El sol del verano de la Costa Atlántica acompañaba el mediodía en el camping de San Bernardo. Los primeros días de enero me encontraban laburando con la banda de rock Emboscados, lamentablemente separada en la actualidad (su disco Más Alto Que Ayer es de lo mejor de la década de 2000 en el under). Su cantante Teo Deveaux preparaba la especialidad de la gira: melón con vino blanco barato. Una delicia.
Yo iba y venía entre las carpas, como ignorando aún si estaba dormido o despierto, pero con un hambre que me empezaba a desesperar el estómago. Algunos tocaban la guitarra, otros dormían. No recuerdo bien, pero creo que unas cartas sobre una improvisada mesa provocaban cada tanto algún grito de “quiero re truco, carajo”.
De repente sonó el teléfono de Daniela, manager de Emboscados, y por sobre todas las cosas mi gran amiga y compañera. Era Pablo, quien reúne exactamente las mismas características (excepto lo de manager). Y entonces, el peor grito que podía escuchar sale de la boca de ella: “¡Sergio, se murió el Bocha!”.
El silencio total se adueñó de esa pequeña parcela del camping. Todos esperábamos que corte para decirnos que era una joda. Cortó, pero no lo era. Creo que nos abrazamos. Empecé a preguntar cómo, cuándo, dónde, por qué. Que una estación, que un ataque al corazón, que se veía venir… bla, bla, bla…
Ahí me vino una nostalgia inmediata. Todos los shows en vivo que había disfrutado se veían esfumados por la tristeza. Llegó a mi mente aquel último recital siendo él parte de Las Pelotas en el Estadio River Plate, en el que se me cayeron unas lágrimas cuando salió a saludar por última vez con una remera que decía simplemente “gracias”. El resto de la banda estaban todos vestidos de negro y con caras de orto. Ese día los odié, sentí que lo dejaban solo. Después me enteré de que no, de que ellos fueron los que más habían hecho por el Bocha en los últimos años. Especialmente Germán Daffunchio.
Dos días antes de esta noticia, paradójicamente, fui con Daniela a ver a Las Pelotas. Me gustó el show. Pero extrañaba al Bocha. Nunca me imaginé que en 48 horas lo iba a extrañar para siempre. No iba a ver más el pasito Sokol, ni a emocionarme con “Menos mal” o “El cazador”. Ni a disfrutar con “Bombachitas rosas”, o a reir con “Pará con la papa, papá”.
Pasó el tiempo y volví a ver a Las Pelotas. Ya no está Alejandro, pero las canciones golpean de igual manera en mi corazón. Y tanto Germán, como Gaby, como todo el resto del grupo, me siguen conmoviendo hoy en día. No sé por qué pero no me gusta cuando todos cantan “se lo dedicamo’ al Bocha que lo mira desde el cielo”. Pero lo entiendo.
Aquel 12 de enero de 2009 fue tal vez el primer gran golpe que sentí ante una muerte tan ajena a mi vínculo personal. Aunque sería injusto decir que fue ajena. Sus frases me acompañan día tras día. Semana tras semana me explican muchas cosas de mi vida cotidiana. Sin ir más lejos, la semana pasada fue aquello de “esta soledad que me empieza a hablar, ¿qué dirá?”. Y todos los días despierto y le canto a mi vieja “quisiera verte esta mañana para olvidarme que ya no estás”. ¿Se habrá cruzado con el Bocha allá arriba? Algún día lo sabré…
Alejandro Sokol (30/01/1960 – 12/01/2009)