Para decir que una banda hace rock, debe cumplir al menos con una condición: tiene que tener una guitarra, un cable y enchufarse a un amplificador. Eléctrico, amplificado. Así fue en el comienzo, como cuando McKinley Morganfield enchufó y se convirtió en Muddy Waters. A partir de ahí podemos buscar todos los matices.
Ahora sí. Támesis tocó el sábado en la Trastienda. El telón se corrió puntual y de inmediato comenzó un viaje sonoro que llevaría a todos de regreso a los explosivos años ‘70. La experimentación sonora de aquellos grupos —en donde confluyeron ingleses y yanquis—, que primero desmenuzaron el negro blues de décadas anteriores para eclosionar en un estallido lisérgico que dejaría su marca en la cultura del mundo, estuvo presente desde el primer acorde. Pero el trayecto no fue solo sonoro, también fue visual. Vestidos de verdadera gala, el look no estuvo solo en sus atuendos de época —como el inmejorable ambo de pana azul y camisa de gaza negra que llevaba el hábil guitarrista Brian Figueroa— si no también en los peinados, la actitud musical y la escena.
El show comenzó con “Adiós” y “Queremos escapar”, y lo primero que sorprendió es cuanta solvencia musical hay en estos jóvenes músicos. Ellos bucearon profundamente en el blues-rock del sur norteamericano. Allí estaban Faces, Allman Brothers, Lynyrd Skynyrd y como pilares fundamentales Led Zeppelin y Rolling Stones. Pero no, no son una banda Stone, no es tan sencillo. También convivieron el blues y el gospel más tradicional en las voces de Florencia Andrada y Micky Gaudino. Coros que repartieron protagonismo con la voz principal de Guido Venegoni, cuyo registro lo acerca todo el tiempo al soul. Saxofon tenor y trompeta aportaron el color necesario para saltar del blues al funk. Buen gusto y garra van de la mano cuando Julio Fabiani quema cuerdas en su guitarra. Diego Gerez, con su piano brindó groove, climas y matices. Todos apoyados en los sólidos Sacha Snitcofsky en bajo y Homero Tolosa en batería.
Mientras suenan “No es lo mismo” o “El otro lado del amor” no hay pogo, pero tampoco hace falta, el público se incendia igual a los gritos. Otro detalle que transporta y eleva, es que las canciones fueron versiones extendidas de las grabadas en el estudio. Piezas musicales que incluyeron momentos de sutilezas e improvisaciones, como en “Algo en que creer”. Para estos jóvenes subir al escenario de La Trastienda, no fue un show más. Se veía, se oía, en los movimientos, en los arreglos. El vivo fue elaborado, ensayado, para que no sea simplemente una fecha.
Atrevidas fueron las versiones de “Bitch” de los Stones y de “A donde está la libertad” de Pappo´s Blues, por si aún quedaban dudas sobre sus raíces.
Támesis es una banda under en ascenso y esto se puede ver en las amistades que los apoyan y con las que compartieron la noche. Así el primer invitado fue Nicolás Bereciartua, guitarrista de Viticus, experto en expresar a través del slide. Unos minutos después quien participó fue Nicolás Raffeta, pianista que forma parte de Los Persas, la banda de Ciro. Y por último, otro gran guitarrista, Julián Kanevsky, músico que acompaña a Andrés Calamaro.
Igual de clásico fue el cierre del set, que incluyó saludos, salida, ovación y dos bises. “Consuelo para pocos” y “Mensaje para vos” fueron las dos últimas canciones. No es poco que una banda te transporte y menos si confluyen en su estilo los sonidos que hicieron del rock toda una cultura.
Texto: Marcelo Riol.
Producción periodística: Daniela Bur.
Foto: Gentileza Pablo Potapczuk.