Los Auténticos Decadentes: ¿Por qué?

Porque la cita para el cumpleaños número 28 era en un teatro céntrico, con butacas, para que vaya toda la familia (desde la bisabuela hasta el bisnieto) o las parejitas enamoradas, sin alcohol para beber ni porro pa fumar; pero a tan solo diez segundos de que suene la primera nota, promediando la intro de “La guitarra”, ya nadie en el Coliseo permanecía sentado. Y así fue durante todo el recital, con las primeras filas estalladas y los pasillos repletos de espectadores que decidieron olvidarse cuál era el número de su asiento.

Porque siempre hicieron lo que se les cantó, desde aquel debut de 1989 de El Milagro Argentino (del que sonaron perlas como “El jorobadito” o “Loco, tu forma de ser”) hasta lo pronto a estrenar que es “Y la Banda Sigue”, que se viene con un tinte más reggae y ska, tal como lo demostró el adelanto clashero y fabuloso “Enciendan los parlantes”. Siempre mutando, pero sin cambiar su esencia, se cagaron en todos: en los rockeros, en los cumbieros, en los punkys, en los hippies y en los metaleros.

Porque cambiás constantemente de ánimo y siempre sentís que sos feliz. Te enfiestás con “Los piratas”, te identificás con “Pendeviejo”, te enamorás con “Corazón”, deseás que te hubiera pasado a vos en “La prima lejana”, llorás con la exquisitez de “El pájaro vio el cielo y se voló”, querés hacer un trencito en “Cómo me voy a olvidar” y pogueás entre butacas cuando suena la imbatible “Vení Raquel” (todo en orden de aparición en la noche).

Porque desde aquel show en su colegio secundario a mediados de los ‘80, y durante varios años, sonaron horrible, no sabían tocar, eran un desastre, en constante caos escénico, pero siempre con la mejor actitud arriba del escenario. Y hoy son un relojito, no pifian una, suenan con una potencia y una claridad que no se ve muy seguido en el rock nacional, pero mantienen ese mismo caos escénico que hace que nunca sepas donde puede aparecer cada uno de los doce integrantes o invitados que salen de la nada, como Joaquín Levinton ya cerca del final del show. Y siempre con la mejor actitud arriba del escenario.

Porque suenan viejísimas joyas desconocidas (sí, también tienen temas que no son hits) como la ranchera “La bebida, el juego y las mujeres”, la dulce “Auténtica”, la pachanguera “Paseando por Temperley” o la sorpresiva versión a cargo de Jorge Serrano de “Vivo como un gitano” (perdida en el lejano Fiesta Monstruo de 1993), y casi nadie las conoce, pero todos piensan que podrían haber sido tranquilamente imperdibles hitazos si hubieran tenido la difusión correspondiente en su momento.

Porque el pibe le canta a su novia “delicioso como el dulce de leche” y ella se derrite de amor. El papá canta junto a su hija “entregá el marrón” con una sonrisa en la cara y no le importa nada. La abuela escucha “cuando esas tetas bambolean”, se ríe y sigue bailando y cantando la letra que se sabe de memoria. Y ellos, Jorge y Alejandra, marido y mujer, se cantan arriba del escenario y micrófono en mano “a mí no me importa el dinero, tengo lo que yo más quiero”, y todo el público aplaude de pie.

Porque ya pasaron dos horas de show, casi treinta canciones, saludos, agradecimientos, y creés que ya no tienen más hits para ofrecer. Pero vuelven por tercera vez con “Siga el baile” y “Sigue tu camino” y te vas recontra satisfecho, pensando que de todas formas igual faltaron otros como “La marca de la gorra”, “Ya me da igual” o “El dinero no es todo”.

Porque dieron vía libre a nuestra caradurez escondida con aquello de que Cualquiera Puede Cantar. Y arriba de las tablas cantan Cucho, Jorge, Diego, Edu, Mosca, el Francés (sin micrófono), etc. Y abajo cantamos todos. Y nos morimos por ser unos auténticos decadentes, tocar la guitarra todo el día y que la gente se enamore de nuestra voz.

Por todo esto y mucho más, Los Auténticos Decadentes es, por lejos, uno de los mejores grupos de nuestras tierras. Y lo demuestra show tras show, sea en un estadio de fútbol repleto en México, en una fiesta privada de una empresa careta, en la Fiesta de la Trucha Sonriente de un pueblo perdido de Argentina, en La Trastienda o en el teatro Coliseo. Mal que le pese al rockero. O al cumbiero. O al punky. O al hippie. O al metalero.

 

 

FOTOS: Melina Aiello.

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