Paul McCartney: Un día en una vida

Esto que escribo no pretende ser crónica. Tampoco una descripción del show. Lo que pasó en La Plata supera cualquier método narrativo.

Ni bien comenzó a sonar el primer tema mis ojos tontamente se llenaron de lágrimas, situación emocionalmente inesperada. Esto me hizo fijar la mirada sobre el público y buscar complicidad con lo que me pasaba, y entonces pude ver cosas tan simples como bellas: la señora que se bancó lo extenso del espectáculo olvidando la artrosis que tanto la fatiga, el cuarentón que bailaba ridículamente pero con una alegría tal que te daban ganas de sumarte, ese padre que llevó a su familia completa para transmitir el amor beatle a sus hijos, el treintañero que lloraba a moco tendido en «Hey Jude» seguramente en comunión con algún recuerdo o alguna fibra tocada por el tema. Y así fue, la heterogeneidad y lo anacrónico del público y la música fueron una constante durante todo el espectáculo.

 

All you need is Paul

La velada previamente tuvo como condimento temas de Paul versionados por diferentes artistas sonando por los altoparlantes. A la hora señalada y luego de una intro con secciones de “A Day In A Life” (The Beatles) y acompañado por las increíbles pantallas laterales que jugaron toda la noche con imágenes psicodélicas, fotos y formas surrealistas, “A Hard Days Night” fue el bautismo con el cual Paul nos dio una caricia al alma de los “beatlemaníacos”.

No faltaron guiños para fanáticos de The Wings con la rockerísima “Letting Go”. De los Fab Four sonaron “Can´t Buy My Love” y “I´ve Got A Felling”. Hubo también espacio para el romance cuando dedicó a su actual esposa Nancy la bella canción “My Valentine” y un cariñoso recuerdo a su fallecida esposa Linda con “Maybe I´m Amazed”. Tampoco faltaron las semblanzas a los fallecidos Beatles con una fantástica versión de “Something” (“A mi amigo George”) y la emotiva “Here Today” que describe una posible charla entre Paul y Jonh Lennon en el presente. “In A Spite Of All The Danger” fue una sorpresa que describió como “La primera canción que grabé con The Beatles” (en aquellos tiempos llamados The Quarrymen).

Los clásicos “Love Me Do” y “And I Love Her” se sucedieron y el momento acústico de la noche llegó cuando Paul solo con su guitarra emocionó a todos con “Blackbird” jugando con la puesta de las pantallas emulando el vuelo de pájaros de un árbol a otro.

El momento explosivo se dio en la interpretación muy celebrada de “Live And Let Die” con explosiones y fuegos artificiales incluídos. En la interacción con el público cuatro privilegiadas que cumplían años fueron invitadas al escenario para recibir un autógrafo en alguna parte del cuerpo por Macca. A esto se le sumó un abrazo en conjunto y la canción “Birthday”.

Ya llegando al tramo final “Let It Be” y “Hey Jude” (coreada por todo el estadio) dieron lugar a una despedida mentirosa. Ante el reclamo insistente Paul volvió a escena con una tanda de bises inolvidable. La eterna “Yesterday” empezó la secuencia seguido por “Jet” (ese temazo de The Wings) y finalizado por el popourrí Beatle  que contenía “Golden Slumers”, “Carry That Weight” y “The End”.

 

The end

Paul Mc Cartney, en su carácter de compositor multi instrumentista, dio cátedra al hacer sonar guitarras (acústicas y eléctricas), pianos, ukelele y por supuesto su tan característico Hofner, ese bajo eléctrico tan identificablemente Beatle. Cantó hasta las composiciones que más comprometían su registro vocal como “Golden Slumers” y “Maybe I´m Amazed” con buenos resultados. Todo esto sería imposible sin la genial banda que lo secunda, muchas veces haciendo de soporte, otras embelleciendo y cubriendo un poco el indudable paso del tiempo para el septuagenario de Liverpool.

El humanismo y la entereza de Paul McCartney es notable. Ama y goza haciendo música, rememora con gratitud su pasado, disfruta de su presente, tiene ideas y expectativas para el futuro. Todo eso combinado con una humildad y un admirable respeto por el público. Nada tiene que demostrar y sin embargo no se cansa de agradecer a sus técnicos, a su banda, colaboradores y público.

Las casi tres horas de show no son sólo el repaso de una trayectoria. Es el viaje sentimental de varias generaciones cruzadas por la música de Paul Mc Cartney y los Beatles. Si esto fue una despedida el tiempo se encargará de decirlo, pero no podríamos haber pedido un mejor final.

FOTO: Telam.