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Durante la democracia también hay golpes de estado. En 1998 Duhalde intentó golpear el estado de ánimo de los jóvenes. La historia es conocida: Kapanga le contestó con “El mono relojero” y desde ahí se propulsó a encarar la empatía de aquellos jóvenes que no fueron derrocados, no. Estar a 15 centímetros de la realidad era lo que exigía aquellos tiempos de pragmatismo sobreviviente del neoliberalismo. Y la droga la última redención, el rock la voz. Hay que saber que nunca el problema es el porro y sus virtudes evasoras, el problema es que todavía existen cosas, de las cambiables, de las que nos tenemos que evadir.
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No sé si nuestros bisabuelos vinieron al pedo. Las canciones también envejecen y nunca son las mismas. Hasta a veces mueren, como los abuelos. Igualmente la pregunta sobre el futuro vuelve loopeada y es prepotente presente. ¿Cómo hay que vivir? Kapanga te responde con un hedonismo barrial e incertidumbre. Aceptá que el tema que viene no es del mismo género que el anterior. Adaptate a la falta de constantes y bancate un reggae, un tema de la Mona y al cantante de Horcas, todo juntito en el Teatro de Flores. Otra victoria más del shuffle sobre nuestra subjetividad. ¿O es una boludez decir que el neoliberalismo nos curtió y la estabilidad nos parece algo retro? Si se te complica, de última, tenés al Gauchito Gil.
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Maikel le recordó al Mono, antes de cantar “El albañil”, que iban a cantar el albañil número 114. Cantamos, déjenme el “nosotros”, el que no salta es militar. Y arranco el tema con ladrillos en la pantalla que construían, como lo hizo Carlotto, con esa insistencia redonda. Por el campo de El Teatro Flores alguien comentó:
-Desde que Carlotto encontró a su nieto, cada vez que pienso que no soy capaz de hacer algo me acuerdo de ella que sostuvo su perseverancia 35 años, con tantas oportunidades tan coherentes para abandonar.
Su compañero lo miró y fumó una seca. Así le dijo que sí.
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Por eso nosotros no nos podemos permitir tener miedo a entrar a un pogo kapanguero. El pogo, hay que decirlo, no es para conservadores. El pogo es una disposición a perder la estabilidad y el control de la voluntad, para entregárselo a algo que no dominas. ¿Tenés miedo a perder el control? Entonces Kapanga no es para vos.
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Fumar, una historia que no sea para pensar. Cuando se adscribe al hedonismo barrial, pensar está sobrevaluado. Lo que vale es la alegría. Por ejemplo, el filósofo Baruch Spinoza decía: “La alegría es un aumento de la potencia de nuestro cuerpo”. Nada de un pensamiento. La alegría es poder más. Cientoveinticincomil pastillas. O lo anticonservador de este pogo. ¿Qué es la alegría? La alegría es Kapanga.
FOTOS: Lucía Belén Capón.