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Algunos dicen que el rock murió. No creo que así sea. Si hay algo que el rock hizo, entendido en un sentido amplio como música y cultura popular, fue mutar. Y eso es siempre un gesto de vitalidad y no de defunción, ya que los que mueren no pueden cambiar y tan solo quedan freezados en el recuerdo.
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El hip hop, entre otros géneros, viene por el pedazo de la torta que ahora ya no se come el rock de la música popular y abandona sobre la mesa. La noche del jueves en Groove demostró que el hip hop latino tiene hambre, brother, y que viene a morderte los oídos.
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El hip hop de aquí y ahora ya no es ese género que hacían los jóvenes norteamericanos marginados por el estado de bienestar, que trabajaban para construir indirectamente el imperio que luego los terminaba oprimiendo. Por eso los orígenes del género demostraban la existencia de una política y una estética particular que se decía al ritmo del rap.
Lógicamente eso no ocurre en nuestro país. Mientras que en Argentina la cumbia y el reggaetón son la música de los marginados, acá el hip hop y la marginalidad no se unen necesariamente con flechas y el género está siendo reapropiado, en parte, por la clase media. Rescatando, más que su lado político, su especial estética tanto musical como poética y corporal.
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Por eso la noche del jueves vio a un Groove llenó de chicas parecidas a los estándares estéticos dominantes, es decir, de muy lindas mujeres que buscaron el último visto bueno del espejo del ascensor y salieron hacia el recital con zapatos. Por su parte, Lo’ Pibitos abordaron el escenario con una estética “verdulera funk”, que combinaba remeras con frutas y palmeras y calzas de cuero.
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El hip hop latino de esa noche fue pura fusión. Uno de los mejores temas de Lo’ Pibitos (“Jarabe”) es parte del proceso de sinceramiento de la clase media hacia la cumbia. Que ya no es eso que bailamos para joder, sino que ahora no solo la escuchamos en casa sino también la tocamos y la ensayamos con nuestras bandas. Por su parte, Marcelo D2, el plato fuerte de la noche, fusionó hip hop con música brasileña de manera constante. Lo que se dio muestra en parte el jueves, es el que género está en pleno work in progress y que se hace con ingredientes caseros para que de eso salga un plato inédito. Lo cual lo convierte en una experimentación musical que sin dudas, teniendo en cuenta la historia del origen de otros géneros, puede derivar también en un estilo musical nuevo.
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En cuanto a las letras, Lo’ Pibitos pertenecen a la generación Y. En su poética hay (¡cómo no haberlo!) un elogio al movimiento, al skate, al surf, y a la premisa fundamental de los que nacimos en los 80’: fluir ante todo, porque lo que no se mueve, como el agua, se pudre. De ahí el flow, esa musicalidad de la cadencia del rap que ejecutan los MC’s de la banda, que consiste en hacer mover a las palabras al ritmo de la velocidad propia de nuestros tiempos.
En cuanto a la música, Lo’ Pibitos pertenecen a esas bandas multigénero. Que si bien rescatan la bandera del funk y el hip hop, no dejan de tener la ansiedad zappinera de cambiar de género y jugar con el rock, la cumbia y, ahora en un nuevo tema, con el reggae.
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La actuación de Marcelo D2 tuvo los mismos altibajos que puede tener un skate en un medio tubo. El público celebró siempre más las canciones de su primer disco (À Procura da Batida Perfeita) y no tanto sus producciones posteriores, las que, a simple vista, no alcanzan el carisma de aquel álbum. El momento más altivo de la noche se lo llevó Fernandinho BeatBox, la segunda voz que acompaña a Marcelo D2, cuando hizo una recordable performance de BeatBox. Ese extraño arte de imitar a una máquina, le dio la victoria al hombre y Fernandinho demostró que a las máquinas se les puede ganar y que hay algo, lo sagrado del estilo, que ellas no van a tener nunca.
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Hace un par de años que se puede hablar de un “reggae nacional”, como ya se habló tanto de un “rock nacional”. ¿Llegará el momento en el que hablemos finalmente de un “hip hop nacional”? ¿De un “funk nacional”? El rock, como algunos medios de comunicación, va en camino a perder su monopolio. Desde diversos costados se vienen nuevos géneros que pueden inventar una tradición para este tiempo de flow. Todo esto es nuevo para nosotros. Tan nuevo que puede ser que este movimiento nos agarre distraídos e ignorantes y que de repente sintamos, placenteramente, que nos desvirga los oídos.
Foto: Melina Aiello.