Fiesta Clandestina con De La Gran Piñata y Pampa Yakuza

La bestia no está muerta, la bestia vive, se reinventa y mezcla con sus antiguas formas. La bestia es el rock, el rock de este suelo. No está muerto, no es distinto ni suena nuevo, pero la algarabía de quienes son sus seguidores, muestra cuán vivo está.

En Groove, cerca de Plaza Italia, el viernes hubo una nueva fiesta Clandestina en la que se presentaron Abuela Coca, De La Gran Piñata (foto) y Pampa Yakuza, más espectáculos de circo y las performances, que entretienen a los asistentes mientras se acomoda el escenario.

El set de Abuela Coca dio comienzo a la fiesta. Ska veloz, rítmica sabrosa y sonido alterlatino para liberar las ataduras, ya es una costumbre con esta banda uruguaya, que el año pasado cumplió veinte de carrera.  A la Abuela no lo ayudó la acústica de Groove, ocho músicos en vivo siempre es un desafío, sin embargo los orientales no se achicaron y entregaron un set a la altura de la ocasión.

Los payasos del Circo Clandestino intercambiaban frisbees, que lanzaban desde el escenario, con la gente mientras los técnicos ajustaban todo para dar espacio a De la Gran Piñata. Con el primer acorde sucedió algo curioso. Sin que el cantante Pantera Giuliano tuviera tiempo para intervenir, el público empezó a cantar el comienzo de “Montaña Rusa”, la primera de las catorce canciones que entregarían en su show. La bestia mostró una nueva cara, dos guitarras bien al frente, sobre una sólida y variada base de bajo y batería que completa un cantante áspero y arrabalero. Sin artificios ni distracciones, con letras que se quedan pegadas a la memoria. Música directa —influenciada por décadas de rock argento y de clara raíz rioplatense— es la de esta banda cuyo cantante es oriundo de Berazategui.

Todas parecen hits, todas las canciones son celebradas y cantadas, como si tuvieran años rotando en las radios. “Canción de cuna”, “30.000 luces”, “El postrecito” y “Veredas”, fueron parte de un show poderoso y sin fisuras que duró un poco más de una hora. De la Gran Piñata juega fuerte con su público, con el que mantiene un ida y vuelta intenso. Ninguna noche de rock está completa sin la gente encendida.

Pampa Yakuza salió a escena luego de otra divertida intervención circense —que incluyó acrobacias aéreas al estilo del erótico pole dance— y pusieron a bailar a todos los presentes, que a esta altura estaban completamente entregados a la fiesta. La Yakuza eligió un set bien arriba, ecléctico —reggae, rock, ska, aires de polka, candombe— todo bien mezclado, bien cantado, bien tocado.

Esta banda, que lleva desde 1997 en la escena, mostró con cuanta destreza puede pasar de un estilo a otro sin forzar nada. Así sonaron “En vida”, “Que bien te va”, “Juntos” o “Alma en pena” para brindar a su público una leve excusa para el descontrol.

Así, en otra noche clandestina, bajo la espuma que caía del techo y que empapaba el pogo, la bestia mostró su voracidad para conquistar nuevas almas. La bestia está aquí, sana y ruidosa.

 

Texto: Marcelo Riol.
Foto: Lu Vilanova (cortesía DLGP).

 

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