvaje, cercano al heavy metal con toques de funk oscuro, que siempre llegó dentro de una canción. Todos los temas tienen melodías para cantar, aun cuando lleguen montados sobre riff pesados. Este rock, guitarrero y feroz, hizo saltar y sacudir la cabeza de quienes llenaron el local de Colegiales, en el que se entregaron a un pogo no apto para tibios. El show recorrió los dos discos de la banda, Somos Por Partes (2011) y Fuego al Universo (2013), y no defraudó a los que pagaron su entrada para ver un concierto contundente. Junto a la versátil cantante, parado en el borde del escenario como asomado al precipicio, Hernán Rupolo entregó su espectáculo incendiando las cuerdas de su guitarra. Con el sólido respaldo de la arrasadora base rítmica de Jhones en bajo y Agustín Agostinelli en batería, Connor Questa desplegó todo su arsenal sonoro, prolijo, filoso y personal.
El show tuvo dos momentos que modificaron el clima del teatro. Primero fue la versión de “Amnesia” en la que Marilina, acompañada solo por la acústica de Rupolo, mostró toda su capacidad vocal en una interpretación jugada y emotiva, que arrancó aplausos durante largos minutos. Con toda la banda de nuevo en el escenario, el otro momento que alteró el termómetro fue el cover de “Respect” de Aretha Franklin. Para hacer esta pirotécnica versión invitaron a un trío de coristas femeninas que mezclaron sus voces de soul con el implacable sonido que propone la Connor.
A partir de allí, la energía desde el escenario fue en aumento. Más rock, más pesado, más veloz. Con “Cliche” llegó el tremendo final, donde no quedaron zapatillas pegadas al piso y las palmas enrojecidas de aplausos agradecieron tanta entrega.
Muchas veces, quizá no tantas como nos gustaría, el rock evoluciona. Cambia y nos trae la esperanza de que esa máscara falsa caiga para dejar a la vista que todavía le queda vida.
FOTOS: Lucía Belén Capón.