A dos días de entrar a grabar un nuevo disco, el trío de Ariel Minimal, Fósforo García y Franco Salvador llenó un Groove de aquellos que nunca terminan de saciar su curiosidad musical ¿Quién dijo que todo está perdido?
La repetición enferma. Sin embargo, en todos los ámbitos de la vida (esas pequeñas secciones de las que está hecha y le dan sentido a la cotidianidad) hay, con buena predisposición, diez cosas que escapan a esta sentencia. Diez bares, diez recorridos de colectivo, diez golosinas, diez jugadores, diez remeras generalmente viejas y rotas… Con las personas y el arte la brecha de la excepción es más amplia, pero tampoco mucho más.
Si hablamos de música en particular, Pez estaría entre esas bandas que —aunque las hayas escuchado durante prácticamente toda tu vida desde que es sólo tuya— no te aburren nunca. Es un hecho: si te gusta la banda de Ariel Minimal, seguro que entra en ese ranking a lo High Fidelity que, al menos mentalmente, a todos nos gusta hacer. Y lo más meritorio, es que están vivos. Y que son de Buenos Aires. Y que siguen sacando discos. Es más: en este preciso momento están grabando su álbum de estudio número 14, a los que se suman 2 en vivo y 2 DVDs. Es un buen número en 20 años, ¿no?
El sábado Pez tocó en Groove. Tocaron alto, fuerte, intenso. Tocaron como casi siempre, como si pudiera ser la última o la primera porque les da lo mismo La luna o El Luna. Porque tienen ganas y cada vez más gente se acerca a escucharlos, guiados por la curiosidad o por ese disco gastado que pasó de mano en mano, por ese viejo secreto que unos pocos guardaron durante años. Hasta que un día estalló.
Estalló como Palermo, todo por el aire, sin importar cuanta lentejuela pasaba por la vereda de enfrente cuando empezaron los acordes “Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar” seguida de “Último acto” y “Os garcas”. A lo largo del show, el trío repasó canciones de toda su historia, con momentos especialmente significativos para los peces que vienen siguiendo a la banda desde hace rato, como “Phantom power” y “Domando tormentas” (Frágilinvencible, 2000), “Tapas de discos y posters de la Pelo” y “El cuerpo es un momento” (Pez, 1998), y “Despierto a un tiempo de luz”, registrada únicamente en el álbum en vivo Para las almas sensibles (2005). Para el final, las tres últimas anunciadas: “De como el hombre perdió”, “Introducción, declaración, adivinanza” y “Caballo loco”, esa declaración de amor a Neil Young que hizo que muchos nos detuviéramos a investigar quién era ese viejo que sabe como se puede detener el tiempo y congelar momentos.
Entre los casi-treinta temas también hubo espacio para el disco nuevo, El manto eléctrico, con “Todo lo que ya fue”, “Cráneos”, “En un lenguaje extraño” y “Retornan los restos”. Si algo quedó claro es que, como siempre, el próximo álbum nada tendrá que ver con el anterior, Nueva era, viejas mañas (2013), ni con el anterior al anterior, Volviendo a las cavernas (2011). Es que si bien hay una coherencia, una especie de filosofía que sobrevuela a la banda y a su público, a las letras e incluso a la forma de ejecutar su música, Pez se caracteriza por ese eclecticismo que no repite ni enferma, sino que está en constante evolución, siempre en instancias de búsqueda o de aprendizaje. Como dijo Minimal el sábado: «Lo que mata no es la humedad, es la ansiedad»; pero de ella, muchas veces, salen cosas buenas.
FOTOS: María Paula Villagra
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