Vagamos con la necesidad de encontrar algo nuevo donde parecía que ya nada iba a aparecer. Una banda, un disco, al menos una canción que nos despierte. Esperamos que la música sea el espejo que nos devuelva la imagen que nos tranquilice. Buscamos canciones que nos aseguren que pertenecemos a algo que nos excede, que formamos parte de aquello que deseamos mantener con vida. Letras que nos ayuden a expresar la rabia, el amor, la alegría o la soledad en nuestra existencia. De vez en cuando esa búsqueda nos premia. Entonces frente a nosotros aparece un conjunto que desde el escenario logra conmovernos, que se hace nuestra voz.
El sábado en Uniclub se mezclaban las remeras como síntesis de décadas de rock argento. Riff, Los Redondos, Los Piojos, Sumo, Callejeros, anticipaban el ADN del show que nos esperaba. Muchos de los que llenaban la sala llevaban en su pecho el logo de La condena de Caín, quienes pronto saltarían detrás del telón. Las estrofas de “Niña de Ojos Negros” fueron las primeras de un set que incluyó canciones de todos sus discos. Como en un indispensable desahogo Sawa Mielnik, cantó con honestidad para él y para quienes disfrutaban abajo. Asumió riesgos, compartió y se entregó, sobre una contundente marea de rock que sostuvieron Hector Cantín (saxo y piano), Marcelo Di Giovanni (bajo) y Daniel Jinkis (batería), junto a la filosa y versátil guitarra de Matías Westerkamp.
Grandes canciones fueron asomando en el Abasto: “Libertad”, “Viejo Topo”, “Hermosa Soledad”. LCDC es la evolución de una música que parecía quedar huérfana de representantes. Rock que no pone las palabras solo para dar con la métrica, sino que allí está su corazón. Sonido enérgico, un poco oscuro, que contagia y atraviesa oídos esperanzados. El público abajo devora y transforma la energía en saltos y gritos. Redondea el espectáculo que los músicos desatan desde el escenario. “Ojos Salvajes”, “Dios Seguridad” y “La Fuga” fueron dando forma a la larga lista de temas que la banda eligió entregar en este show caliente.
Afo Aronna guitarrista y cantante de Inés Anís, fue el único invitado de la noche. Con él hicieron una interpretación feroz y emotiva de “Rutina”. Las últimas que llegaron resistiendo el inexorable final fueron “Vendaval” y “Nuevo Fuego” (tema que estrenó videoclip recientemente), en versiones que agitaron a todos en Uniclub.
Vagamos perdidos hasta que algunas canciones nos traen de regreso. Felices porque allí las encontramos, como poderosos amuletos, listas para sacudirnos, para hacernos cantar. Vagamos en busca de la tribu y los sonidos que nos unen a ella. La Condena De Caín fue por una noche nuestro talismán.
FOTOS: Gabo Lopez.
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