Isaac Castro: «Sokol fue un artista popular que hizo feliz a mucha gente»

A doce años de la muerte del ex cantante de Las Pelotas, se publica una biografía escrita por Isaac Castro con quien charlamos acerca de uno de los últimos héroes del rock argentino.

La figura física de Alejandro Sokol se apagó un 12 de enero de 2009 en la terminal de Río Cuarto, provincia de Córdoba. Pero esa temprana desaparición, a sus casi cuarenta y nueve años, dio paso a partir de allí  a un progresivo incremento de su valoración como uno de los máximos representantes del rock vernáculo. Es que pareciera ser que la vertiginosa vida del cantante no dio tiempo a sus contemporáneos a procesar la importancia de su actividad artística y recién con el correr de los años las cosas se fueron ubicando en su correcto lugar.

En “Alejandro Sokol, el cazador”, publicado por Editorial Sudestada, el escritor Isaac Castro viene a poner en orden cronológico el derrotero del músico, desde sus comienzos como bajista y baterista de Sumo hasta su final como líder de El Vuelto S.A, pasando por sus dos décadas al frente de Las Pelotas y su etapa de religioso mormón. Los diferentes capítulos se presentan titulados por frases de “El Cazador”, el emblemático tema acústico que cierra Amor seco (1995), el tercer disco de Las Pelotas. Testimonios de amigos de la infancia y del barrio, músicos, asistentes, familiares y periodistas pueblan las páginas del libro y reconstruyen una vida dolorosa, plagada de vaivenes pero imposible de pasar por alto.

“Alejandro era una persona muy accesible, si te parás en la plaza de Hurlingham y preguntás quién lo conoció, todos van a levantar la mano” dice Isaac Castro, periodista, docente y gestor cultural, y aclara: “pero el foco del libro no está en las anécdotas, yo lo que quería era que no se perdiera el interés en los discos que él iba haciendo, en sus composiciones, por eso está todo ordenado de acuerdo a su faceta artística”.

-¿Por qué elegir la figura de Sokol para hacer una biografía?

-Mi primera experiencia de escritura sobre rock fue en 2017 con el libro Música de manos vacías, Caballeros de la quema, postales del rock en Argentina en los noventa. En realidad, fue una excusa para hablar del panorama del rock en ese momento en nuestro país y allí estaban Las Pelotas por supuesto. Esa fue la primera vez que empecé a pensar la posibilidad de escribir sobre Alejandro y además ellos fueron la primera banda que fui a ver en vivo, la primera que empecé a seguir, también soy de Hurlingham y la idea empezó a decantar sola.

Ya desde sus comienzos en los tempranos ochenta cuando se unió a Sumo, primero como bajista y luego como baterista, Alejandro Sokol experimentó distintas luchas contra sus demonios internos. En aquella época, al cabo de un tiempo decidió dejar la banda, abrazar la religión mormona y dedicarse a la crianza de sus hijos. Pero claramente el encuentro con Luca Prodan sería un hito que lo marcaría para siempre.

-Siempre se hace un paralelo, sobre todo por sus muertes prematuras, entre la vida de Sokol y la de Luca. ¿Qué tan grande fue la influencia del cantante de Sumo sobre él?

-En el imaginario está la sensación de que Alejandro estuvo poco tiempo en la banda pero sin embargo estuvo desde 1980 a 1984. Por ejemplo, permaneció más tiempo en Sumo que Ricardo Mollo. En su momento, Sokol se alejó porque sentía miedo, era muy jovencito, su mujer estaba embarazada, la banda no producía dinero y entendió que tenía que hacer otra cosa. Pero el nivel de influencia de Luca en Alejandro creo que es muy fuerte, no sé si en cuestiones artísticas, pero creo que hereda cuestiones más filosóficas, a tener ciertos posicionamientos, una actitud de ir al frente. De Luca aprende a pelar, es decir, que no importan las circunstancias, que si uno hace música tiene que ir para adelante.

-Y luego de su salida de Sumo, llega la etapa mormona, algo de lo que no se sabe mucho y que en el libro es realmente un hallazgo…

-Esos años de los ochenta donde él se acerca a la religión mormona, era un periodo del que no se tenían muchos datos y los que había eran imprecisos. La historia siempre contó que Alejandro se recluye en una banda (S.O.K.O.L) compuesta por músicos mormones  y yo descubro que en realidad el único mormón era él. Y que él acerca a sus compañeros músicos a la iglesia y dos de ellos tienen una especie de revelación mística, deciden dejar la música y se van a misionar por el país decretando así el final de esa banda.

Hacia fines de los ochenta, con la separación de Sumo ya consumada debido a la muerte de Prodan, y la formación de Las Pelotas junto a otros dos exSumo como el guitarrista Germán Daffunchio y el baterista Superman Troglio, Sokol pasa a ocupar el lugar de frontman, su rol definitivo. Durante la década del noventa, marcada a fuego por una supuesta bonanza económica y una sensación de fiesta eterna, la banda se cuelga el cartel de “eternos perdedores” durante varios años. Y a pesar de lo costoso que fue para ellos llegar a establecer una buena convocatoria, sumado  a su decisión de manejarse en forma independiente, el grupo grabó un par de discos memorables y Alejandro vivió una de sus mejores etapas de su vida en Córdoba. Así lo cuentan diferentes testimonios que compartieron momentos con él en su casa de Traslasierra como Andrea Prodan, hermano de Luca.

Pero a fines de esa década, coincidiendo con el fin del siglo y el estallido social que tendría lugar poco tiempo después, Alejandro volvió a un desequilibrio emocional y tóxico que poco a poco lo fue apartando de Las Pelotas y de la composición de canciones. Incluso esto hizo mecha en su propia vida personal que lo llevó a la separación de la madre de sus hijos y lo hizo volver a vivir al conurbano bonaerense.

-El cambio de milenio vio cómo algunas bandas que ya comenzaban a ser exitosas en los noventa, se establecían definitivamente en el podio de la masividad, algo que a Las Pelotas le costaría varios años más. Incluso muchos líderes de esas bandas, con los años fueron mutando en sus propuestas artísticas, se hicieron solistas y se integraron definitivamente a un nuevo paradigma en donde el rock se transformó completamente en un negocio. Sin embargo, Sokol pareció inmutable y ajeno a esto, ¿cuál es tu opinión al respecto?

-La autenticidad en Alejandro por alguna razón permaneció inalterable. Él siempre renegó del profesionalismo del rock, por eso cuando dejó Las Pelotas y formó El Vuelto S.A hubo cierto retroceso en cuestión de estructura. El vuelto fue una banda que le permitió encontrarse con lo más salvaje del rock, lo más despojado, que es algo que él veía como una virtud en la música, le daba mucho vértigo el grupo porque no sabía qué iba a pasar y para él eso era algo bueno. En varias notas dijo que en cuanto El Vuelto se pusiera serio ya dejaría de divertirse. ¿Y qué era ser serio para él? El ensayo excesivo, la agenda rigurosa, la nota porque sí, la noticia que no tenía que ver con lo artístico. A él lo motivaba esa impronta casi amateur.

Esa forma de ser totalmente alejada de lo que se supone que tiene que ser una estrella de Rock –al punto de compartir un fernet con el mismísimo Keith Richards pero al rato dejarlo plantado- hicieron de Sokol un personaje sumamente querible en el ambiente musical. Todos los músicos  que aportan su relato en el libro –como Tete de La Renga, Juan Subirá de Bersuit, Luciano Scaglione de Attaque 77, entre otros- destacan su humildad y solo tienen palabras de cariño hacia él. Pero por otro lado, esa manera de manejarse lo llevó en 2008 a abandonar definitivamente Las Pelotas, en circunstancias que nunca fueron del todo aclaradas oficialmente y que están muy bien retratadas en el libro incluyendo también la postura que adoptaron algunos seguidores de la banda.

-Las adicciones de Alejandro, su tendencia hacia lo inesperado y su desapego a lo material sumado a su fácil accesibilidad, hicieron que mucha gente del público terminara destacando esa parte del personaje antes que su calidad artística. En el libro dejás en claro que no estás de acuerdo con esa celebración de lo autodestructivo…

-Lo que pasa es que, sin levantar una postura moralista, a mí me encanta Alejandro por lo que  hacía como artista. Me parece muy divertido que ande rápido en un auto o me parece fascinante que un tipo cante a la tarde con Mick Jagger y al otro día esté en un bar pidiendo fiado. Eso no me parece mal pero yo tengo en claro que la idolatría la construye otra cosa. Me da pena y bronca cuando el comportamiento autodestructivo se homologa al talento artístico, cuando el lado oscuro se roba el protagonismo de las cosas. Hubo una parte del público de Alejandro que celebraba ese deterioro y no está bueno.

Al igual que Korneta Suárez, el malogrado cantante de Los Gardelitos, Alejandro Sokol dejó una huella en los sectores populares del rock argentino aunque pareciera que su obra aún no lograra superar al personaje construido alrededor de ella. “Yo creo que el trabajo de Alejandro todavía no está lo suficientemente valorado pero es algo que de a poco el tiempo lo está logrando” concluye Isaac Castro y remata: “uno de los móviles del libro es contribuir a reivindicar su figura. A mí me lo que más me gustaría que pase con el libro es que esto despierte la curiosidad de otra gente de escribir sobre él. No tuve la arrogancia de contar su vida definitiva, es una primera aproximación, es un homenaje a un artista popular que hizo feliz a mucha gente”.