Caballito vestía de empate que poco sirve, el barrio sanlorencista invadía con su sentimiento al Club Premier, donde algunos pocos que parecían no estar al tanto de la novedad, esperaban que salga Chuchaki y comience con su show, como previa al plato fuerte de la jornada a cargo de Camiones en la Casa. Charco había tocado antes, terminado el partido, en ese momento en que no tenés ganas de nada, y por eso llegué tarde. Agua.
Con poco show, cuatro tipos suben al escenario, se acomodan. Quien parece ser el cantante muestra cuatro, cinco o seis cigarrillos armados, ¿Porros?, y pregunta por el micrófono: “¿alguien quiere quemar?”. El bajista le responde con el lema de su remera: Rock is dead. Contrasta con esta postal del vaciamiento el baterista que ajusta un splash, por lo menos algo no tan común. Así arrancó Chuchaki, arengado por 21 personas que les aprobaron cada gag, dándole poco crédito a mí adjetivación.
Musicalmente su primer tema recuerda a los principios de Todos Tus Muertos: tétrico, fantasmal, ancestral, quizá confirmado en la aclaración del bajista: “Chuchaki significa resaca en quechua”. Tienen una pizca de los armenios de System of a Down, uno de los tantos bastardos del género. En su primer y segundo tema se escucha reiteradamente la palabra libertad. Después dejan el socialismo de lado y a la tercera se asemejan más a Red Hot Chili Peppers, siempre contextualizado originalmente con la voz de la banda, similar a un convento geriátrico en la montaña terrorífica.
Sin dudas el baterista, lookeado onda Cartel de Sinaloa, hoy muy en popa, es el sustento de la banda, el resto hace más honor al significado del grupo, al delirio de ese aborigen embriagado en exceso. El cantante varía el idioma, del castellano a uno indescifrable que bien podría estar entre ruso, quechua o no sabemos qué. Acompañando por una danza alabante, canta algo así como “arechuchachotcha”. Repite: “arechuchachotcha”. Insiste. Lentamente la resaca desaparece…
Ya pasó la medianoche y suena La Renga en el Festiclub. Se oscurece el Premier, unas ochenta personas se agrupan frente al escenario. La pantalla anuncia a Camiones en la Casa. El baterista y un invitado en percusión se acomodan y arrancan con una batucada. El resto de los músicos suben e intentan contagiar al público con una cántico repleto de letras o. Abajo algunos danzan tímidamente. Los cantantes insisten, lo hacen todo el recital.
Camiones es un cantante, dos violeros (uno de ellos también canta), un bajista y un batero. Mezclan musicalmente ese rock rioplatense que se añeja en candombes y tangos con olor a naftalina, con Ska, y toques pesados más justamente ligados al Rock & Roll. Le suman ese rapeo de yanqui que incansable levanta y baja el bracito una y otra vez, hacen una ensalada latina. A los presentes les gusta, es fácil imaginar que pronto serán muchos más quienes acompañen a los shows de Camiones, haciendo incontenible el pogo, o la variante que practiquen.
Suenan “La siesta y el calor”, “San Telmo”, “Ambigüedad” y otros: hasta el momento todos temas propios. El grupo suena ajustado, pero sin dudas quien hace la diferencia es el bajista. Acapara los flashes de dos o tres fotógrafos presentes, de muchos del público que se gastan el recital entero mirando su gesticulación, sus dedos golpeando las cuerdas, y el bajo que no descansa horizontal más de diez segundos.
Mientras el bajista contagia hasta a los muertos y prende fuego el escenario, la banda sigue cumpliendo, a veces monótona, a veces muy actuando todo, pero siempre desapercibida en sus flaquezas para todos los presentes que ya en el final son unos cien y no hay vergüenza o timidez que les impida bailar y celebrar las canciones.
A cincuenta minutos de empezada su presentación, anuncian el final. Pero se desdicen con una obsecuente versión de “Nueva Roma” de Los Redondos de Ricota, que genera el momento más efervescente en el público. Cebados por la respuesta, hacen otro tema propio, y claramente la gente lo festeja pero no tanto como al del Indio. Ahora sí se dan por vencidos y terminan su tarea. La gente se dispersa contenta y dispuesta a volver.
Foto: Gentileza FESTICLUB.