El colectivo

Probablemente existan pocas cosas tan cotidianas como el colectivo (probablemente ir al baño se le acerque un poco o, y sólo para los fanfarrones, tener sexo). Ya estamos terminando el año y vamos a dar lugar a un análisis sobre la multiplicidad de situaciones que se dan al momento de tomarnos “el bondi [1]” y, en todo caso, como reaccionar frente a ellas:

La parada: Hay que hacer una campaña nacional y erradicar la pregunta madre de la irreflexión: Cuando una parada alberga más de un colectivo, pedimos basta de preguntar ¿ésta es la cola del 68, del 92, del 36, etc? ¡¡Siempre es una sola cola!! Que se irá desmembrando una vez que aparezca el colectivo en cuestión.

La búsqueda de asiento: Aunque la mayoría de los viajantes no lo admita, ni bien uno sube al colectivo realiza dos acciones fundamentales: primero el paneo para ver si viaja alguna chica llamativa por su belleza; la segunda es la búsqueda de asiento. La mayoría de los expertos considera que es contraproducente sentarse en las primeras cuatro filas si hay opciones, ya sea del lado de los individuales como del lado doble. Siempre puede subir alguna persona a la cuál deba cedérsele el asiento. Este punto no es problema para los “dormilones” que cuando ven subir a un anciano, un discapacitado o una embarazada cierran automáticamente sus ojos y producen un leve ronquido. Se recomiendan los asientos del medio siempre tomando en cuenta de qué lado pega el sol (para no ser incinerados). Si llevamos MP3, ver el nivel de ruido del motor, eso permite variar asientos (muy atrás no se escucha). Si tenemos viaje largo, sentarse casi llegando a la puerta de descenso, de manera de evitar salidas embarazosas pegándole a la gente con la mochilita. Consejo: priorizar salida antes que comodidad salvo que viajemos desde el centro hasta La Matanza.

Asiento doble y me siento del lado del pasillo: En los últimos tiempos, hay dos acciones que están extremadamente condenadas en los colectivos. La primera es sentarse, en los asientos dobles, del lado del pasillo, cuando los dos están vacíos. La segunda es viajar parados aún cuando hay asientos. Ambas situaciones provocan la desconfianza del resto de los viajantes. Proponemos terminar con dicho prejuicio. Como también pretendemos terminar con los modelos de colectivos que poseen asientos al revés. Uno se siente realmente observado por el resto de los pasajeros, nunca sabe donde posar la mirada y, en el peor de los casos, puede llegar a marearse hasta el vómito. Basta de colectivos con asientos al revés.

El trato con el colectivero: Hay que imaginarse que los colectiveros están continuamente bañados en nafta y que ante la menor chispa se prenden fuego. Siempre hay que ser cordiales con ellos, salvo cuando está lloviendo y uno llega corriendo hacia el colectivo que está a 25 metros de la parada y el reverendo HDP no abre a puerta del coche: allí tenemos libertad de puteada (se está debatiendo si lanzar objetos contundentes también está permitido). Proponemos entonces la cordialidad entre pasajero y chofer de manera de hacer más linda la cotidianeidad. Me vuelvo al curso de yoga que estoy haciendo.

 


 [ 1 ] La palabra bondi es una adaptación al castellano de bonde, palabra del portugués brasileño[11] que significa tranvía y se pronuncia /’bo˜dƷi/.[12] Dicha palabra, proviene a su vez del inglés bond.[13] En principio se usó este término para designar a los tranvías en lunfardo. La palabra se incorporó a la jerga porteña, y se la utilizó en un poema llamado Línea 9 de Carlos de la Púa: Era un bondi de línea requemada / y guarda batidor, cara de rope.[14] Este poema se musicalizó y convirtió en tango. Lo cantó y grabó Edmundo Rivero. Los tranvías fueron desapareciendo pero las nuevas generaciones fueron incorporando dicho término a los colectivos (muchos de ellos hacían el mismo recorrido y tenían el mismo nº que las líneas de tranvías desaparecidas).

 

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