Utopians: Un regalo para toda la vida

¿Qué puede regalarle un padre a su hija de diez años para que lo atesore para siempre?

Está claro que no es lo mismo descubrir a Led Zeppelin en el antiguo y brumoso cine Lara, que ver un show en el coqueto teatro Vorterix. Sin embargo para las nuevas generaciones, que llegan cada vez más jóvenes a estas experiencias, es igual de emocionante.

Valentina cumplió años el mismo día en que el rey del blues dejaba su existencia terrena, pero a ella la pérdida no le iba a afectar igual que a su papá. La ansiedad le masticaba el alma porque faltaban horas para ver a su banda predilecta. Utopians presentaba en el local de Colegiales su disco más reciente —Vándalo (2014)— y ese sería el regalo de papá.

Mientras el teatro se poblaba, sonaban Yataians y Los Gurus. Valentina contemplaba todo: el público, las luces y el estreno en las pantallas del video de “Desde lejos”. La paciencia se le consumía. Pero por fin el telón se corrió. Desatando su rock furioso aparecieron los cuatro, sacudiendo canciones como látigos desde el comienzo. En los dos primeros temas, Gustavo Fiocchi tuvo problemas con el sonido de su guitarra, pero solo sirvió para mostrar cuanta escena tienen estos chicos. Se tomaron unos minutos, y una vez solucionado el desperfecto, el concierto siguió contundente como si nada hubiese pasado. La cumpleañera cantaba, sabía todas las letras. Con los ojos desmesuradamente abiertos no perdía detalle. Mirando a su padre señalaba —con gesto de cómplice aprobación— al certero Larry Fus ejecutando su batería, o la rítmica soltura con que Mario Romero pulsaba su bajo. Mientras las canciones se sucedían, el público descontrolaba el centro del campo.

La excelente versión de «Ace of Spades» de Motorhead fue el inicio de la parte más caliente del show. Le siguió un clásico de nuestro rock, pero también de los conciertos de Utopians. La interpretación de «Estallando desde el océano» de Sumo dio lugar para que Bárbara Recanati abandonara por un rato el micrófono y saltara al público —pandereta en mano—, que la paseó en una marea de manos. Valentina disfrutaba de la sana locura desencadenada, aplaudía y gritaba al ver a su heroína regresar sana y salva al escenario. Intenso fue todo el show, como es habitual con los Utopians, sin baches y sin respiros.

Sin importar el lugar ni la época, la misma emoción que alguna vez yo, el padre, viví en un viejo cine de avenida de Mayo, recorrió Vorterix. Así festejaron sus primeros diez años, Utopians y Valentina.

FOTOS: Lucía Belén Capón.

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