Los sábados en Balvanera son más sábados que en cualquier otro barrio de Capital. Y los sábados en el Zaguán Sur, directamente valen doble. Los vasos son enormes, ya sea cerveza o Fernet, el medio litro está minuciosamente calculado para no interrumpir el momento de bailar los Pixies o los Rolling Stones, para no tener que alejar la vista de la bestia lunática de Juanse mientras se apodera de la pantalla que está sobre el escenario. Los sábados en Balvanera transcurren “con violenta prescindencia del mañana”, como diría Cortázar, que es mucho más atinado que decir “como si no hubiera un mañana”: es saber que hay un mañana, pero que poco te importe. Todo está pasando ahora, sólo hay que saber verlo.
Esta vez, avisaron que las puertas abrían pasadita la medianoche, que no tocaba ninguna banda antes que los anfitriones, que iba a ser un Zas tempranero… pero a las 2.30 todavía sonaba “Ana” o “Ruby Tuesday”, algunos hablaban alrededor de las mesas o fumaban en el patio y otras se tiraban unos pasos al lado del piano. Cuando el ambiente ya era acorde a una trasnochada rockera, apareció Fútbol: Juan Pablo Gambarini en guitarra y chaleco, Federico Terranova en violín y pantalón deportivo y Santiago Douton en batería, voz y remera de La Polla Records. Fútbol es un trío completamente inusual, por no decir raro y que suene peyorativo: es una guitarra rabiosa, un baterista que canta y un violín que cuenta historias como si fuera Scheherezade, la joven narradora que le relataba sus cuentos al sultán Shahriar durante mil y una noches para evitar que la matara. Más allá de la música, de las palabras y de las letras mismas de las canciones, el sonido del violín genera una continuidad en los temas, le imprime su velocidad al relato que quiere contar Fútbol. O el que nosotros queremos oír.
Fútbol hace rock y punk y entonces no abusa de adjetivos ni sofisticaciones. En el extremo totalmente opuesto de “Que noche mágica ciudad de Buenos Aires” estaría el austero estribillo de un tema nuevo que sólo repite “Hombre topo” y así y todo es 100% efectivo. Manteniéndose del lado de los reales, tienen una canción dedicada a Ceferino Namuncurá, el líder del pueblo mapuche que luchó en mayo de 1883 contra las fuerzas del Ejército Argentino comandado por Roca en el marco del exterminio mal llamado Campaña al Desierto. Hablan del Río Colorado y de los que nacen basureros, titularon “Elio Rossi” a una canción que -siempre in crescendo- se torna totalmente hipnótica; y además de todo eso, hicieron ese tema que tiene el mejor nombre visto y oído en los últimos tiempos: “La razón a voluntad”. Al igual que esas otras postales nacionales, esta última trata sobre alguien que se despide porque tiene que recorrer la ciudad “juntando y vendiendo la razón a voluntad”. Simple y contundente.
Fútbol es una de las bandas argentinas de hoy que vale la pena ver en vivo. Son muchos los grupos del presente que merecen ser escuchados y conocidos por quienes tienen un mínimo de curiosidad musical, pero Fútbol –así como pasa con La Patrulla Espacial o Sur Oculto– es especialmente buena para acercarse a un recital. La energía de la música se siente, estalla sobre el cuerpo, y se disfruta todavía más por la cercanía entre el público y los músicos. La diferencia es la misma que hay entre ver el partido del sábado por televisión o ir a la cancha, nunca se vive ni se entiende tan cabalmente: el fútbol hay que verlo en vivo.
FOTO: Florencia Juárez.