Onda Vaga: La incertidumbre

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A los jóvenes de hoy nos tocan vivir tiempos inciertos. Hace rato que los valores trascendentales nos dejaron en banda y somos pura búsqueda. No sabemos a qué responder, ni en qué creer porque todo se diluyó y nada pasa ileso nuestro cuestionario de la sospecha. El beat de nuestros tiempos cae en el lugar de lo incierto y nos pone ante un mundo demasiado complejo en donde no sabemos bien para dónde hay que ir. A veces deseamos, confesémoslo, dormir tapados con túnicas bordadas con hilos de oro. Mientras tanto hay bandas que se encargan de profundizar en el vacío y reincidir en la nada, pero hay otras que se encargan de dar respuestas y vuelven a apelar a cuestiones trascendentales con el objetivo de relajar y dar alegría mediante la sutura de las heridas existenciales. En esto se decide el destino de una banda y conlleva toda una gran apuesta, consciente o inconscientemente, en favor de una filosofía, ética y estética determinada. Del lado de los que dan respuestas está Onda Vaga, consuelo trascendental de muchos jóvenes.

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La poética de Onda Vaga es intencionada e ideológicamente simple. Buscan en sus letras revalorizar ciertos valores trascendentales: el amor hacia la naturaleza (“poder salir al jardín y cosechar lo bello” en “Ya” o “acá la santa es el agua que emana de la montaña” de “La Zamba”), del amor (“estar a solas, darte besitos, quiero verte feliz” en “Cuestión de pesos”), la autenticidad (“que caiga la máscara” de la canción “La ronda”), la simplicidad (“no me le animo al niño que llevo adentro” de “Mambeado” o “y sin hacer preguntas” de “En cueros”) y el sentimiento de comunidad (“para dejarnos ver la unidad” de “La ronda”). Todo esto, en una combinación articulada por un fuerte concepto, va acompañado del flujo liviano de su estética musical protagonizada por instrumentos acústicos y coros al unísono que refuerza la idea de unidad y de integración comunitaria, en donde “todos podemos cantar juntos”, que decide finalmente su lugar redentor.

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El discurso de Onda Vaga es exactamente todo lo opuesto al discurso del rock. No en vano, como se dice, es una banda postcromañón. El frenesí del rock y su ideología vio en ese hecho sus propios límites mortales y dejó paso a otro estado de ánimo musical. El rock como música, poética y cultura es exactamente todo lo contrario porque siempre fue urbano y no naturista, sino de lo artificial del cuero y de la distorsión, de la energía de los 220W a dónde van los amplificados y no de la energía esa, que dicen, tienen los humanos.

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Una banda nunca depende de ella sola y su talento, sino también de su contexto sociocultural y musical. La escena porteña postrock dejó un agujero que se abrió en la música y que Onda Vaga lo intuyó, se metió en él y llena todos los lugares en donde toca, como el Konex el sábado, que no fue la excepción.

Sus integrantes igualmente lo venían oliendo. German Cohen es parte de Satélite Kingston que con su reggae también podría haber llegado a ocupar un lugar central en esta época postcromañón, como ocurrió con otras bandas del género como Los Cafres o Nonpalidece. Por otro lado Marcos Orellana y Tomás Gaggero hacían su apuesta en Michael Mike, que es otra banda postrock y que ya tiene su lugar ganado en la nueva distribución de la escena con una propuesta pop y rupturista. Mientras que Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco con Doris venían trazando ya un camino mucho más recto en donde existía un estilo muy similar al que luego confluye finalmente en Onda Vaga.

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Para que ocurra un hecho cultural de cierta magnitud como Onda Vaga siempre es necesaria la confluencia de muchas fuerzas: un discurso que suture una necesidad filosófica en la juventud, un contexto sociocultural postrock que deja un espacio vacío (acompañado por la facilidad logística de tocar acústico), la intuición individual de los músicos y lógicamente, el talento de sus integrantes, entre otras cosas.

Ok. Pero ¿Y Japón? Onda Vaga tocó dos veces en el otro lado del mundo, no solo geográficamente sino también culturalmente hablando, frente a 100 mil personas en el Fuji Rock y su compilado “Moshi Moshi” (2012, edición exclusiva para Japón) está segundo en la lista de los discos más vendidos de la isla. ¿Entienden las letras simples los japoneses? No. ¿Ocurrió Cromañón ahí? No. ¿Lo músicos de Onda Vaga sabían que faltaba una banda así en Japón? No, ni en pedo.

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Hay momentos en que nuestras estructuras cognitivas que fuerzan al mundo para darle un orden, quedan hechas mierda. Es justamente en ese momento cuando el arte agarra los conceptos, se los parte furioso en la rodilla y se produce el hecho estético. Y uno tiene que empezar a creer en lo universal, aunque le cueste, por sobre lo cultural y particular. La música, evidentemente, tiene visa para entrar a todos los países. Y nosotros, los categorizadores, no podemos unir las letras, Cromañón, Onda Vaga y Japón sin hacer el ridículo. Cuando el arte supera al pensamiento, cosa que pasa bastante seguido, se produce un profundo gemido, que, para varios, es lo mismo que decir Onda Vaga.

FOTO: Pato Berkovics