Fito Páez: Ese hombre enreverado

El sábado Fito Páez brilló junto a su “pequeña orquesta de bolsillo” en Museum Live. Una vez más, el rosarino dejó sentada su posición: la de ser un artista de puro presente. 

La cultura bien entendida y bien ejecutada no es solo un entretenimiento: también sirve para interpretar la realidad social, política y económica de un país; para comprender el pulso de los tiempos. Especialmente en los momentos de crisis, en los que las representaciones tambalean, la función de la cultura es múltiple. Así como puede ayudar a sostener los entramados ocultos del modelo vigente (cualquiera sea éste), también puede rebelarse contra él; sin hilar demasiado fino, el rock siempre estuvo ligado a esta actitud. Sin embargo, con Fito Páez pasa otra cosa: una propuesta superadora.

A diferencia de quienes eligen quedarse únicamente en la interpretación crítica de las múltiples realidades que atraviesan a lo largo de su vida, las canciones del rosarino encierran la posibilidad de un futuro más esperanzador. El mejor ejemplo es «El diablo de tu corazón» esa bomba audiovisual tan vigente que nos atrapaba en la MTV del 2000 y que hoy es resignificada cada vez que Fito la toca en vivo. El último sábado, en Museum, el público gritó desde las entrañas ese «La puta madre que los remil parió / ¿Por qué nos cuesta tanto el amor?» y también cantó con ganas eso de que «Las cosas tienen que estar bien / Ya no se puede estar peor / Las cosas van a estar mejor«. Todo en una misma canción, un acontecimiento político y cultural, una posición frente al mundo rebelde, pero más que nada, profundamente esperanzadora. Eso es Fito Páez, eso fue siempre para los que aman su música: una compañía para atravesar los tiempos más oscuros y una puerta al más allá, a la luminosidad del futuro que siempre seguimos esperando.

Como Luis Alberto Spinetta, Fito también es un artista de puro presente. Su último disco, La ciudad liberada, pone de manifiesto una vez más la coherencia de un músico que pensó y compuso siempre desde un mismo lugar, poniéndolo de manifiesto. Desde el flaquito pelilargo que a los ¡21 años! sacó Del 63 hasta el día de hoy hay una línea que permite unir las más de tres décadas de trayectoria. El corte de difusión “La ciudad liberada” tiene todo que ver con “Ciudad de pobres corazones” (“quiero vivir en la ciudad liberada / Donde a los pibes no les metan más bala”) y también con “11 y 6” (“La calle no es un buen lugar para vivir / Mucho menos para morir”).

Es que para narrar todos los presentes se necesitan dos cualidades: sensibilidad y valentía, y Fito las tiene, por eso puede escribir una contratapa como la que escribió en Página/12 en 2011, sentar una posición política clara, escribir canciones siempre vigentes y seguir llenando teatros. Pero además, el motivo principal es que es una máquina de hacer buenas canciones. En su último disco hay al menos dos temas que tienen toda la identidad Páez necesaria para convertirse en hits: “Tu vida, mi vida” y “Wo, Wo, Wo”, que como tantas otras habla de Fabiana Cantilo y con ese estribillo que repite “Lo que quiero saber sos vos” quedó claro -en Museum- que se convirtió en un clásico instantáneo. Otras dos canciones de La ciudad liberada que evidentemente ya fueron adoptadas por el público son “Plegaria” y “La mujer torso y el hombre de la cola de ameba”, una composición de las tantas que prueba que estamos frente a uno de los más grandes artistas populares latinoamericanos.

Por supuesto que más allá de continuar presentando su nuevo material, el sábado Fito también tuvo tiempo para hacer un repaso por distintos momentos de su carrera. Como grata sorpresa, el show empezó con “Lejos en Berlín” y más tarde también sonó “Canción de amor mientras tanto”, ambas del disco Ey! (1988). Buenos Aires a veces suena a Acorazado Potemkin y otras a Astor Piazzolla, pero siempre suena al Fito y al Charly de los ’80, hay algo ahí, en las canciones que nos hacen sentir como en casa.

También se hicieron presentes las atemporales “Giros”, “Circo Beat”, “Tumbas de la gloria” y del mismo disco la canción más poderosa del mundo: “El amor después del amor”, con Anita Álvarez de Toledo como invitada. Tampoco faltaron los clásicos «Mariposa Teknicolor» y «Brillante sobre el mic», que si bien a fuerza de repetición parecen haber perdido algo de su aura, cada vez que Fito las toca en vivo vuelven a ese lugar del que nunca deberían haber sido exiliadas, siquiera momentáneamente: el de canciones excepcionales.

Sin embargo, Páez no es puro presente únicamente por su carrera artística y por elegir la compañía de músicos jóvenes y virtuosos a los que es un gusto ver tocar en vivo, sino también por las causas con las que elige comprometerse desde su lugar. Así fue que durante varios momentos del show hizo mención al resultado negativo de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE): “Yo estoy a favor de todo lo que sea bueno, le haga bien a la gente y vaya para adelante. El otro mundo no lo queremos”, sentenció. Pero además, hacia el final de “Brillante sobre el mic” improvisó acompañado del piano –con todo el escenario iluminado de verde- un coro que fue seguido por todo el público: “Si no es hoy, es mañana”.

Con un concierto de más de dos horas, un sonido y una iluminación impecables, Fito Páez compartió junto a su gente un gran presente musical, un profundo entendimiento de los tiempos que corren y el recreo emocional que es así, sin más, entregarse a la música en cuerpo y alma.

 

FOTOS: Pablo Brunotto.